VI

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La luz se cuela por mi ventana, haciendo que lentamente abra los ojos, intentando acostumbrarme a la iluminación.

Siento que alguien se encuentra detrás mío, abrazándome de manera protectora, por lo que me giro con lentitud, encontrándome con el rostro del oficial Penavos profundamente dormido.

Los recuerdos vienen a mi mente de golpe, como un balde de agua fría, dejándome en estado de shock.

— ¿Pero qué demonios hice? —pregunto al aire, mientras observo con los ojos bien abiertos, totalmente incrédulo, al que duerme a mi lado.

Atento me quedo observando el rostro del oficial Penavos, intentando decidir en mi interior qué hacer, cómo actuar y cómo pensar sobre lo que pasó ayer.

Podría fingir que nada pasó y actuar como si nada, lo cual sería bastante difícil a menos que él haga lo mismo. Otra opción es actuar de manera violenta y una vez despierte echarlo de mi casa y dejar en claro que no quiero nos volvamos a ver nunca más; aunque desconozco la razón, mi corazón se entumece al pensar en esa opción, así que intento quitarla de mi cabeza lo más pronto posible. Lo último que se me ocurre es, dejarme llevar y tal vez invitarlo a desayunar, dejando que todo siga su curso, incluso puede que llegáramos a tener algún tipo de relación en un sentido romántico... No. Imposible. Yo no soy gay. Así de simple y sencillo. No me gustan los hombres.

—Mhn —se queja removiéndose a mí lado, despertándose, provocando que mi estómago se encoja y suba hasta mi garganta.

¡Oh por Dios! Ya está despertando, ¿Qué debo hacer? No he tomado una decisión, ¿Cómo debo actuar? ¡¿Qué debo hacer?!

Cálmate, Kevin, cálmate. Lo primero que debo hacer es dejar de mirarlo, porque en cualquier momento abrirá los ojos y te encontrará observándolo con tanto entusiasmo que malinterpretará todo y pensará que tienes interés en él...

—Buenos días —dice abriendo los ojos con pereza y pillándome, mirándole de manera fija.

— ¡Ah! Eh, b-buenos días —respondo con las mejillas totalmente sonrojadas y desviando la mirada. Dios, me atrapó, ahí, mirándole—. ¿Por qué soy así? —susurro para mí, avergonzado en su totalidad de mí mismo.

— ¿Qué tal?, ¿dormiste bien? —pregunta irguiéndose para sentarse a mi lado y pasar sus brazos alrededor de mi cintura con lentitud, antes de apegarme contra su pecho—, ¿te duele algo?

Mi corazón se acelera y siento que estoy a punto de desfallecer.

—E-estoy bien, no, no me duele nada —tartamudeo intentando ocultar mi rostro de su mirada curiosa.

No puedo creerlo, ¿En verdad eso es lo primero que dice al despertar? No es que me moleste, en realidad es todo lo contrario; siento que mi corazón saldrá disparado de mi pecho en cualquier momento, de lo dichoso que me siento por ser el foco de interés de este hombre.

Alto, un momento. ¿Qué demonios estoy pensando? Kevin, cálmate. Tú no eres gay, me digo a mí mismo, intentando de cierto modo convencerme. A mí no me gustan los hombres, mucho menos el muy, muy bien formado y en demasía atractivo oficial que se encuentra detrás mío...

—Lamento esto —dice interrumpiendo mis pensamientos, mientras que con uno de sus dedos señala una pequeña marca en tonos violetas que se denota en mi brazo—. Supongo que no pude contenerme...

Atentamente observo el moretón, intentando recordar el momento en que se creó, más específicamente la acción que lo provocó; pero a mi mente tan solo vienen imágenes de caricias, besos y demás muestras de deseo.

Hug me, Mr. PoliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora