Decimo Sexta

664 100 16
                                    

Los meses pasaron bastante rápidos después de que Kuro saliera del hospital, habías pasado casí todo los días en su casa ayudándolo con las tareas de su casa, evitando a toda costa que se esforzará demasiado.

— Tsukki acabas de salir de un tratamiento muy nocivo, deberías estar descansando, yo solo tengo un brazo inutilizado puedo encargarme de esto.

— He limpiado los platos Tetsuro, nada más, quieres dejar de exagerar por favor.

— Está bien está bien.

Si bien había aceptado tu sabías que no estaba convencido, así que dejaste de organizar la ropa limpia para mirarlo con ojos cansados, no entendías que era lo que lo preocupaba tanto, estabas tomando tus vitaminas, tu cabello estaba empezando a crecer lo cual era síntoma de mejoría, incluso tu apetito había vuelto. Soltaste un suspiro antes de sentarte a su lado, recostando tu cabeza en su hombro.

— Se que te preocupo mucho, pero estoy bien, me siento muy bien ¿Sí? — tomaste su mano —. Solo quiero ayudarte un poco.

El dejo un beso en tu coronilla, agarrando tu mano con fuerza.

— Mañana me sacarán el yeso, así que no tendré que preocuparme más por eso.

— ¿Mañana? Creí que aún faltaba una semana — dijiste sin notar el puchero que habías formado.

Kuro quiso soltar una risa, pero te entendía completamente, en esos días que había estado casi inutilizado tu te habías quedado en su casa, dormían juntos todos los días y cuando el estuviera sano ya no sería así.

— Tsukki, mírame — dijo el pelinegro haciendo que te sientes frente a él —. Esto puede ser muy apresurado considerando que no hemos estado juntos por demasiado tiempo, pero sinceramente no sé si quiero o puedo esperar más.

Hizo una pausa para mirarte a los ojos, dorado y caoba chocaron pero ya no había tensión, solo cariño, profundo cariño.

— Quiero que seamos novios, que vivamos juntos, quiero verte despertar cada mañana porque descubrí que es lo más precioso en el mundo, quiero prepararte el desayuno, cenar contigo todas las noches y hacer una rutina en la que tu seas lo más importante. Tsukki te quiero, no, te amo, ¿Me darías una oportunidad?

Tus labios temblaron ante todas las palabras que salieron de su boca, sus manos seguían enlazadas a las tuyas y por puro reflejo las apretaste, todo eso parecía un sueño, uno de esos que tenías en la secundaria, esos que te torturaban en las madrugadas por no ser reales.

— Dios Tetsuro, esto, esto es muy repentino yo, quiero estar contigo por supuesto que quiero, pero, ¿Podrías darme un tiempo para pensar lo de la mudanza?

— Claro que sí, por supuesto — tomo tu rostros con suavidad para depositar un beso en tus labios —. Voy a esperar todo el tiempo que sea necesario mí amor.

Lágrimas rebeldes brotaron de tus ojos por esas últimas palabras, solo atinaste a saltar a sus brazos, y en su calidez encontraste confianza, estabas seguro de que eso era lo que querías en tu vida. Él enredo su brazo sano por tu cintura, haciendo que quedarás sobre él en el sofá, tu acariciaste su rostro con todo el cariño que podías demostrar, un beso en su frente, luego en sus mejillas y luego en sus labios, labios que quedaste saboreando largo rato, con la intención de que la sensación te acompañará hasta la mañana siguiente.

Te alejaste de la casa con miles de mariposas revoloteando en tu estomago, pero aún sabiendo que está era una buena señal decidiste recurrir a tu mejor amigo para tomar la decisión correcta.

— Mudarse juntos es un gran paso Tsukki.

— Lo se Tadashi, pero hemos pasado tantas cosas juntas que el compartir techo parece algo mínimo.

— Sabes que lo único que quiero para ti es la felicidad plena — suspiro —. Si crees que Kuro-san te la va dar no veo una razón para que no aceptes.

Sonreiste de par en par, esa era exactamente la respuesta que querías.

— ¡Muchas gracias Tadashi!

Colgaste apenas escuchaste su "de nada", y luego decidiste escribirle a Akaashi contándole tu resolución. Él te apoyo en todo momento, incluso te prometió que les regalaría un par de platos a juego, cosa que te hizo sonrojar apenas lo leíste.

— No necesitamos algo así — murmuraste entre dientes, pero tampoco le dijiste nada.

La semana paso tranquila hasta que te toco tener la cita con Kuro, el ya no tenía su yeso así que decidieron ir a la feria a pasear, quizás podrían subirse a la noria y todo.

La mayor parte del paseo estuvieron riendo de pequeñas cosas que solo ustedes notaban, como un niño haciendo trampa en el juego de tumbar las latas, o el vestido mal colocado de alguna señora. Cuando estaba a punto de anochecer Kuro te hizo cruzar toda la feria corriendo para poder llegar a tiempo y subir a la noria en seguida.

— La puesta de sol se verá preciosa desde aquí — dijo muy emocionado cuando estaban por llegar a la cima.

Tu ya habías dejado de prestar atención a tu alrededor, todos tus sentidos estaban dirigidos hacía aquel pelinegro que en ese momento era bañado por los últimos rayos del sol, dándole una apariencia etérea que te hizo temblar el alma, su piel se notaba dorada y sus ojos castaños eran bañados por las últimas luces del atardecer, haciéndolos cálidos a tu dorada mirada.

— Tsukki esto es precioso, de verdad — dijo, pero antes de que pudiera terminar la frase estampaste tus labios sobre los suyos.

Ahora ninguno miraba el atardecer, ambos tenían sus ojos cerrados, pero sus corazones estaban abiertos de par en par, dispuestos a dejar que el otro hiciera con él lo que le diera la gana. Habían pasado mucho tiempo deseando sentir eso otra vez, ese sentimiento de entrega total, ese que se había desvanecido cuando apenas eran unos críos.

— Te amo Tetsuro, te amo demasiado — dijiste mientras sus narices se rozaban.

— Yo también te amo Kei, más que a nada en este mundo.

Y así se quedaron, frente a frente, con las manos tomadas en una promesa silenciosa.

La promesa de estar juntos para siempre.

La dramática vida de Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora