XVIII

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Era una nueva mañana, y como siempre se despertaba con la ilusión de que el hombre al que siempre "amo" -aun que se describía mejor como obsesión- estuviera esperando a que despertarse a su lado.
Vaya iluso.

Se quedó mirando a el techo unos momentos, pronto llevaría acabo su plan para destrozar a aquella persona que le había quitado a quien más amaba. Ese solo pensamiento logró que esbozara una sonrisa que te causaría un escalofrío recorrer tu espalda si la observa vas.

Esos pensamientos fueron interrumpidos por un niño de 5 años. Cabello café claro y ojos azul cielo seguido de una mujer de cabello Branco y con su uniforme de sirvienta.

—¡Padre!  -chillo el niño con una sonrisa mientras saltaba hacia la cama de su progenitor -

—Hey Hola pequeño.. -dijo acariciando los claros cabellos de su primogénito con una sonrisa -

—Su Alteza, el desayuno esta servido -aviso inclinándose -

—Hana ¿sabes donde esta Claude? -pregunto ignorando las palabras de la mujer-

—No, lo lamento -¿quien diría que un demonio temeria de un humano? Pues ella temía de la reacción que el Rubio tendria-

Ese maldito

Realmente lo "odiaba", pero no podía odiarlo

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—¿Como amaneció mi señor? -pregunto con una sonrisa el mayordomo perfecto mientras observaba a su amo el cual estaba acompañado del pequeño Sebiel, el pequeño era la viva imagen de sus padres: ojos rojos, cabello azul obscuro y piel clara. Toda una obra de arte- Mi joven amo

Bien ¿y tu demonio? -pregunto con una sonrisa burlaba sintiendo como su cuerpo era jalado rumbo a bajo por su hijo que corría alegre a su padre-

—¡Pa...! -no es que les molestara que se referí era haci pues... A su padre. Pero ambos sabían que sería un problema se la mujer de la casa se enteraba de que el demonio era su padre por lo que velozmente ambos le taparon la boca mientras observan van nerviosos los lados-

No estaba presente

Ambos suspiraron aliviados por su bendita suerte mientras después se dirigían hablando de trivialidades hacia la mesa

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Este era uno de los momentos en que los amantes podían amarse sin temor. Los momentos en los que Elizabeth tenía visita los aprovechaban ya sea para convivir como familia o disfrutar su soledad en pareja.

En estos momentos era la segunda y, apesar de que el conde ya había crecido considerablemente aún el demonio podía sentarlo en sus piernas quedando uno frente a otro mientras charlaban, coquetea o se encaminaban a llenar la oculta lujuria del menor

—Joven amo ¿esta seguro de esto? Usualmente suele preferir evitar avanzar mucho por la inseguridad de su amada y lo largo que sea la plática -dijo mientras acariciaba la mejilla del conde y bajaba cuidadosamente a su cuello y su cadera causando ligeros temblores a el conde por las frías manos del contrario- ¿Acaso es tan impaciente?

Ese conde.... Embarazado?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora