Chapter Two

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Creo que está claro que no me gusta salir de mi casa. Pero ir a la escuela es una de mis cosas favoritas en el mundo.

Amo llenar mi cerebro de información. Para mi estudiar es algo de lo más importante e interesante. Aunque te enseñen muchas cosas que probablemente no te servirán de nada después.

Por suerte, el curso recién había comenzado en Corea, y mis padres me inscribieron para entrar hoy y ponerme al día con la materia de los días en los que había faltado, que por suerte eran solo 4.

Son las 6:50 am, y ya hasta me puse mi uniforme. No puedo aguantar los nervios.

-Te ves bien, hijo- dice mi padre cuando bajo las escaleras.

-Gracias, papá- digo sonriendo ligeramente-. Quiero verme bien para interesar a las chicas coreanas.

-Espera a que estés en la universidad- dice Rachel tomando un sorbo de su café, con la mirada clavada en tu teléfono-. Lo único que quieres hacer después de estudiar es dormir y tomar café. No te dan ganas de andar por ahí enamorando chicas.

-Ni me lo recuerdes- me entran náuseas al tan solo pensar que a finales de este año hago los exámenes de admisión para la universidad.

Como bien por primera vez en bastante tiempo. Huevos revueltos, tostadas, y hasta un poco de yogurt caen gustosamente en mi estómago. Me siento mucho mejor que antes.

-Que te vaya bien- mi mamá me persigna y me acomoda el cuello de la camisa-. Lo siento por lo de ayer. Sé que estás pasando por un mal momento, y está bien.

Sonreí ligeramente.

-Está bien, mamá, no es nada.

-Y... Si llega a pasarte algo en el colegio- con "algo" se refería a ataques por el síndrome de abstinencia-. Recuerda respirar profundo.

Respira, Felix, respira.

-Si, mamá.- le beso la frente y me encamino al auto junto con Olivia. Ella entró a clases antes que yo, porque yo tuve varios ataques y no me sentía preparado para ir a clases en esa condición, pero creo que ya me siento listo.

-Es mi cuarto día y aún estoy nerviosa- se truena los dedos desesperadamente-. ¿Tú no?- me da un pequeño codazo que se supone me daría ánimos.

-No lo sé, supongo- bajo la cabeza. Ella, al ver mi expresión, deja de sonreír y se queda en silencio.

Aprecio que traten de ayudarme, pero tristemente su tipo de ayuda no funciona.

Mi padre arranca el auto.

No siento ni un solo punzón de las náuseas que por lo general me azotan cada vez que me subía al auto.

Los 15 minutos que duró el viaje fueron (afortunadamente) totalmente silenciosos.

-Adiós, chicos. Cuídense. - dice mi padre desde el auto cuando ya estamos a unos 3 metros.

Llegamos a la entrada, y de repente me sentí mareado.

-Tengo que ir a Geografía- tuerce los ojos Olivia-. Cualquier cosa me llamas, ¿si?

Asentí.

>>Y solo unas instrucciones generales: Uno, el baño de chicos está en el segundo piso. Pero trata de usarlo lo menos posible, todos son asquerosos. Dos, nunca mires mucho a los chicos más populares, te tomarán como su saco de boxeo. Y tres, nunca le preguntes nada sobre su apariencia al profesor de matemáticas... luego sabrás porqué, supongo. ¿Entendiste todo?

Literalmente solo entendí "baño, populares, matemáticas". Pero supongo que me servirá.

-Claro, te veo luego.

Mi siguiente clase es... matemáticas. Y según la guía que mis padres me habían dado, se encontraba al final de este mismo corredor.

Miré hacia el frente, topándome con el increíblemente largo pasillo, que se encontraba lleno de estudiantes corriendo de acá para allá llevando papeles, hablando uno con el otro, o simplemente tratando de subsistir en un ambiente qué tal vez no es su favorito.

Comencé a adentrarme en el infierno. Donde la mayoría de personas me miraban como si fuera un bicho raro.

Chicos tratan de coquetear con chicas de una manera no tan adecuada... y con eso quiero decir: levantar o tocar sus faldas por la parte trasera. Y los profesores simplemente parecían ignorarlo, como si fuera una costumbre y no pudieran remediarlo.

Y cuando voy por la mitad del pasillo, veo a un chico de lentes sentado en una pequeña mesa, en una zona verde a un lado del pasillo.

Es asiático, con unos lindos ojos pequeños, y unos torpes dedos que pasan la página del libro que se encuentra leyendo. Es "El niño de pijama de rayas", si no me equivoco.

Me quedo mirándolo con curiosidad. Me transmite paz, positivismo y, tal vez... soledad. Si, por alguna razón este lindo chico está completamente solo.

Vuelve su mirada antes concentrada en el libro hacia mi, y por instinto aparto la mirada. Mira hacia atrás, como si no creyera que alguien se está fijando en él. Y me sonríe.

Le sonrío de vuelta.

De repente las náuseas empiezan a recorrer mi estómago y garganta.

Dos de los chicos que había visto antes levantando las faldas de las chicas se sentaron a su lado y cerraron a la fuerza el pequeño libro que leía.

Comenzaron a hablarle, y aunque no puedo oír la conversación desde aquí, puedo notar que está incómodo y quiere salir de ahí.

De repente lo levantan bruscamente de su asiento, tomándolo por las mangas de la camisa, y le quitan todas sus pertenencias. Billetera, teléfono, su pequeño libro, y hasta sus lentes...

Sus lentes.

Recuerdo las palabras de mamá. Respira, Felix, respira.

Por una razón me interesé tanto en ese chico. Así, sin sus gruesos lentes, y el cabello despeinado, se parecía mucho al chico por el que empecé a consumir. El chico del accidente...

Definitivamente respirar no funciona.

Corro por el pasillo, tratando de no caer y no chocar con nadie. Miró por todos lados, todos los pasillos, hasta que veo un cártel verde que pinta "SANITARIOS".

Abro de golpe la puerta y entro a uno de los pequeños cubículos para descargar todo mi desayuno en un inodoro.

Los pisos son sucios y húmedos, y todo el lugar huele a basura, alcantarillas y perro mojado.

Salgo sosteniéndome la cabeza, que comenzó a doler de nuevo. Lavo mis manos y me enjuago la boca. Por suerte no había nadie dentro, o habría sido una vergüenza.

Alguien abre la puerta.

-¿Que diablos haces aquí, maldito pervertido?- Es una voz femenina.

Recuerdo las palabras de Olivia en la entrada. El baño de chicos está en el segundo piso.

-Oh por Dios...- la miró con ojos abiertos-. Lo siento mucho, soy nuevo. Y no...

-Siempre hay un tour para los nuevos donde te dicen la ubicación de los baños, idiota.

-Lo sé, pero yo no...

-Solo lárgate de aquí- grita otra chica que también había entrado al baño. Genial.

Camino para encontrarme de nuevo con el poblado pasillo, que ahora está infestado de gente que me mira y se ríen cuando les paso al frente.

-Oye- grita alguien varios metros atrás. Es el mismo tipo que había estado molestando al chico lindo de lentes-. ¿Que estabas haciendo ahí? ¿Retocando tu maquillaje?

Todos alrededor ríen.

Lo miro con ojos amenazantes. Y en una milésima de segundo su mirada se vuelve sombría y seria.

Nunca mires mucho a los chicos populares, te tomarán como su saco de boxeo.

Fantástico. Ahora soy el hazme reír de la escuela, y el saco de boxeo personal de un bully.

«Little Things» |FELIX|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora