10. Desdén.

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Al tocar el puerto ya había llegado el momento de bajar de los barcos y despedirse de Jerral y sus acompañantes, pero antes de esto la chica tenía un pequeño plan.
–––Hey, Jerral, ven conmigo. –––Dice, y él chico le obedece, siguiéndola hasta llegar al camarote de esta. Ya ahí le lanza una sábana encima, la cual bloquea su visibilidad de manera momentánea y sólo escucha las carcajadas de Law y el sonido de algo metálico. Cuando se quita la sábana mira que la chica tiene en ambas manos a los halcones que Salandter le había obsequiado. –––Jaja, tu cara fue un poema, hermano mío.
–––Jaja, muy gracioso. Si no tuvieras en tus manos a esas criaturas ya te estuviera golpeando.
–––Por el mismo motivo es que las saqué —mofa de nuevo—. Dejando de lado las bromas, elije uno, por favor.
––– ¿Qué demonios dices? Pero si Salandter te los dio; tú eres su dueño y, aparte, te dio los libros para que continuaras con su crianza. Si me das uno jamás podrán reproducirse.
–––Hermanito mío, creo que él sabía perfectamente que nos volveríamos amigos y que terminaría por ofrecerte a uno de estos dos.
–––Pero… —murmuró insistente.
–––Deja de ser tan bejín y escucha mi propuesta; Cada año, en las fechas que indica el libro y en los pergaminos, viajaremos a algún sitio que sea idóneo para la reproducción de los halcones, así, ellos se reunirán y nosotros podremos vernos luego de un largo tiempo. ¿Qué te parece mi propuesta?
Jerral permanece pensativo, hasta que, de la nada, simplemente suspira con gran resignación.
–––Espero y Salandter no regrese a tirar de mis orejas por acceder a esta tontería, pero acepto; Me llevaré al afable Eirion, y tú quédate con la mal geniuda de Estra.
–––¿Cómo que mal geniuda? Si conmigo es un amor. –––dice Law, a lo que el halcón hembra le comienza a separar el cabello con cuidado, como haciendo cariños.
–––Vaya… quién iba a decir que esta maleducada se enamoraría de un chiquillo. Me pondré celoso.
–––Deja de molestar a la pobre de Estra; por ello no te quiere. Bueno, ya accediste, así que los meteré en su jaula y te entregare a Eirion. —Tan pronto como lo dijo así lo hicieron, Leyla abandonó el barco con todas sus pertenecías, y también la yegua y el halcón.
–––Adiós, Rey Jerral. –––dice siguiendo el barco y abanicando su brazo derecho, despidiéndose.
A los que él respondió:
–––Nos vemos, Law. Pensaré en la respuesta de tu confesión hasta que nos volvamos a encontrar. –––dice sin soportar las ganas de reír y se escucha una sonora carcajada. Al escuchar esto todos voltean a ver a Law y esta se sonroja, moviendo la cabeza de manera energética mientras niega.
–––¡Eso no es verdad! ¡Yo no me le confesé! ¡Ese fue un mal entendido!
Sin saber que esto empeoraría las cosas, ya tenían material para molestarle el resto del viaje, a lo que los chicos no desperdiciarían tal oportunidad. Para escapar del bullicio y las burlas, Leyla decidió ir a la habitación del hotel y tomar su merecido y relajante baño después de tantos días y tanto ajetreo. Ella pensaba que lo tenía más que merecido, y lo disfrutó a más no poder. Horas después, las cuales aprovecho para leer un par de libros, llegó Roy.
–––Law, ¿ya tomaste tu baño? –––Dice el joven curandero retirando su enorme gabardina de su cuerpo y retirando las armas escondidas en ésta.
–––La pregunta ofende, Roy. Si, y vaya que lo disfrute. ––– dice elevando la vista de su libro.
El hombre ríe y le contesta:
––– Eso es bueno. Ahora, por favor, retírate de la habitación, que ya es mi turno de disfrutar.
–––No me lo pidas dos veces —mofa mientras se levanta de la cama—. Que disfrutes de tu baño, iré a la habitación de Baltor para ver si está y averiguar si ha leído algo interesante.
–––Espera –––dice él antes de que ella salga de la habitación.
––– ¿Si? –––Cuando voltea se da cuenta que su mentor ya no lleva encima su camisa, siendo capaz de ver su musculoso y a la vez delgado cuerpo, pero ella lo ignora, pues ya en más de una ocasión lo ha visto, esto debido al tratamiento que se ofrecen entre ellos para curarse las heridas de batalla.
––– ¿Es verdad que te confesaste a Jerral y le revelaste tu género? —murmura con desconfianza.
––– Claro que no, es más, él piensa que soy varón.
––– Si así se lo está pensando, no me imagino que pasaría si se entera de que eres una chica en realidad, además, si mal no recuerdo, pasaron un par de horas, solos, en esa enorme habitación —comentó haciendo énfasis en la privacidad por la cual pasaron ella y Jerral.
––– Oh, vamos, sabes bien que no me confesé. Deja de molestarme —dijo con molestia—. Ya me voy.
Al cerrar la puerta, la chica escucha las carcajadas de su mentor del otro lado de esta, ocasionando que se enoje aún más. Pero en sus pensamientos, Roy ocultaba una breve amenaza para ese Rey que se atrevió a posar sus ojos en su aprendiz. —Maldito mocoso… —pensó—, más te vale alejarte de ella o investigaré si en tus venas realmente corre sangre azul…
A la mañana siguiente partieron a Speros, rogando para que el viaje fuese tranquilo y que todos llegaran con bien al reino, y, de esta manera, así fue, realizando pequeños descansos para curar las heridas de los pacientes o para dormir por la noche, el viaje sólo tomo un par de días más que la ultima vez; Toda una osadía por la cantidad de personas que se trasladaron.
Al llegar a las afueras de las murallas, Alberth recibió una carta que cambio su semblante alegre por uno de enojo y frustración, aunque, por unos segundos, volvió a sonreír para indicarles a los refugiados de Elther que podían descansar en ese lugar, eso con el favor de iniciar la construcción de sus tiendas para pasar la noche. Tanto a Roy como a Law les pareció realmente extraño el comportamiento de Alberth, por lo que se acercaron para hablar con él.
–––¿Qué sucede? –––pregunta sin rodeos un preocupado Roy.
–––El rey me ha mandado esta carta —escupe mientras les muestra la carta, ya arrugada por la fuerza del agarre—. Dice que no piensa recibir a toda esta gente, y que quiere vernos a todos en la sala del trono.
Inmediatamente cambiaron los semblantes de Roy y Law, ambos de molestia e irritación. Con tales emociones, los  sobrevivientes de la tropa se dirigieron rumbo al castillo para atender las egoístas exigencias de su rey.
Al llegar a la sala del trono, por sugerencia de Alberth y Roy, Leyla se colocó casi al centro, dos hombres más a la izquierda, pues al rey le fallaba un poco el ojo de dicho lado. El rey se miraba un tanto molesto, algo lo cual sus acciones y palabras terminaron por confirmar.
–––Alberth, mi general, dime, ¿Cómo es posible que te mandara por 200 personas y que tú regresaras con más de 250? Esto según los cálculos de mi consejero. –––Dijo soberbio.
–––Mi señor, el reino de Elther fue atacado poco después de nuestra llegada —En esta ocasión, Alberth no suavizó su voz ni sonrió como siempre, sino que actuó frio y calculador—, tuvimos que escapar con todos los ciudadanos que nos fuera posible. Sé que son un poco más de los acordados, pero el rey Salandter nos dio más oro. —Mencionó, a lo que  Alberth coloca una enorme bolsa en el suelo. Leyla la reconoció de inmediato, pues era la bolsa de Roy, aquella que utilizaba para guardar el dinero que ganaba en apuestas—. Además, mandó diez caballos más y una gran cantidad de libros, esto para pagar a las personas extras. Por todo esto, le ruego que les permita quedarse en nuestra nación.
El rey, sin nada más que una mueca en su rostro, pronunció lo siguiente:
–––Está bien, se los permitiré. Pero ellos no podrán vivir dentro de las murallas, por lo que vivirán en el bosque y tendrán que valerse por sí mismos.
–––Pero… —exclamó Alberth con gran indignación.
–––Sin peros, Alberth. Estas personas son clandestinas en mi nación y no los recibiré con los brazos abiertos a menos que demuestren que son merecedores de ello, tanto ellos como las más de cincuenta viudas y huérfanos; En especial estos últimos, no son más que un estorbo para el avance económico de la nación. –––Todos los presentes sentían que la sangre les hervía; Esas personas estaban sin absolutamente nada en esta nación, y, aun así, el rey no les tenía ni un poco de consideración. Pero sólo uno lo bastante confiado y valiente pronunció las palabras que todos pensaron.
–––Rey, por favor, sea más considerado; Estas personas lo han perdido todo, y nosotros mismos nos hemos arriesgado a perderlo para traerlos hasta acá a salvo. –––Pidió Roy con un mensaje que conmovió a varios,  y sin embargo, por más sentimental que esta fuera, la respuesta del rey, de nuevo, no fue la esperada.
–––Roy… cierra tu venenosa boca. Aún estoy molesto contigo por irte sin mi consentimiento. No cambiaré de opinión. De hecho, deberían estar agradecidos y satisfechos con el permitir que residan en mis tierras. –––El rey se levantó del trono, a lo que después se va mientras es guiado por la ira, vociferando palabrerías en contra de todos los presentes. 
Leyla, al escuchar esas pútridas palabras salir de la boca de su padre, se enfurece totalmente y camina en dirección al bosque, siendo seguida por sus compañeros. Prontamente Sulker la alcanza, halándola de un brazo tan rápido como puede.
–––Hey… ¿Qué diablos piensas hacer?
–––Si él no piensa ayudar a esos niños yo sí lo haré; Les construiré una casa enorme para que ellos vivan cómodamente ahí y les enseñare a cazar, a leer, a escribir y muchas otras cosas más para que él se arrepienta de no haberlos valorado y considerarlos un estorbo. –––dice con una ira enorme, comparable a la determinación que se mira en sus ojos.
Los chicos se quedan de piedra, pues jamás pensarían que Law, el que siempre habla de servir al rey y al reino, podría hablar de esa manera. Ya que sólo algunas sabían que ella no sólo se sentía furiosa por la situación, sino porque se sentía más que identificada, pues ella había vivido ese mismo desprecio por el rey. Aún sentía rencor hacia aquel rey que también la había llamado estorbo.
Sin embargo, esta vez no sabían qué hacer, y Leyla mucho menos, pues al llegar al bosque se percató que ni siquiera había traído un hacha para comenzar a trabajar. Eso la enfureció más, el simple pensamiento de cómo podía ser tan tonta, y, sobre todo, en donde rayos se encontraba. No reconocía nada de ese lugar, sí, como siempre, ya se había perdido. La frustración se apoderó de ella, pero no hallaba la forma de desahogarse. Mas un ruido captó toda su atención, a lo que, de inmediato, sacó dos de sus dagas, parando en seco antes de lanzarlas.
Las personas que aparecieron no eran otros que Baltor y Sulker, que traían con ellos todo el equipo necesario para talar y unas pocas cosas de construcción. Ella simplemente no supo cómo reaccionar ante eso.
–––Rayos, Law… No puedes simplemente desaparecer así en el bosque, y tú menos… que cualquiera recuerda que tiene una orientación del demonio.
–––Lo siento… estaba furioso —murmura apenado.
–––Bien, dejen de discutir. Hay que hacer un buen plan, pues no sólo se trata de talar y martillar, primero tenemos que encontrar un buen lugar que tenga agua cerca y otras comodidades, talar cerca de ahí y comenzar a construir. Tenemos que ser más astutos.
Todos permanecieron pensativos, hasta que, poco a poco, comenzaron a surgir las ideas.
–––¿Qué les parece el claro que esta cerca del rio? Ese lugar es amplio y no muy rocoso, aparte no está ni tan cerca ni tan lejos del castillo. Y también puedes tomar agua del rio, que sólo está a unos cuantos metros y nunca crece mucho como para ser peligroso.
–––Esa es una buena idea, Law, pero sólo te tengo una pregunta… ¿Cómo sabes todo eso y no puedes llegar tú solo hasta ahí? —preguntó Sulker en tono burlón.
–––¡Con un demonio, Sulker! No es mi culpa el no tener sentido de la orientación… —murmuró apenado—. Pero, Baltor, tú en una ocasión me acompañaste ahí para descansar luego de transportar plantas medicinales, así que, por favor, dime que recuerdas como llegar a ese lugar.
Él, sorprendido, miró hacia los lados, como queriendo hallar la respuesta en los árboles.
–––Creo que sí sé… pero no perdemos nada con intentarlo —dijo Baltor convencido de que lograrían hacerlo.
Después de esto todos se pusieron en marcha, a lo que los chicos caminaron menos de quince minutos, ya que prontamente llegaron al claro y observaron dos siluetas, las cuales no eran otros que Roy y Alberth.
–––Al parecer todos tuvimos la misma idea –––dice un sonriente Alberth.
–––Entre más manos, mejor. Si trabajamos desde hoy podremos tener la casa en menos de quince días, digo, si todo va bien —comenta Roy con el mismo ánimo que Alberth.
–––Pues… qué esperamos. ¡Manos a la obra! –––Dijo la chica con una enorme sonrisa en el rostro.
Al día siguiente el rey decreto lo que ya les había mencionado un día antes; Dejo pasar a las doscientas personas que estaban en el trato, pero a las veinticinco viudas y veinticinco huérfanos los dejo fuera, sin remordimiento alguno. En ese mismo momento, Law se acercó a ellos y les contó lo que estaban planeando y como podrían sobre vivir por sí mismos, para después de un tiempo ser reconocidos por el rey para vivir dentro de las murallas. Los niños fueron los primero en alegrarse, pero las pobre viudas tenían sus dudas sobre el rey. Aun así todos comenzaron a ayudar con lo que podían para construir la casa, y cada vez llegaban más manos, como Sebastián, que era alguien bastante perezoso, pero ante las causas justas puso todo su empeño, o como Alfred, que apenas se estaba recuperando de unas heridas graves que recibió en la batalla.
Con más manos que ayudaran, las cosas fueron más sencillas; quien no talaba, cortaba los troncos para construir, quien no cortaba los troncos, los acomodaba y clavaba y el que no hacia alguna de estas actividades cazaba y los demás cocinaban. Era todo un trabajo en conjunto. Algunas viudas y niños ayudaban con lo que podían también. De este modo, la casa quedó lista dos días antes del  plazo que Roy estimaba. Era grande y hermosa, con un enorme huerto a un lado. Era verdad que tendrían que compartir habitaciones, pero nada le faltaba ni sobraba. 
Ese día decidieron hacer una fiesta para festejar que terminaron la casa, y mientras se daba la celebración Leyla intento acercarse a  John, pero este se apartaba como si de la peste se tratase. John terminó por enojarse y tomó un camino por el bosque, puesto que él sabía perfectamente que Law no lo seguiría, ya que no tenía sentido de la orientación, o al menos eso había escuchado de Sebastián mientras ayudaba. Con lo que no contaba es que, por la preocupación, los gemelos lo seguirían hasta el bosque.
–––¿Qué rayos crees que haces, John? Law ha estado todo este tiempo ayudándonos y tú sigues siendo malo con él ––dice la pequeña Bitriac, molesta por el comportamiento de su primo.
–––Cállate… tú no sabes de cómo me siento —murmuró dolido.
–––Crees que no lo sabemos, pero nuestros padre murieron hace poco, por si no lo recuerdas, y ahora que nos sentíamos como una nuestra familia los tíos también murieron. Nosotros también estamos desolados, sin embargo sabemos que ellos estarían molestos y tristes si no somos fuertes. –––pronuncia el pequeño Batriac que por fin levantaba la voz ante alguien en su vida, mientras lagrimas salían de sus hermosos ojos. John, apenado, baja la vista, para después alzarla rápidamente ante lo que se acerca a ellos.
En ese momento, con extraordinaria importunidad, un enorme oso sale de los arbustos, dejándolos sin escape, pues detrás de ellos estaba el rio con toda su inmensidad y violencia.  Hallándose desesperados, su aliento de alivio apareció junto a Law, quien detuvo el zarpazo del oso con ayuda de una lanza.
–––Niños,  colóquese detrás de mí, por favor —musitó Law, debido a la fuerza que estaba ejerciendo contra el animal. 
Así lo hicieron los gemelos, pero John no se movió; estaba paralizado por el miedo y el orgullo. El animal aprovecho esto para atacarlo, pero Law se interpuso en un parpadeo, abrazando al chico y recibiendo en su lugar aquella letal herida que la mando a volar casi dos metros hacia el suelo y destrozando su armadura ligera . Los niños lloraban, pues el oso ahora se dirigía a ellos. Leyla, tambaleante y cubierta de heridas, se levantó y arrojó su lanza a este para evitar que los atacara, ignorando por instantes el hecho de que había perdido su única arma. El animal, molesto por el reciente ataque, se abalanzó hacia ella, quien cerró los ojos ante la inminente desgracia, cosa que nunca llegó, puesto que dos lanzas más se clavaron en su espalda, dándole como última estancia la muerte. Los responsables de tal acto fueron Alberth y Sulker, quienes fueron alertados por los gritos de los niños.
–––Llegaron justo a tiempo… por poco y no la cuento. –––dice Law con dificultad mientras evoca una leve sonrisa en sus labios.
–––¿Por qué demonios sonríes? ¡Acaso no ves que estás casi muerto! –––exclama Sulker corriendo a su lado para ayudarle a pararse.
–––Mirando tu condición creo que Roy te matara…
–––Por favor, maestro, no diga eso… que no tendré muchos ánimos de llegar. Y lo malo es que necesito llegar lo más rápido posible —dice Law.
—Entonces no tenemos opción; te tendré que cargar como a una princesa. –––dice Sulker con una sonrisa traviesa, levantando a Leyla en sus brazos.
–––Creo que al que mataran será a ti, por lo tanto lo haré yo. –––Dice Alberth quitándosela y llevándosela él—. Tú encárgate de los niños.
Todo se hizo tal y como dijo Alberth, y, al llegar, Roy se llevó a Leyla a caballo hasta su clínica, en la chica reposa durante un par de días, la mayoría durmiendo, los cuales los niños no quisieron  retirarse del lugar hasta que miraran a Law. Cuando por fin Roy los dejó pasar a verle estaban todos tan emocionados que casi le caen encima a Law.
–––Hay que ver cuánto entusiasmó tiene por verme —mofa Law con una sonrisa de oreja a oreja.
–––Sí, Law, ya queríamos verte. También te trajimos flores para que te recuperes pronto. –––Dice uno de los niños.
En ese momento, con arrepentimiento y felicidad, John se acerca y le abraza fuertemente, sorprendiendo a Law.
–––Lo siento… fue mi culpa lo que te sucedió. De verdad, lo siento, Law… no quiero que mueras, quiero que cuides de nosotros… y, cuando yo sea grande, cuidare de ti como tú con nosotros… de verdad… lo prometo —murmuró entre lágrimas.
–––Gracias, John. –––Dice Law sonriéndole.
Después de algunos días Law salió de la clínica casi totalmente curada de sus heridas, ahora los tres niños vivirían junto con Sam y ella. Roy le contó que debido al accidente decidió poner trampas a cierto perímetro de la casa, asimismo también hizo un camino para que todos estuvieran a salvo. Los días pasaban y todos estaban en paz. Una paz, tan frágil, de la que todos se percatarían poco después…

LEVADIOKOSWhere stories live. Discover now