Segunda

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En un parpadeo estabas en el autobus junto a un montón de adolescentes dormidos, rumbo al único lugar de la tierra que no querías volver a pisar, pero ese no era problema de nadie al final. Estabas sentado en uno de los primeros asientos, justo detrás de tu profesor y entrenador, los cuales hablaban en voz baja de una sorpresa, no te importó.

Otro parpadeo y ya estabas bajando del autobús, saludando a Inokua, quien era el capitán de Nekoma. El no había cambiado en absoluto con los años, aunque si había ganado algunos centímetros, pero eso no te molestaba, tu también habías llegado a la muy envidiable altura de 1,97. Después sólo guiaste a tus compañeros a la habitación que iban a usar dentro del establecimiento.

Cuando entraste una ráfaga de nostalgia invadió tu ya turbada mente, recordaste todos esos rincones donde en algún momento recibiste mimos y besos del que anteriormente había sido tu pareja, ¿Tu ex? Si dejemoslo asi. Caminaste como si nada, pero Yamaguchi se acercó para caminata tu lado, de repente la pena no fue tan grande.

"Tsukishima Kei no viniste para deprimirte, viniste para barrer el suelo con los equipos contrarios, no seas patético"

Pero claro, era más fácil pensarlo que hacerlo.

El primer partido inicio después de que se hubieran instalado, y sus contrincantes fueron los del Fukurodani, habían perdido mucha fuerza tras la partida de Bokuto-san, además de perder la gran destreza de Akaashi-san un año atrás. En conclusión, fue una victoria sencilla.

Los años habían pasado por todos, te diste cuenta, la mayoría de los equipos habían cambiado completamente de miembros desde la primera vez que los habías visto, en realidad sólo Karasumo contaba con tres miembros "originales" del primer campamento en conjunto. Aunque esto era obvio ya que cuando tu entraste a primer año fue el primer año que los volvieron a invitar a un campamento así. Además ese año la mitad de los miembros oficiales eran de primero, tuviste la suerte de ser uno de ellos.

Tu mente siguió divagando partido tras partido, ganaron la mayoría, sólo perdieron dos veces ese primer día, las dos veces contra Nekoma, al parecer nunca serías lo suficientemente bueno contra Lev y sus dos metros de energía infinita.

-Estoy muerto- aceptaste mientras Yachi te pasaba una botella de agua.

-No digas eso Tsukishima-kun, el equipo todavía te necesita esta semana.

Sonreiste, era imposible no hacerlo cuando esa chica te daba ánimos, había pasado de ser una chica pequeña y temblorosa a uno de los mayores pilares del equipo, esa sería una gran pérdida. Además tenía razón, el campamento duraba toda una semana, una calurosa y veraniega semana, chasqueaste la lengua, odiabas el verano, traspirabas más y por ende volvías a casa deshidratado y con un par de kilos menos a los que ya tenías -y según tu madre eran muy pocos-.

-Sólo podemos descansar para mañana- dijiste antes de ir al comedor seguido por los mellizos y la mánager.

El comedor olía a curry y sudor de los que se habían quedado entrenando hasta tarde, intentaste no molestarte por todo el ruido que había, pero los que nacen amargados mueren amargados. Soltarse un suspiro antes de acercarte a tu equipo y con voz seca pedir un poco de silencio, la mayoría se callo en ese instante, pero Shoyo seguía hablando a los gritos con su novio, este sólo te envío una mirada de disculpa, ni siquiera él controlaba a su hiperactiva pareja.

Te sentaste a su lado e inmediatamente Hinata bajo su volumen de voz, le caias mal, y eso lo sabías perfectamente, la caias mal desde aquel beso descuidado y accidental que tuviste con el armador pelinegro. Lo miraste de costado por unos segundos, y cuando el desvío la mirada decidiste que era momento de empezar a comer, por suerte el alimento estaba delicioso, y tus papilas gustativas mermaron un poco tu audición, era una bendición tener tanto control en tus sentidos.

Mientras comias no pudiste evitar pasar tu mirada de mesa en mesa, recordando viejas anécdotas que en algún momento entraron en el limbo de tu memoria, hubieras preferido que se quedarán ahí. Esa noche no dormirias sólo, y eso significaba que no podrías quedarte hasta tarde ahogandote en tu tristeza como ya se te había hecho costumbre, aunque visto desde otro punto de vista eso significaba que no amanecerias con esas horrendas bolsas en los ojos que te hacían parecer el panda más horrible del mundo. Terminaste de comer y te levantaste para dejar tu bandeja en su lugar, ya te habías duchado así que lo último que tenías que hacer era ir a la cama para descansar.

Pusiste tu celular a cargar, evitando satisfactoriamente ver el contacto que aún tenías guardado como Kuroneko-chan, que deberías haber borrado tras la última conversación que habías tenido con él. Por desgracia no tenías la suficiente fuerza de voluntad para renunciar a eso, ni hablar de borrar la carpeta de fotos juntos que guardabas celosamente en tu laptop.

-Patético.

Repetiste al acostarte, porque eso eras, un adolescente patético que no podía aceptar una ruptura amorosa, ¿Dónde había quedado aquel tipo maduro y acido que se burlaba de las personas que creían en el amor? Ah claro, se había quedado enterrado en aquel primer beso con él.

Abrazarte tu almohada y suspirste por millonésima vez en el día, ese lugar sí que te afectaba. Aún así pudiste dormir.

El día siguiente paso como un suspiro entre partido y partido, y el siguiente y el siguiente. Cuando quisiste darte cuenta ya estaban en el anteultimo día de campamento, sólo un día más y todo se habría acabado, volverían a Sendai y tu te retirarías del equipo para poder centrarte en los próximos exámenes para la universidad.

Sólo tenías que sobrevivir un día más.

-Chicos les tenemos una sorpresa- dijo tranquilamente el profesor Nekomata una vez que todos estaban reunidos en el comedor.

-Mañana se unirán al entrenamiento algunos ex-alumnos de las instituciones- siguió Ukai-. Todos los que vendrán siguen jugando voley en la universidad y será una buena experiencia para ustedes.

Las voces empezaron a surgir a lo largo y ancho del comedor, preguntas, comentarios, quejas, ilusiones, un montón de ideas haciendo colisión en un reducido espacio. Un ruido bullicioso que molestaba a los profesores.

Pero a ti poco le importaba, tu mente había viajado lejos de ese comedor y se había encerrado en un mar de dolor, rezaste desde el fondo de tu corazón por un poco de suerte, alzaste una súplica silenciosa al cielo para que de diera un poco de tranquilidad.

Porque lo ibas a ver al día siguiente.

Y tu corazón aún ansiaba volver a besarlo.

La dramática vida de Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora