2. Azul

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El día en el que las clases comenzaron.

Rebecca despertó con una hora de anticipación para preparar un desayuno gigante el cuál nos brindaría la energía suficiente para superar el día que estaba por ocurrir.

Mi padre nos habia inscripto a ambos para comenzar los estudios lo más antes posible y así fue, en menos de lo que cantó un gallo ya debíamos afrontar la nueva vida aquí y sinceramente yo no me sentía lo suficientemente preparado.

El duelo se hacía eterno en mi cabeza y me costaba dormir, lo único que alivinaba mis pensamientos era escribir sobre mi tristeza en forma de versos en un papel, me sentaba horas a hacerlo porque era la única vía por la cual descargar mis emociones sin lastimar ni molestar a nadie. Esa mañana escribí una poesía que había surgido de la inspiración a partir del dolor, comencé el día con una fortaleza distinta ya que el resultado me impulsó a afrontar las cosas que estaban por ocurrir.

Mí hermana y yo fuimos punto de atención y miradas durante la entrada en el colegio nuevo, papá nos habia aventado hasta la puerta con su auto y eso "supuestamente" habia sido el primer paso errado.

La escuela era muy grande y nueva, imaginé que podría perderme muy fácilmente en el lugar y comencé a caminar hacia donde encontrara algún directivo que sirva de guía.
Rebecca automáticamente fue acompañada por una maestra un poco mas joven hacia su salón de clase pero aun así, desconfiaba de tenerla lejos.
Entré a varios salones vacíos siguiendo las instrucciones del supuesto director, quien me indicó el camino al pasar. En un golpe de suerte me introducí a uno que decía ser el correcto según las características que estaba siguiendo, en el cual permanecía el caos adolescente representado en una misma escena.
Habia un profesor con anteojos intentando callar a sus alumnos, toqué su hombro y al verme abrió los ojos contento como si hubiese descubierto un hallazgo.
—Oh... tu eres el nuevo chico del que me hablaron en dirección, el argentino...— decía con mucha ilusión mientras sonreía—... te llamas Lucas verdad?
—Si. Soy Lucas Parker.— dije con amabilidad, este hombre me habia caído bien.
—Okey... eehh niños...niños...¡NIÑOS!— gritó fuertemente en dirección al resto que se calmó luego de su grito.
—Hoy voy a presentarles a un alumno nuevo en la institución, se llama Lucas Parker y espero que todos lo traten amablemente.— dijo en un tono mas tranquilo.
Era la primera vez que me presentaban en una escuela y no sabía como sentirme, detesté siempre ser el centro de atención.
—Y bien... niños, Lucas necesita sentarse así que denle un espacio en alguno de los bancos o voy a tener que seleccionarlos yo.— era gracioso como los amenazaba siendo de apariencia tan vulnerable y tierna. Parecía de esas personas que tienen que ser rudas por obligación.
Nadie movió un pelo ante lo que dijo el profesor, salvo por una persona, una muchacha de pelo Azul y ojos celestes, que sorpresivamente, su cara resultaba conocida.
Se movió a un lado dándome lugar suficiente para sentarme mientras que el profesor esperaba impaciente.
—Puedes sentarte aquí, Lucas.— dijo con un tono amigable.
Me encaminé hacia el lugar y comencé a hablar con ella, por suerte los nervios no habían invadido mi ser y la timidez no era conocida en mi personalidad. Me gustaba hablar y ser sociable con algunas personas y cuándo la situación lo ameritaba.
—¿Así que... de dónde vienes? Me gusta mucho tu acento.— dijo la chica en un tono bastante bajo para que el profesor no pueda escuchar y armar un papelón.
— Soy de Buenos Aires, Argentina— dije con amabilidad notoria.
—¿Y por qué estás aqui viviendo?— preguntó.
Mis manos comenzaron a transpirar y mi boca no sabía que responder, tan sólo pensar en que debía aclarar el motivo por el cual nos mudamos, me producía una ansiedad indescriptible.
La muchacha, que esperaba mi respuesta con paciencia, notó que me estaba sintiendo incómodo y me salvó de ese vergonzoso momento con una sonrisa de entendimiento y un desvío de miradas hacia el fente, donde el profesor daba su clase.
El sonido de la campana me permitió descansar de mi enfoque en la oratoria proveniente del hombre con anteojos.
Todos mis compañeros de clase comenzaron a levantarse y encaminarse hacia la cafetería, la chica del cabello azul siguió sus pasos.
— ¿Vienes?— preguntó con cierta dulzura. Guardé mis útiles y me levante de mi asiento para perseguirla hasta el lugar.

Mientras caminábamos, pude notar una cara familiar que resaltaba entre el resto, mirándome con detenimiento, me concentré en memorizarla y en mi mente apareció la identidad correcta.
El chico alto, de cabello castaño y ojos cafés, era mi vecino. Perdido entre mis pensamientos, comienzo a ver que se acerca a nosotros, observo confundido la situación mientras que el castaño se acercaba a la chica de cabello Azul.
- Camila. Escúchame de una vez, millones de veces te he dicho que no utilices mí gel para el cabello. Lo busqué toda la mañana- el chico parecía enfadado con quién sería, supongo, su hermana: mí otra vecina.
- A ver, Manuel. El baño es de todos y por ende, lo que hay en el baño es para todos. Deja de fastidiarme- respondió la muchacha con altura cerrándole la boca a su hermano, quien se alejó de nosotros con cara de enojado.

Me di cuenta, luego de un rato, que ninguno de ambos hermanos sabían que yo era su misterioso vecino, así que sin vergüenza y con sorpresa, le dije que era la familia que había llegado a la casa de al lado hacía unos días atrás y que nunca había visto sus caras (salvo por Manuel, a quien reconocí al instante) y por eso había sido "difícil" presentarnos correctamente.
La muchacha quedó totalmente satisfecha con ese último dato y se puso feliz al saber que tenía un nuevo amigo que además, vivía al lado de su casa.

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