Capitulo XIII - Acto Final

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Ultimo dia: hoy, 19 de septiembre del 2001, mi persona, Alan Santos, ha descubierto la manera de sacarlos a todos de este infierno, de salvarlos a todos, de guiarlos hacia la verdadera redención. Hoy es el día cuando, finalmente, rescatare a todos de este mundo maldito, de este libro maldito, para viajar, juntos, a un nuevo libro, y crear un nuevo capítulo, donde no haya maldad, violencia, muerte, odio, discriminación, injusticia, corrupción.

Seis de la mañana, estoy despertando en la entrada del alcantarillado, y huele fatal. Solo llevo mi ropa, unas cuantas cosas en el morral, algunos dólares en el bolsillo y mi fiel revolver en la culata, fue lo poco que pude agarrar antes de que Alondra me botara de casa.

Siete de la mañana, termino de recoger mis cosas y marcho hacia el bar, donde conocí buenos amigos, compañeros de la guerra, creo que estaría bien salvarlos a ellos primero.

Ocho de la mañana, entre y estaba más vacío de lo normal, uno que otro ebrio al otro extremo, con olor a aguardiente y vomito en la mesa, dormido. El bartender, Suarez Escarravia, un buen soldado, casi muere tratando de salvar a otro soldado de un tiroteo en Iraq. Supongo que es otra persona que quiere ser un caballero.

- Ey, como estas Alan, ¿lo de siempre?

- Ya vistes las noticias ¿no?

- No puedo mentirte, es la noticia del mes en todo el país.

- Supongo, dame lo de siempre, quiero beber más que nunca, quiero revivirme.

- Está bien.

No tardo más de dos minutos en prepararme esa bebida frutal, un coctel hawaiano, de abundante piña, con coco y cambur, y el toque de miel que nunca puede faltar.

- ¿Cuánto te debo?

- La casa paga

- Gracias.

- ¿Y qué piensas hacer? ¿Entregarte? ¿Esconderte?

- ¿No le dirás a la policía que estoy acá?

- Estoy tentado por los millones, pero mejor no, creo que me volvería loco si gano cinco millones de dólares.

- La verdad que sí, te lo digo por experiencia. – dije dando el ultimo sorbo que me quedaba en la copa traslucida.

- ¿Y qué piensas hacer por fin?

- Salvarlos a todos.

- ¿De qué?

- De este mundo.

- Creo que la bebida te afecto demasiado.

- En eso saco el revólver, con el barril cargado, apuntando entre los ojos a Suarez – ¿alguna vez has pensado en expiar tus pecados? ¿pensar en todo lo malo que has hecho en tu vida y arrepentirte de ello? La guerra nos ha afectado mucho Suarez, nos ha convertido en demonios sedientos de devastación. Tú y yo somos iguales, somos bestias salvajes, que buscan la redención, el escape de este mundo cruel.

- ¿De qué hablas ahora?

- De nuestra escapatoria.

Nueve de la mañana, abandone el bar dejando dos cadáveres, el de un gran amigo y un desconocido maloliente, decidí ir a casa, quiero ver a Alondra.

Diez de la mañana, como sospechaba, todo está abandonado, no había nada de muebles ni de pertenencias, solo una nota. "No quiero volver a verte, espero que te que pudras en la cárcel, por siempre y para siempre." Adjunta había una foto de Alondra, besándose con un amigo de ella, un compañero de los estudios. Yo sabía que pasaba algo entre ellos.

El Diario de un AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora