XI

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"Déjame llevarte a la universidad".

Esa simple frase logró hacer que casi me ahogara con el desayuno que entre los dos preparamos.

— ¿Qué? —pregunto tosiendo un par de veces, tratando de recuperar el aliento.

—Déjame llevarte a la universidad —Repite tomando un sorbo de café, sin dejar de mirarme fijamente, expectante de mi respuesta.

—No, no lo sé —comienzo con la vista en la mesa—. ¿Y tú trabajo?

—Hoy entro más tarde —responde encogiéndose de hombros—, no es necesario que te preocupes por eso.

Me explico: no es que la idea de que Penavos me lleve me moleste, todo lo contrario, tan solo es que me causaba bastante temor tener las atentas miradas de todos los presentes al verme llegar junto a otro hombre, que además trae un uniforme de policía; tal vez esto último parezca algo carente de importancia, pero después de la infinidad de memes que se hicieron conmigo abrazando al oficial Penavos, el que te ven con un oficial de policía, no es la mejor manera de afirmar que no eres homosexual y gerontofílico.

— ¿Entonces? —cuestiona con las cejas levemente alzadas, presionándome para darle una respuesta.

—De acuerdo, pero sin besos de despedida —Sentencio con expresión seria, a lo que él comienza a reír antes de aceptar el trato.

Después de desayunar fuimos a tomar un baño, obviamente por separado, pues si entrabamos juntos sé que terminaríamos tardando más tiempo y no porque el shampoo nos haya entrado en los ojos.

—Es una lástima que no quisieras que entráramos juntos —dice secándose el cabello sentado en la cama, con su vista fija sobre mí—. El agua estaba deliciosa.

—Sí, es una lástima —respondo con la vista fija en una maleta negra que se encuentra en una silla—. Gerardo, ¿Por qué está aquí mi ropa?

—Supongo que no querrás ponerte mi ropa para ir a la universidad —burla al ponerse en pie y dirigirse a su armario.

—Gerardo —Le llamo con expresión seria, hasta que caigo en cuenta de lo que sucede—. ¡Sabías que terminaríamos en tu casa! —Le acuso con aire inquisidor.

—No, no lo sabía —Niega a lo que yo le fulmino con la mirada—. Lo suponía —replica sacando su ropa y dejándola sobre la cama—, es diferente.

—No, bueno sí —Hago una breve pausa y enseguida retomo la palabra—. ¡Pero eso no quita el hecho de que tomaste mi ropa y la trajiste a tu apartamento sin mi permiso!

—Tienes razón, no tengo justificación ante eso —Se quita la toalla que mantenía cubierta la zona desde su cadera hasta las rodillas—. ¿Te molestó eso?

Mi vista instintivamente decae de sus ojos, a su bien trabajado cuerpo, llegando hasta el miembro que presume entre sus piernas. El calor comienza a aumentar y siento que mis mejillas arden, por lo que debo desviar la mirada y tragar saliva, intentando recordar de lo que hablábamos.

— ¿No? Bueno, eso es un gran alivio —dice sonriente al comenzar a acercarse hacia mí.

—N-no, supongo que no... —Logro articular al tenerlo a escasos centímetros de mí y sentir su aliento a menta invadiendo mis fosas nasales.

Con lentitud cierro mis ojos, cediendo ante él, esperando que me bese, cosa que hace, mas no en el lugar que esperaba. Mis labios se quedan esperando, hasta que siento a los suyos posarse en mi frente con un casto beso, antes de alejarse y colocarse sus boxers.

Tardo un par de minutos en darme cuenta de lo que acaba de suceder, pero al hacerlo, me giro a mirarlo mal y con los brazos cruzados.

— ¡Eso es trampa! —gruño fulminándolo con la mirada.

Hug me, Mr. PoliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora