Me imagino, a tu lado, me lo imagino en la distancia, soñando despierta y dormida.
Imagino un beso de tus labios, deslizándose sobre los míos, despacio, aterciopelados, como si estuviera acostumbrada a besarte y sólo estuviese describiéndote, una vez más.
Te imagino, ahogándome a caricias cada mañana, pero ese ahogo me reconfortaba, como si de un desierto se tratara y llevase mil años sedienta, y tus caricias fueran el agua de un espejismo.
Lo imagino, con los ojos cerrados y la mente abierta, con poesía inventada, con poemas y letras, con tu música de fondo, creando con tus cuerdas vocales, pentagramas, como si tu voz se tratara de la melodía que cada mañana no suena en mi despertador.
Imagina que será de mí, que ni ha pasado una semana y ya te echo de menos, que me parecen meses sin verte y la distancia se me hace eterna, tanto, que hasta las estrellas me parecen más cercanas que tu presencia. Pero sé, que existe un trazo de menos centímetros que los de una escuadra entre nuestros corazones, que estoy segura de que en algún momento sincronizaron un latido.
Pero ahora, te pido algo, imagínate, por un momento, a mi lado, que las estrellas que me parecían tan cercanas fueran las mismas que estuviéramos mirando, y te contasen las veces que te he pensado y que te he imaginado, que nos he imaginado, bailando bajo la lluvia, llorando y riéndonos de los kilómetros, queriéndonos, pero sobre todo, haciéndonos bien, que el daño se lo hace la mayoría.