Capitulo VIII

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03 de Julio: "¡Bienvenido amor!" Fue lo que me dijo Alondra mientras me recibía en casa, con los brazos alzados y una gran sonrisa.

¿Por qué no siento felicidad alguna? ¿No es normal estar feliz al volver ver a tu esposa después de meses en un país en constante guerra? ¿Seré capaz de volver a retomar una vida normal?

07 de Julio: Alondra organizo una parrillada en casa para celebrar mi regreso, e invito a los pocos conocidos que tenemos en esta ciudad, en estos invitados incluyen varios compañeros de estudios de Alondra. Fue muy bueno, en general, unas cuantas rondas de cervezas y un buen corte de carne para acompañar, nunca viene mal. Tenía tiempo que no comía algo decente, la comida enlatada y preservada me tenía aburrido.

- ¿Te pasa algo, amor? – me pregunto Alondra, mientras yo observaba el fuego, las incandescentes ascuas que bailaban armoniosamente al ras del viento.

El fuego, me recordaba a los incendios de las casas en Iraq, por el constante bombardeo, los cadáveres calcinados y el humo que te asfixiaba. Como lo extraño.

17 de Julio: fui a un bar a desahogarme, a tratar de olvidar todo, a ver si la bebida puede hacerme dejar atrás todos esos momentos, esos recuerdos de muerte, de violencia, al final todo empeoro.

Me encontré con un compañero de la armada, un buen soldado, él había salido antes que yo, por las mismas razones, iba a ser padre, su esposa ya llevaba siete meses de embarazo.

- ¿Cómo estás? – me preguntó mientras tomaba de su cerveza.

- Bien

- Me refiero a lo de la guerra, ¿Cómo te sientes después de vivir todo eso?

- ... - me quede en silencio, no sabía que responder.

- Ves lo que es mejor. Se siente bien escapar de todos estos asuntos, vivir una vida normal.

- No quiero una vida normal. – exclame.

- ¿Cómo?

- Extraño la guerra, la muerte, la acción en batalla. Siento que he dejado parte de mí ser en aquel país.

- Estás loco.

- Tal vez – respondí mientras daba el ultimo sorbo – tal vez el olor de la pólvora afecto mis neuronas.

20 de Julio: no conseguía trabajo. No por falta de empleadores, si no que ninguno me convencía, no quería trabajar en un puesto de administrador, solo estar sentado frente a un computador, y menos de obrero, recibiendo ordenes de manera descarada. Buscaba algo de acción, algo para compensar la falta que me hace la guerra. Decidí llamar a un amigo que conocí en el entrenamiento de la armada, el cual lo sacaron por robar algunas pertenencias de los dormitorios, prendas, joyas y cosas por el estilo.

- Tengo unos conocidos que necesitan trabajadores, buenos en combate.

- ¿Para qué?

- Ya sabrás. Pero por lo buscas, no te arrepentirás.

- ¿A dónde tengo que ir?

- Ya te mando la dirección por mensaje de texto.

- Está bien.

- Cuando llegues, preguntas por Doris, ellos sabrán.

El Diario de un AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora