Chapter Four

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Por fin la bendita alfombra de felpa.

La bendita alfombra de felpa en la que pongo mis pies todos los días al llegar a casa.

Subo las escaleras hasta llegar al piso de arriba, y entro a mi cuarto. Tiro la mochila a un lado y los zapatos al otro. Me acuesto en mi cama y apoyo los brazos detrás de la cabeza.

Por fin estoy solo, por fin.

La profesora Min, quien impartía filosofía (la materia más inservible del universo) se había ido antes por una especie de cita o algo así. Así que, tengo unas dos horas para estar aquí sin que nadie moleste.

Giro levemente la cabeza, y veo donde está mi mesa de noche. Sé lo qué hay dentro, lo sé muy bien. Pero tengo miedo de verlo de nuevo.

Ya había hecho esto una vez, pero no quería repetirlo. Solo trae cosas malas.

Pero estoy tan estresado...

No lo hagas, Felix.

Estiro la mano para tantear la manija de la gaveta.

Felix, no.

La abro y tanteo el interior. Ahí está, la tan preciada bolsa de plástico que no había visto en tanto tiempo.

Vas a hacerlo, claro. Idiota.

Tomo la bolsa y la saco.

Dentro veo los tres pequeños rollitos blancos, que se tornaban algo verdes.

Es malo, Felix.

Abro la pequeña bolsa y tomo uno. Tanteo de nuevo la gaveta y encuentro mi encendedor.

Me llevo el rollito blanco a la boca, y luego lo enciendo por el lado contrario.

Y así como así, inmediatamente, mi espalda comienza a relajarse, y todas mis preocupaciones quedan de lado.

Pero, oficialmente no estaba sobrio. De nuevo.

<<<>>>

¿Me acabé los tres? Probablemente. No lo sé. Lo único que si sé, es que me podría comer un elefante ahora.

Veo por la ventana.

Ha pasado una hora y media. Probablemente me quedé dormido, o estaba tan ido que ni siquiera me di cuenta.

Tomo la bolsa de plástico y la tiro al basurero del baño.

Me lavo los dientes y me cambio la camisa, solo por si acaso.

Bajo las escaleras de dos en dos.

Llego a la cocina y comienzo a buscar.

¿Galletas? No. ¿Cereal? Menos. ¿Sándwich? Tal vez. ¿El pastel que está en el refri? Por supuesto.

Tomo un gran pedazo (la mitad del gran trozo, exactamente) y lo pongo en un plato.

Me siento en el sofá a ver televisión, pero no hay nada interesante.

Estoy malditamente aburrido.

El cerrojo de la puerta se abre, y mamá entra a la casa.

-Hola, Fe...- se detiene al ver el gran plato que me estoy comiendo-. ¿Ahora si comes?

Volteo a verla y sonrió.

-Si, tenía algo de hambre- espero que mi voz no suene extraña-. Mi apetito volvió.

Mi mamá sonríe y se acerca al sofá.

-Bueno, me alegro por ti- dice sentándose a mi lado-. Claro que si comes tanto y tan rápido vas a vomitar, porque no tenías nada en tu estómago.

Maldición, es cierto. Pero no siento náuseas por el momento.

-Te ves algo feliz, ¿pasó algo?- pregunta poniendo el canal de cocina que le gusta.

Respira, no entres en pánico.

-Ehm...- me invento una excusa rápida-. Hoy me fue genial en la escuela. Me llevo bien con todos.

Mentira.

-Los profesores me agradan.

Otra mentira.

-Y creo que por eso puedo comer.

Siempre mentiras, Felix.

-Me encanta oírlo, cariño- me da un beso en la mejilla. Su sonrisa es más radiante que nunca-. Te cocinaré pasta, entonces.

-Me encantaría eso- digo dándole el plato en el que había estado el pastel.

Dios, al fin puedo comer.

Gracias, bendita marihuana.

«Little Things» |FELIX|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora