Octava

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Extrañabas los colores. Eso fue lo primero que notaste al salir del recinto hospitalario. Las flores del jardín estaban radiantes, y las personas usaban ropas estampadas acorde a la estación del año.

Sonreiste al notar que tus ojos se habían acostumbrado al blanco y beige que reinaba tu habitación, y que de alguna manera al fin estaban redescubriendo los colores. Te sentaste en la banca para admirar los tulipanes, mientras esperabas a que tu papá firmara todos los papeles correspondientes al pago y te llevará a casa.

Amabas a tu papá.

Era raro poder expresarlo en pensamientos, algo casi imposible en palabras, pero desde que Kuro había vuelto a tu vida la palabra "amor" se había instalado en tu mente y en tus labios.

Tu padre salió, buscandote con la mirada, cuando te encontró hizo esa sonrisa que tanto te gustaba. Tu te levantaste despacio para ir hacia él y abrazarlo, él acomodo el gorro de tu cabeza para que nadie notará tu calvicie, pero tu solo reíste.

–Papá estoy calvo, no es como si tuviera un alien en la cabeza.

–Lo se Kei-chan– dijo el agarrando tus mejillas–. Pero el gorro te queda adorable.

Oh sí, las cosas habían cambiado mucho. Tu actitud se volvió más cálida, más risueña, aunque nunca dejarías tus comentarios sarcásticos y apatía, eso era un hecho. Aun así te permitirías ser un niño con tu papá hasta que volviera a Sendai, sabias que él extrañaba esa faceta tuya, esa faceta que habías perdido cuando tu hermano te mintió y él cayó enfermo.

Sacudiste tu cabeza sacando esos recuerdos, no querías ponerte triste, no ese día, porque ese día tendrían una cena familiar en casa de tu hermano, con todo incluido, y por todo te refería a Tanaka, no a tu cuñada, más bien el otro Tanaka. Subiste al auto soltando un comentario de cuanto te reirías al ver la cara del pelón al ver tu cabeza, probablemente bromearias con que querías parecerte a él.

Cuando subieron al auto tu papá empezó a contarte como andaban las cosas Sendai, ya que no te había querido hablar de eso antes de la salida del Hospital.

–Tadashi consiguió un viaje de intercambio para Francia, dijo que vendría a verte antes de eso.

–Me alegro, no estábamos teniendo mucho contacto con todo lo de la universidad, lamento no estar completamente bien para él.

–No digas eso Kei-chan, tu estas perfecto.

Sonreíste, si tu papá decía debía ser cierto.

–¿Cuándo volverás al estudio?

–La semana que viene, primero me pondré al día con mis compañeros, será más fácil así.

Él asintió, sabía perfectamente lo capaz que eras en los estudios, así que no se preocuparía demasiado. Siguieron hablando de trivialidades hasta llegar a la casa de tu hermano, donde el primero en saludarte fue Bao, el perrito pomerania que habían adoptado antes de que supieran de tu sobrino.

Rei corrió abrazarte apenas entraste a la casa, tu lo alzaste para poder llenarlo de besitos, era el único ser humano del mundo que tenía esa suerte. Después de que dejó de reírse estiró sus brazos para agarrar tu gorra, porque ahí adentro hacia bastante calor, así que dejaste que te la sacará y empezará a jugar con tu cabeza, la cual acariciaba sin dejar de murmurar la palabra "lindo" en su complicado japonés de un año y medio.

Lo pusiste sobre tus hombros, cuidando de agacharte un poco para que no se golpeara la cabeza, y así te adentraste en la casa de tu hermano, en la sala estaba tu mamá y tu cuñada, ambas te sonrieron, aunque no fue una sonrisa alegre.

–Ey no me miren así, entiendo que no estoy en mi mejor estado, pero tan poco es para que me tengan lastima– dijiste bajando al niño.

–Lo siento cariño– dijo tu madre verdaderamente apenada, conocía tu carácter, así que sabía que ese comentario no había sido del todo en juego.

Saeko agarro a su hijo y te dio un beso en la mejilla, Akiteru entró desde la cocina diciendo que la cena estaba lista y que debían ir a comer.

Cuando ya estuvieron todos en sus lugares el trajo un gran trozo de carne asada acompañada con vegetales. Sonreíste entusiasmado por al fin comer otra cosa que no fuera la insípida comida de hospital, pero para tu sorpresa no pudiste comer más que un pequeño trozo de carne y algunas verduras antes de que tu apetito se cerrara por completo.

–Parece que mi estómago esta lleno– pronunciaste con una pequeña sonrisa ante los rostros preocupados de tus familiares–. Quizás se acostumbro a la poca comida del hospital, no es nada, volverá a ser el de siempre muy pronto.

Akiteru te dio una sonrisa, sabía muy bien que tu nunca habías sido de buen comer, pero no quiso mencionarlo y preocupar más a tus padres. Aún lleno intentaste comer el shortcake de fresas que tu mamá había comprado de postre, pero no pudiste meter mucho más en tu sistema digestivo.

Agradeciste la comida antes de retirarse con tus padres para despedirlos en la estación, tu hermano también quiso ir, pero su hijo no dejó que escapara de él por lo que fue imposible. A tus padres los notaste preocupados apenas te dieron las llaves de tu auto, era obvio que no querían irse, pero habían adelantado sus vacaciones por ti y no querías que perdieran más tiempo laboral por tu culpa.

–Estaré bien, es una promesa– les dijiste abrazandolos–. Tengo que ser yo quien los entierre.

Ellos solo rieron ante tu broma de mal gusto, demasiado tiempo había pasado desde que habían compartido momentos como ese, no podían dejar de notar lo disfuncionales que eran como familia, solo se juntaban cuando algo malo pasaba, o eso pensaban ellos, a ti te contentaba que por lo menos en ese asqueroso momento ellos estaban contigo.

El tren llegó y se fue, ellos se fueron en él, pero esa despedida no fue amarga como muchas de las que habían tenido anteriormente, había sido una despedida felíz, una despedida que indicaba que estabas bien, y eso lo era todo para ti.

Fuiste en carro hasta tu casa, estaba limpia y ordenada, cortesía de la pareja BokuAka como solías llamar a tus amigos, te tiraste al sofá con una sonrisa en tus labios, en menos de una semana Tadashi viajaría para pasar tiempo contigo, estarían juntos todo el fin de semana antes de que se tomara el vuelo a Francia.

Habrías quedado horas fantaseando con la visita de tu mejor amigo, pero tu celular vibró en señal de que llegó un mensaje.

Kuro-san: Hola Tsukki, oí que saliste del hospital, ¿Te parece que tomemos un café?

Tu: Podría ser, ¿Donde?

Kuro-san: Lo sabrás cuando vayamos.

Tu: ¿Mañana?

Kuro-san: Te buscare a las 19:00 ahí empieza mi día libre.

Tu: Esta bien, también habré salido de la universidad a esa hora.

Kuro-san: Esperare con ansias.

Una risita escapo de tus labios y supiste que debías dejar la conversación ahí, lo harías esperar aún más. Un grito agudo escapo de tu garganta, habías vuelto a caer por ese gato maligno, volvían a estar... Juntos, ¿Acaso estaban juntos?

Sacudiste tu cabeza sin dejar que los malos pensamientos te atacaran, no dejarías que te sacaran las ganas de verlo.

Volviste a reír y abrazaste tu almohada.

Volviste a ser ese adolescente con ojeras de panda.

Pero de las buenas ojeras de panda.

La dramática vida de Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora