Epílogo; especial de año nuevo.

371 48 79
                                    

Cuando descubrí que Lupe me era infiel, sentí como si mi pecho fuese rasgado desde adentro, hasta respirar era difícil, era el dolor más grande que jamás sentí y que creí, nunca nada podría superarlo; pero me equivoqué. Ver a Gerardo eligiéndola a ella, ver cómo se alejaba de mí a paso tranquilo, el saber que ahora ellos tendrían una vida juntos, me destruyó por completo.

Después de mi encuentro con Penavos en aquel centro comercial, o incluso desde antes, una parte de mí sabía que nunca podríamos volver a estar juntos, mas a pesar de eso, traté con todas mis fuerzas de aferrarme a él, a él y a sus promesas rotas, a sus besos, a mis recuerdos... Aunque, al final fue inútil. La realidad me golpeó con fuerza, en menos de un minuto, me despedí de todas mis bobas ilusiones, antes de salir casi corriendo del lugar, suplicando por desaparecer de la faz de la tierra.

Recuerdo que había corrido ya dos cuadras, el aliento ya me faltaba y mis piernas empezaban a doler, mas a pesar de que el cansancio comenzaba a vencerme, seguí huyendo. Quería imponer tanta distancia entre él y yo, que no me fijé en el camino y terminé por tropezar con alguien que tan solo iba caminando.

– ¡Auh! ¡Qué daño! –aún recuerdo su queja en cuanto aterricé sobre él– amigo, deberías fijarte por dónde caminas –pidió con tono que no revelaba molestia o enojo, tan solo amabilidad.

– L-lo, lo lamento –tartamudeé pasando la manga de mi suéter por debajo de mis ojos, queriendo borrar todas mis absurdas lágrimas– yo, yo no... –el dolor de mi garganta era casi insoportable al hablar, por lo que decidí quedarme callado y dejar la explicación a medias, ¿Qué cosa podría decir para justificarme?

– ¡Vaya, pero si es Kevin! –exclamó con aparente emoción, tomándome por sorpresa al escuchar que dice mi nombre, por lo que dudoso levanté el rostro para mirarlo, encontrándome así con un chico castaño, de piel clara y ojos vivales– ¡Cuánto tiempo!

Durante un par de segundos, lo miré haciendo mi mejor esfuerzo por recordar quién era, entrecerré los ojos y busqué su rostro entre mis recuerdos, sabiendo que en efecto, nos conocíamos, aunque no tuviese claro el cuándo o el dónde.

– ¡Oh vamos! –remilgó llevándose una mano al pecho y poniendo una expresión triste en su rostro– ¿No te acuerdas de mí? ¡Eso sí que duele viejo!

– Perdona... –atiné a decir, mostrando una pequeña sonrisa a la vez que sorbía mi nariz.

– ¿David? ¿El chico que te llevó por una aspirina? –tanteó y eso fue más que suficiente para hacerme recordar.

– ¡David! –realmente me alegré de verlo. Necesitaba a alguien, que supiera de mí, pero que no conociera más allá de lo que yo había querido mostrarle.

Ese día salimos a comer, para ponernos al día sobre la vida del otro, pero lamentablemente, no pasó mucho tiempo antes de que yo empezara a llorar, contándole lo que había sucedido. Desde que me enamoré de aquel policía, hasta por quién me había dejado; por sorprendente que parezca, David estuvo ahí, nunca mostró incredulidad o asco ante mi relato, en vez de eso, me ofreció su hombro para llorar e hizo su mejor esfuerzo por comprender todo lo que había ocurrido.

Cuando llegó la noche, nos despedimos, pero prometimos estar en contacto; así que realmente no me sorprendió cuando a la mañana siguiente recibí un mensaje suyo con un "Buenos días" y un sticker de un perrito saludando; en vez de eso, me alegré bastante.

Dos días después, quedamos para salir. Fuimos a un antro que nos quedaba cerca, la intención era olvidar los viejos amores, después de mucha insistencia de mi parte, él terminó por contarme toda la historia que había sufrido con su última novia, así como yo volví a llorar por Penavos y su traición. Cuando llorar más parecía un verdadero imposible, dimos rienda suelta a nuestro deseo de perder nuestra cordura, así que bebimos y bailamos durante toda la noche, hasta que la cabeza nos punzaba por todo el alcohol ingerido; la resaca hubiera sido de lo peor, mas su compañía, junto con dos grandes pares de agua mineral con limón, lograron aminorar en gran parte el castigo.

Hug me, Mr. PoliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora