Natalia necesitaba, desesperadamente, fumarse un cigarro. Llevaba despierta desde las cuatro de la mañana, terminando maletas, cogiendo taxis y pasando por controles del aeropuerto. Ahora, conforme amanecía, ella esperaba en los duros y fríos asientos, junto a la puerta de embarque. Sus amigos, Miki y Joan, habían dicho que no les quedaba demasiado para llegar al aeropuerto del Prat, aunque eso no era lo que carcomía su pensamiento.
¿Cuánto llevaba sin ver a Alba? ¿Desde el año pasado, quizá? No podría decir una fecha exacta, sólo sabía que desde que empezó a salir con aquel chaval, Mario, prácticamente desapareció. No cogía llamadas, a duras penas hablaba por el grupo de amigos que tenían en WhatsApp y tampoco acudía a las fiestas o quedadas. Incluso, escuchó decir a María, había dejado su trabajo de cantante.
Sin duda, no era propio de ella, y todos lo sabían, pero nadie decía nada. Nadie le habló a Natalia de los moratones, del control al que Mario la sometía, de cómo la obligó a dejar a sus amigos, su trabajo y su música. Nadie le contó que la que era su mejor amiga había vivido ese infierno en completa soledad.
Porque sabían que, de haberlo hecho, Natalia se habría vuelto completamente loca. Por ello, simplemente la dejaron pensar que Alba pasaba de ella. Que prefería tirar todos los años de amistad por la borda, todas las tardes en el piso, tiradas en la alfombra, y los desayunos del sábado en la churrería de doña Carmen, después de una buena resaca o una horrible semana de entregas.
Que Alba simplemente se había olvidado de ella, como todos los demás.
Desde entonces, Miki se convirtió en su mayor apoyo. Él y Helena, su novia, fueron quienes la mantuvieron a flote. Miki y Natalia compartían piso desde Septiembre, pero su amistad databa de tiempo atrás, pues las familias de ambos habían estado siempre muy unidas.
Helena fue de las primeras personas que Natalia conoció en la Universidad. Para Miki, fue un flechazo instantáneo. Helena y él se complementaban a la perfección, trabajaban bien y tenían una comunicación que causaba la envidia de la morena. Ojalá ella pudiese encontrar alguien así, con quien sólo bastase una mirada para entenderse.
Bueno, Alba. Alba era esa persona, al menos antes de desaparecer.
"Pasado, pisado" se recordó Natalia, sacudiendo la cabeza. Debía mantenerla fría. Alba Reche había decidido salir de su vida abruptamente, haciendo daño y sin avisar, así que ahora no lo tendría tan fácil para volver.
Joan era el mejor amigo de Miki, pero también una de las personas más cercanas a Alba. Él era quien había propuesto el viaje, claro. Viaje que, en principio, no incluía a Alba Reche, y, que de ser por Natalia, ahora tampoco lo haría.
Y es que la que iba a ir era Helena, acompañando a su novio. Pero los negreros del estudio donde trabajaba no le daban ni un respiro, y Miki, con ese corazón de oro que tenía, decidió invitar a Alba, tan sólo porque acababa de dejarlo con Mario y "creía que le sentaría bien despejarse".
"Estúpido Miki" pensó, maldiciendo a su amigo. Le había jodido el viaje, y ya no podía echarse atrás.
Las ganas de fumar aumentaban con cada segundo que desaparecía tras la aguja de su reloj de pulsera, el cual miraba sin cesar, deseando detener el tiempo. Deseando que el momento de enfrentarse a esos ojos color miel, que tantas dudas provocaron en su corazón, nunca llegase.
Porque preparada no estaba. Ni para verla, ni para perdonarla, ni para escuchar. No quería saber qué había llevado a Alba a darle la espalda, ni le interesaba. Sólo quería mantener una relación lo más cordial posible, protegiéndose de cualquier daño que la rubia pudiera volver a infringirle, levantando altos muros entre las dos. Muros de papel, que Natalia sabía que no aguantarían el primer asalto, el primer amago de sonrisa que Alba le mostrase.
Porque a quién quería engañar, Alba Reche era, y siempre sería, su debilidad.
Si es que le temblaban las piernas sólo de pensarlo. Su estómago se anudaba y el pecho le explotaba en miles de mariposas, quienes, con sus alas, hacían que el corazón se le estremeciera.
Frustrada, Natalia se levantó del asiento, girándose para comprobar que sus amigos no llegaban. Estiró las piernas y se desperezó como pudo, sin perder de vista la mochila que constituía su equipaje de mano. Su móvil no vibraba, ni daba señal alguna de vida.
"Al final perderemos el avión."
No sabía si era un lamento o una plegaria, pero fue lo primero que le pasó por la cabeza. Suspirando, decidió asomarse por los enormes ventanales. Se negaba a gastar batería, pues les esperaba un vuelo largo, así que usar el móvil no era una opción viable.
Colgándose la mochila del hombro, se acercó al frío cristal. Las lucecitas de los vehículos y aviones destacaban sobre la perezosa luz de la mañana, que se abría paso lentamente, sobre las pistas. El día no quería comenzar, y Natalia tampoco quería que lo hiciera.
Fueron las manos de Miki las que, colocándose sobre sus hombros, la sobresaltaron un rato después.
-Qué bohemia estás hoy, Nat -sonrió el muchacho, de buen humor. Natalia le dedicó un bufido desganado.
-Gilipollas. Me has asustado.
-Era mi intención. ¿Sabes ya algo de Joan y Alba?
-No -contestó, tragando saliva.- ¿Y tú?
-A mí me ha dicho que le quedaban cinco minutos para llegar -comentó, encogiéndose de hombros.- Me imagino que no te apetece sentarte.
-Imaginas bien. Además, esos asientos son incomodísimos. No se lo deseo ni a mi peor enemigo.
-Qué exagerada.
Un silencio cómodo se apoderó de ambos. Miki era plenamente consciente de los nervios de su amiga y, aunque intentaba transmitirle toda la calma que podía, comprendía perfectamente por qué.
Él sí sabía el infierno que Alba había vivido durante los últimos meses, él sí la había visto. Delgada, pálida, con algún que otro moratón y el brillo de los ojos en busca y captura. La chica que antes brillaba como el sol se había convertido en una sombra de sí misma.
Por eso había decidido invitarla. Por eso y porque Natalia la necesitaba. Desde que Alba perdió el contacto con el grupo, la morena se había cerrado en banda. Dejó de ser la Natalia feliz y risueña que él conocía, se transformó poco a poco en alguien frío y distante, sumiéndose entre miles de letras inacabadas de canciones de amor no correspondido, que llenaban cada instante de los sábados en el piso.
Miki sabía, mejor que nadie, el dolor con el que cargaban ambas chicas. Igual que sabía lo mucho que se necesitaban en ese instante. Y esperaba, rezándole a cualquier deidad, que este viaje las hiciera reflexionar y darse cuenta de lo mucho que se querían.
Divisó a Joan y Alba, pero no avisó a Natalia. La rubia caminaba tras el muchacho, cabizbaja. Había cogido algo más de peso y de color en la semana que llevaba sin verla, y se alegró de comprobarlo.
Joan se acercó primero, dándole un abrazo a Miki. Natalia, alertada por la repentina muestra de afecto, se giró.
Y en qué maldito momento lo hizo, capturando los ojos miel que tanto le gustaban. Encarando aquella realidad que ignoró deliberadamente.
Alba estaba frente a ella, aunque no habría sabido reconocerla, de no ser porque sabía que vendría. Parecía más pequeña aún que de costumbre, tan delgada. Como si la mínima ráfaga de viento pudiera desmontarla. De la fiera rubia que conocía tan bien no quedaba un atisbo. Ahora parecía frágil, delicada. Natalia pensó que, si la miraba con demasiada intensidad, se rompería.
-Hola, Nat -saludó, con timidez.
"Nat" pensó. "Hacía mucho que no me llamabas así, Albi."
-Hola, Alba -contestó. La otra chica sonrió levemente, y el corazón de Natalia dio un salto mortal.
"Va a ser un viaje muy, muy largo" vaticinó, ignorando la boca de lobo en la que se estaba metiendo.
___________________________
Tengo 0 autocontrol sobre mí mismo o mi vida, así que aquí tenéis otro fic de Albalia para que hagáis tiempo entre exámenes. Qué le hago yo si soy un desastre.
Besis de fresi.
![](https://img.wattpad.com/cover/179592501-288-k917160.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Bienvenido al Norte | Albalia
ParanormalCuatro amigos. Un viaje. ¿Qué podría salir mal?