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Tuve que seguir trabajando, pero ésta vez me encontraba de buen humor. Lalisa me había perdonado, y encima ha aceptado salir a una cena conmigo. Ella sigue siendo tan amable como en el pasado, aunque ha cambiado físicamente...Se ha vuelto muy hermosa, y sexy.

- ¿Qué estás pensado, Jennie Kim?.– Sacudí mi cabeza borrando la imagen de Lalisa, luciendo tan hermosa.

Miré la hora, y sonreí. Me levanté y bajé a la primera planta. Llevaba el contrato en el maletín, y caminé hasta la salida.

- Jennie.– Dijo una voz familiar. Me detuve en seco, sabiendo a quién pertenecía esa voz.

- Kai.– Me dí vuelta para enfrentarlo.

- ¿A dónde vas con tanta prisa?.– Se acercó a mí, con su estúpida sonrisa. Él no es un chico malo, ni nada por el estilo. Pero ha estado tantos años detrás de mí, que se me ha hecho un poco odiosa su presencia.

- A mi casa, Kai.– Dije rodando los ojos.

- Hey...– Se sonrojó y rascó su nuca con nerviosismo.– ¿Quieres...Salir a cenar conmigo?. Osea, si es que tien-tienes tiempo.– Rió con nerviosismo.

- No, Kai. Hoy saldré con otra persona. Ahora, si me disculpas, me voy. Cuídate.– Caminé a paso seguro hasta mi auto.

- Si...– Escuché su voz decepcionada, y baja. A veces me siento mal por ser tan dura con él, pero es su culpa por andar detrás de mí.

- Yo no lo mandé a enamorarse de mí.– Dije cuando ya estuve arriba. Al instante me acordé de la antigua Lalisa...Estoy repitiendo la historia...– ¡Kai!.– Lo llamé por la ventanilla. Él me miró con una adorable sonrisa.– ¡El viernes a las nueve!.– Su cara de emoción me derritió el corazón. Él asintió fervientemente mientras me mostraba el pulgar arriba.

Eché a andar el auto, y conduje a mi casa. Me preparé y cuando ya estuve lista, abrí el maletín, y busqué el número de Lalisa.

Al encontrarlo, le marqué. Me encontraba nerviosa...

- ¿Hola?.– Contestó con una voz un poco ronca.

- L-Lalisa. Soy Jennie.– Dije. Me hice un facepalm mental por mi tartamudeo.

- ¡Oh!. Hola...¿A qué hora pasas por mí?.– Dijo con una voz un poco coqueta.

- Necesito tu dirección.– Reí un poco.

- Ya que tengo tu número, te la envío por e-mail.– Dijo.

- Bien.– Respondí.– Nos vemos.

- Nos vemos.

Corté. Es genial que por fin pueda arreglar todo mi error del pasado. Al escuchar el sonido de mi celular, sonreí aún más. Verifiqué el mail y me puse en marcha hacia la casa de Lalisa.

Al llegar, me sorprendí por lo grande que era. No me esperaba una mansión. Yo también tengo mucho dinero, pero prefiero lo simple.

Toqué el timbre y esperé a que viniera alguien a abrir. De repente, veo a Rosé y me sonríe de manera tierna. Yo le hago un gesto con la mano, cómo saludo, y una agradable sonrisa.

- Hola, Jen.– Besó mi mejilla.– Pasa, pasa.– Dijo mientras se hacía a un lado, después de abrir la puerta.

- Que linda casa.– Dije con sinceridad, mientras avanzaba por el gran jardín que tenían enfrente de ésta.

- Gracias.– Dijo con su tierna sonrisa. Me guió hasta adentro y me ofreció asiento, mientras esperaba a Lalisa. Yo acepté, y comenzamos a charlar un rato.

Escuché unos tacones, y miré hacia la escalera. Era Lalisa...Sentí un pequeño cosquilleo recorrer mi espalda. Ella se veía radiante, y hermosa.

- Hola.– Sonrió. Su sonrisa es perfecta.

- Hola.– Dije, levantándome del sofá. Me acerqué a ella y besé su mejilla. La vi sonrojarse levemente, haciendo que yo también lo haga. De pronto, me sentí muy nerviosa.

- ¿Nos vamos?.– Dijo, y yo asentí.

El camino al restaurant fue silencioso, pero no incómodo. Aunque mis nervios me traicionaba de vez en cuando, haciéndome mirarla sin querer. Sus labios gruesos eran aún más hermosos de lo que recordaba. He de admitir que si era hermosa cuando íbamos al instituto, y yo creé cierto tipo de envidia hacia ella, por esa razón.

Al verla ahora, después de tanto tiempo, hace que sienta cosas que creí que se habían escondido en lo más profundo de mi corazón. Ella en ese tiempo hacía que mi corazón se acelerace, al igual que ahora. Intentaba olvidar esos sentimientos, con bullying, aunque obviamente ahora no haré lo mismo.

Está claro que ella me gustaba en ese entonces, pero estaba tan ciega por lo que me habían implantado mis padres, que terminé haciéndole daño. No me había dado cuenta de mis sentimientos, hasta que supe que ella se había ido de vuelta a Tailandia.

Ahora que está de vuelta, creo que debería decirle el cómo me sentía, y aunque no logre nada, no quiero volver a guardar mis sentimientos.

Al llegar, nos instalamos en la mesa más alejada, y nos sentamos una frente a la otra. Ordenamos nuestros pedidos, y mientras esperábamos decidimos charlar. Todo iba bien, así que decidí sacar el tema.

- Oye yo...Lamento todo lo que había pasado.– Dije, intentando que los nervios no me traicionaran otra vez. Ella iba a decir algo, pero con un gesto le dije que no lo hiciera.– Yo lo hice todo por una razón, y no es una excusa, ni nada de eso. Es la respuesta que me ha estado molestando por todos éstos años.– Proseguí.

- ¿A qué te refieres?.– Preguntó. Se mostraba completamente atenta a lo que yo decía. Ahora mis nervios estaban a flor de piel. Era cómo si me fuera a declarar, aunque eso parece, pero no es cómo si quisiera una respuesta.

- Me gustabas en ese entonces.– Ella evidentemente se sorprendió bastante, ya que abrió sus ojos de una manera muy exagerada.– Tenía miedo de lo que mis padre iban a pensar de mí, y no encontré nada mejor que obligarme a odiarte. Sentí envidia de tí. De tu belleza, y de tu carisma. Pero sobre todo, de tu valentía por poder declararte tan abiertamente. Yo no podía hacerlo, y eso me frustraba. Lamento que las cosas hayan sido así...Fuí...Soy una estúpida.– Dije, finalizando todo lo que tenía que decir. Ella me miraba de una manera que no pude comprender, y entonces abrió sus labios para hablar. Todo pasó tan lento, que sólo quería saber lo que tenía para decir.

Chicas rudas.- JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora