9.1 Remembranzas

22 3 0
                                    



—¿Sabes, Law? El convivir con mi estricto padre siempre fue muy difícil, e igualmente la frialdad de mi madre hacia él y hacia mí era más que evidente pues su matrimonio fue arreglado, y ella amaba a otro hombre. Cuando Salandter se percató de todo esto le pidió a mi padre permiso para que le dejara criarme en Elther, para mejorar todas mis habilidades ya que su pueblo era más desarrollado. Mi padre accedió de inmediato, dado que no le importaba mucho, pero si quería un heredero capacitado por el bien de su gente. Así fue como acabe yendo directo a Elther. Lo que pensé que era el castigo más grande que mi padre me había impuesto fue la mayor bendición que pude haber recibido.

–––"Jerral, vamos, es momento de despedirse de tus padres"...En dicho momento recuerdo que sólo realicé un leve reverencia y di media vuelta, dirigiendo mis pasos de nuevo hacia Salandter, no quise mirar atrás, el enojo con mis padres por dejarme partir tan fácilmente no me lo permitió.

––– "Jerral", recuerdo que me llamo mi padre, y eso me paralizo, no pude dar un paso más, ni siquiera voltear. Pensé... pensé que tal vez me diría que me quedara, que había recapacitado y que me deseaba a su lado pero sólo me pidió que no le causara problemas a Salandter, para después irse como si nada.

Creo que el viejo miro mi decepción y dolor, pues me dio unas palmaditas en la cabeza, como queriendo consolarme. Continuamos nuestro viaje sin cruzar palabra alguna, simplemente me dedicaba a imitarle y a no ocasionarle problemas, tal y como mi padre me lo pidió. Ya a medio camino en barco y con los mareos continuos, me dedique a estar en el camarote, saliendo solamente cuando realmente se ameritaba. Así llegamos a Elther donde comencé a recibir todo tipo de clases, con distintos maestros. Por supuesto, Salandter me visitaba a diario, pero, cierto día, trajo consigo a una chica unos ocho años mayor que yo, la cual era hija de un buen amigo suyo, el cual era uno de sus soldados más leales. El nombre de ella era Soraya. En poco tiempo nos hicimos muy amigos, pues se le ocurrían muchas travesuras, mas, en ni una sola ocasión, me dejo enfrentar el castigo solo, que, en realidad, nunca fue demasiado duro. Además, parecía que Salandter estaba más que satisfecho de ver todas nuestras fechorías.

Poco a poco, me fui uniendo al viejo y a Soraya, aprendiendo de ellos. En una ocasión Soraya salvo mi vida, pues me estaba enseñando a nadar en el lago que está a unos cuantos kilómetros dentro del bosque, y, como todo niño impetuoso, se me ocurrió el ir a lo más profundo para comprobar mis nuevas habilidades, pero el miedo me traiciono. Me hundí, y ella fue a rescatarme. Casi se ahoga también. Al final, el mismo Salandter nos tuvo que sacar del embrollo. Me esperaba un castigo grande, o eso pensé, pero en lugar de eso sólo obtuve un abrazo y lágrimas del viejo, que decía que sintió como su vida perdería significado si alguno de nosotros moría. Lo repitió muchas veces, y, sobre todo agradecía que estuviéramos bien.

Después de esa situación, Soraya y yo nos prometimos el cuidarnos el uno al otro, ya que el viejo no se merecía nuestras travesuras sin sentido, sino que, lo que más se merecía, era nuestro cariño y compañía. Ella logró cumplirlo de inmediato, debido a que cada vez era más sobreprotectora, más regañona, más como una madre —murmura con una risa ronca en su garganta—, mientras que yo quería mejorar en todos los aspectos que pudiese. Mi desempeño siempre era destacado, pero eso era porque sabía que ellos me esperaban para reír, bromear, jugar y cenar después de dichas actividades. Todo era diversión y felicidad, mas la catástrofe no tardó en llegar...

Solo había pasado 3 años desde que deje Dakryntos cuando una horrible noticia obscureció mi alma. Un día llego un mensajero con una carta de parte de mi tía, Elvarian, la cual decía que mis padres habían muerto misteriosamente. Recuerdo que la noticia me deshizo totalmente, no podía reaccionar, sólo sentía como las lágrimas salían de mis ojos y recorrían mi rostro. No fue hasta que Soraya y Salandter me abrazaron que pude reaccionar de verdad. Lloré y grité como nunca antes lo había hecho; no podía en creer esas palabras, o, mejor dicho, no quería hacerlo.

LEVADIOKOSWhere stories live. Discover now