Decimo Tercera

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Luego de una larga noche en la que solo te dedicaste hablar de lo mucho que odiabas a Kozume Kenma, tus amigos decidieron que no usarias tu precioso outfit en vano, así que cuando sonaron las once salieron los tres a tomar algo en su bar favorito.

— Kuro es un imbécil Kei, aunque de verdad tenía esperanzas en él — dijo Bokuto antes de dar un gran sorbo a su cerveza, era por mucho el más decepcionado.

— Ya, dejen el arrepentimiento para otra noche — dijo Keiji, quien después de un par de tragos fuertes se había desinhibido —. Si el imbécil no pudo disfrutar de Tsuki, yo lo haré.

El azabache era cómico cuando el alcohol hacia estragos en su cabeza, estaba en todos sus sentidos pero se sentía mucho más libre ya que cualquier cosa que hiciera podría estar bajo la escusa de "estaba borracho". Por eso en ese momento no tuvo mejor idea que estirarte para llevarte a la pista, mientras sonaba una de esas canciones que no odiabas del todo.

Decidiste que tu amigo tenía razón, Kuro estaba con Kenma haciendo quien sabe qué, y eso no era algo que tu pudieras solucionar, bien estaba dicho que si algo no tiene solución no hay motivo para preocuparse, así que solo dejaste que la música tomara control de tus movimientos, riendo al ver como Bokuto se unía al pequeño círculo.

En tan solo unos minutos la pista se había llenado de gente, los cuales encontraron valentía para salir a bailar en el alcohol y la demostración que ustedes habían dado. A medida que pasaron las horas te olvidaste por completo de lo que te tenía mal, incluso volvió tu hambre y obligaste a tus amigos a que te llevarán a un puesto de comida rapido, en donde los tres se comieron hamburguesas acompañadas con Coca-Cola Ligth.

Cuando te dejaron en tu casa, asegurándose de que entraras y cerraras, decidiste darte un baño de agua caliente y luego dormir, al fin y al cabo era sábado de madrugada y no tenías nada que hacer al otro día. Dormiste como un bebé.

A la mañana despertaste con migraña, producto de la resaca, agradeciste a tu yo pasado por haberse bañado ya que habías amanecido sin ganas siquiera de respirar. Te vestiste con la ropa más cómoda que encontraste y te preparaste un café, aunque estuviera por ser hora de almorzar. La verdad no tenías hambre así que comerias el helado que había quedado de la visita de Yamaguchi y luego volverías a la cama.

O esa era tu idea antes de que el horrible ruido de tu timbre hiciera llorar a tus tímpanos, creíste que habías desinstalado esa cosa.

Caminaste hasta el portero automático, sin dejar de soltar insultos a quien fuera que había ido a molestarte en tu resaca.

— ¿Qué?

— Menos mal que contestas, ¿Estas bien? Tu celular esta apagado y no podía contactarte así que vine de inmediato.

La voz de Kuro sonaba a todo volúmen, el portero si que tenía buen parlante, apenas el mayor paro de parlotear tu dijiste lo único que llevabas queriendo decirle desde la noche anterior.

— Vete a la mierda Kuro.

Colgaste el portero y te dirigiste hasta tu celular, estaba apagado pero enchufado al cargador, así que lo encendiste para poder ver que tanto había escrito el imbécil, no se sorprendió ni un poco a las disculpas vacías en los textos, así que solo le dejó un muy sutil mensaje para que entendiera que no quería ser molestado.

“Estoy bien, no gracias a ti, mañana hablamos” rezaba el texto.

Pasaste el resto del día enojado con la vida, solo tuviste en cuenta a tus amigos, escribiendoles para hacerles saber que estabas sano, y que habías mandado a Kuro a la mierda. Todo el enojo hizo que tu cuerpo reaccionara mal, así que te pasaste el día en ayuno, tu estómago expulsaria lo que fuera que intentaras meterle.

La dramática vida de Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora