El alba se hizo presente atreves de mi ventana, el petricor inundó mis fosas nasales; suspiré pesadamente mientras me levantaba de mi cama, que seguía hecha desde el día anterior, luego de llegar de la casa de Eddie no me había molestado en abrirla para taparme. No había podido pegar ni un ojo en toda la noche, mi razón tenía nombre y apellido.
Angus Morrison.
Por alguna extraña razón no lo podía sacar de mi mente, cada pensamiento que tenía terminaba fijándose en él, en él y su maldita y hermosa sonrisa.
Entré al baño y me miré en el espejo, notando las espantosas ojeras que reposaban bajo mis ojos. Me deshice de mi ropa y tomé una relajante y larga ducha; no tenía porque apurarme aún era muy temprano. Al salir hice lo usual, me vestí, peine y cepillé mis dientes. Me coloqué un poco de base esperando que tapara las ojeras.
Una hora despues bajé lentamente, para no despertar a nadie, caminé hasta la cocina y me preparé un café, comencé a revolverlo pensando en porque no podía despegar a Angus de mi mente. No había pasado nada malo ni comprometedor, no nos habíamos besado, no se me había declarado ni nada por el estilo. Simplemente nuestros ojos se habían unido, provocando cientos de sentimientos en nuestro interior, bueno al menos en el mío.
Suspiré, ¿a él le habría pasado lo mismo? probablemente no. Sacudí mi cabeza tratando de olvidarlo, el simple hecho de que quizá él no sintió lo mismo me provocó una presión en el estomago. Me senté a esperar a Summer mientras tomaba mi café.
Me rehusaba a volver a ir en el autobús en invierno, las ventanas siempre estaban abiertas y al menos que quisieras perder tu dignidad al no poder cerrarlas era mejor quedarte sentado mientras te congelabas. Por suerte el padre de Summer le había regalado un auto, ella iría por mí y luego iríamos por Paige.
Mi madre apareció por la puerta de cocina mientras se amarraba su cabello en una coleta y bostezaba, se sorprendió al verme despierta. Generalmente me despertaba quince minutos antes de salir hacia el instituto, mi madre se levantaba temprano para despertar a los mellizos y llevarlos a su instituto.
—Oh, buenos días, cariño.
—Buenos días —sonreí mientras me levantaba de mi asiento— ¿Quieres un café? —ella asintió con una sonrisa un poco desconfiada, me giré y comencé a prepararle su café.
—¿Se encuentra todo en orden? —preguntó caminando hacia la heladera para sacar la mermelada, luego caminó hasta donde se encontraban las galletas.
—Por supuesto —sonreí lo mejor que pude mientras fruncía ligeramente el ceño—, ¿por qué no lo estaría? —pregunté mientras le pasaba la taza que contenía el café.
—No lo sé, instinto de madre, supongo —tomó de su café—. Además nunca te despiertas tan temprano, ¿mala noche? —preguntó mientras untaba una galleta con la mermelada de frutilla.
—Algo por el estilo —suspiré fijando mi vista en la mesa.
—¿Volverás a casa luego de la escuela? —cambió de tema sabiendo que probablemente no quisiera hablar de lo sucedido anoche.
—Probablemente —alcé mis hombros—. ¿Saldrás?
—Probablemente —reímos. No teníamos secreto entre nosotras, sin embargo respetábamos nuestra privacidad, si alguna no quería expresar algo no había obligación para que lo hiciera; siempre había sido así, bueno siempre desde que se fue mi padre.
Mi celular vibró captando mi atención.
Estoy fuera.
Tomé un último sorbo de mi café, le di un beso en la mejilla.
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Cupido También Se Enamora
Teen Fiction-Vamos, Casey -rogaron los tres chicos detrás de mí. Negué por séptima vez consecutiva. Estaba llegando tarde a clase, no tenía tiempo para lidiar con esto. Realmente no iba a hacerlo, ellos literalmente me estaban pidiendo que haga de cupido, cla...