Septima

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La operación había sido un éxito, eso era lo que te habían dicho, pero la recuperación era algo lenta, más teniendo en cuenta que aún te quedaba una sesión de quimio para asegurar que todo había sido solucionado. Tu solo querías que todo terminara para poder ir a tu hogar y no volver a pisar un hospital nunca más, tus amigos te habían dicho que mientras al salir comieras decentemente las probabilidades serían casi nulas, pero no podías prometer nada.

En ese momento te acompañaba Bokuto, ya que Akaashi había salido a buscar un café, él te acariciaba el cabello mientras te contaba todo lo que pasaba en su equipo y como todo lo de su relación con el peli negro había salido a la luz tras haber aceptado que estaba en pareja más no con una mujer, tu no pudiste ocultar tu miedo al enterarte, ya que la situación parecía ser muy difícil, pero él te dijo que todo estaba bajo control, por lo menos en ese momento.

–Me alegra que no tengan que ocultarlo más, se lo molesto que puedes llegar a ser cuando tienes un "secreto"– sonreíste.

–Ay Tsukki, yo también estoy feliz, ahora Keiji me busca de vez en cuando de los entrenamientos y no tengo porque mentir acerca de quien es, además todos los chicos me envidian– comentó altivo él mientras te seguía mimando.

Recostaste tu cabeza en su brazo, dejandote llevar por sus anécdotas de los últimos días, anécdotas que claramente habrias querido compartir con ellos, como ese viaje al acuario en el cual nadaron con delfines, o ese picnic en el parque. Él acariciaba tu espalda con suavidad, de vez en cuando decía que hubiese querido que estuvieras ahí, y que no te hubieras quedado encerrado en el hospital. Solo lo abrazaste por la cintura, dejando que se sentará en la camilla para que pudiera sostenerte como un bebé.

–Bokuto-san mire a quien me encontré de camino– dijo Akashi entrando a la habitación con el café en mano, sin detenerse al ver la escena– Kuro-san estaba viniendo así que me ayudó.

El pelinegro menor se acercó a ustedes para darle el café a su novio mientras a ti te daba un beso en la frente, sin embargo el mayor estaba muy quieto en la entrada, observando estupefacto la situación. Bokuto te rodeaba con sus brazos mientras Akaashi se sentó a tu lado para acariciar tu cabeza, de inmediato Kuro se sintió fuera de lugar, era como si todos sus amigos de la adolescencia siguieran igual que antes, en cambio él era alguien absolutamente diferente.

–Lo siento, creo que vendré en otro momento– dijo él, dejando los otros vasos en la mesa.

–¿Por qué? Seguro que no tienes mucho tiempo libre, así que te dejamos un rato con este príncipe– decidió el peligris soltandote.

Pero tu te aferrste a él, negando con la cabeza como si fueras un niño, algo que era muy común en ti para ellos, pero era completamente nuevo para el gato de la entrada.

–Vamos Kei, Kuro se hizo un tiempo para venir a verte, deberías mínimo hablar con el– dijo el de ojos rasgados agarrando tu rostro en sus manos, acariciando tus mejillas en el proceso.

Solo después de pensarlo unos segundos liberaste a Bokuto de tu agarre, ambos te prometieron un helado para cuando la visita del moreno terminara, acariciaron tu cabeza, y sintieron a Kuro antes de salir.

–¿Acaso cada que entre descubrire cosas nuevas sobre ti?

–Eso depende de que tan seguido me visites– dijiste aún sin salir de tu papel de niño mimado, papel que solo usabas con tus amigos.

El moreno sonrió estupefacto, nunca, ni en un millón de años, hubiera imaginado que Tsukishima Kei podría comportarse como un mocoso, pero sin duda lo hacías a la perfección.

–¿Cómo te sientes Tsukki?

–Tsukishima por favor– dijiste al fin volviendo en ti–. Bien, aun tengo un poco de jaqueca, pero me dijeron que es inevitable los primeros días, por suerte mis enfermeros son muy pacientes conmigo.

–Y como no serlo con esa carita que tienes– sonrio–. Me alegra saber que estas bien, me tenías muy preocupado.

Lo último sonó tan sincero que no pudiste procesarlo correctamente, ¿Preocupado? ¿Por ti? Parpadeaste un par de veces y, sin entenderlo siquiera, tus ojos se llenaron de lágrimas, unas ansias de abrazarlo se acumularon en tu pecho y tu boca se fruncio en un puchero.

–¿De verdad te preocupo? ¿No estas jugando conmigo verdad? Kuro no juegues conmigo por favor.

Las lágrimas empezaron a caer a borbotones por tus mejillas, no sabias por qué llorabas, pero no necesitabas saberlo, solo hacerlo. El se acercó abrazarte, acomodandote en su pecho, diciendo palabras dulces que te sonaron muy conocidas.

–No voy a jugar contigo, Tsuki yo de verdad lo siento, todo lo que pasó, yo solo, lo siento mucho– él también empezó a llorar, en solo unos segundos los dos estaban completamente empapados en las lágrimas del otro, sin comprender verdaderamente el porqué de la situación.

Cuando pararon de llorar él acarició tus mejillas, rojas y húmedas, mirándote con una ternura que habías extrañado demasiado, aunque no quisieras admitirlo. Beso tu frente y apoyo su nariz contra la tuya, esperando una señal para irse, o continuar.

–Te perdono Tetsuro, nunca podría no hacerlo, yo te sigo amando– suspiraste–. Es patético, sigo enamorado del chico que me rompió el corazón.

Tu risa amarga fue un puñal en su pecho, en ella se notaba lo mucho que habías sufrido por su culpa, y el no pudo evitarlo, no quería oír esa risa nunca más.

–Lo repararé Kei, así sea lo último que haga.

Sus ojos se conectaron en esas palabras, el dorado y el caoba chocaron generando una corriente en sus extremidades, llevas tus brazos a su cuello, rodeandolo con suavidad, y el apretó su agarre en tu cintura.

Te beso.

Al principio fue un beso suave, inocente y dulce, un reencuentro que sus labios habían estado esperando más de lo que algún día admitirán en palabras. Poco a poco se transformó en los besos que se daban todos lo días hace tantos años, pasionales, llenos de un deseo que los había consumido a ambos durante demasiado tiempo.

Se separaron cuando la falta de aire los ahogo, sus miradas gritaban por volver a besarse, pero de tus labios solo salió una pequeña risa, era felicidad, auténtica felicidad, amabas tanto a ese hombre que un solo beso suyo te había devuelto la felicidad, enterraste tu rostro en su cuello, dejándole una pequeña mordida que le hizo cosquillas ¿Cómo habías pasado tanto tiempo negandote eso? No podías creer lo ridículo que habías sido.

–Creo que fue suficiente tiempo– dijo entonces Bokuto entrando, con una gran sonrisa en su rostro.

Akaashi agarro al moreno del brazo para decirle algo, mientras tu reías a causa de todas esas emociones redescubiertas en tu pecho. El peligris te dio un abrazo y te felicito, sin hacer ningún comentario al respecto.

Fuera de tu habitación el pelinegro menor había dado un ultimátum.

–Si te quedas con él seras siempre sincero y no le harás daño, de lo contrario te prometo que he visto suficientes series policiales para asegurarme de que tu cadáver no será encontrado.

Kuro solo pudo tragar saliva.

La dramática vida de Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora