Capítulo 11: "Un día diferente"

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Sabía que algo malo iba a pasar en Quiteland, y por eso, tenía que estar preparado; preparado para poder combatirlo. Pero no sin antes hablar con ella, con Lina. Fui a su casa solamente para decirle que la quería mucho, ella me sonrió y me guiñó un ojo.

Me fui de su casa y comencé a recorrer el colegio; no sé, tenía ganas de recordar viejos momentos, y así fue que comencé a recordar todo lo que había vivido. Cuando jugábamos al fútbol en el Patio Principal, cuando teníamos actos en el Teatro, cuando nos reíamos en los pasillos, cuando hablábamos en las clases; me acordé de todo.

Y era de noche, y tenía sueño, y tenía pensamientos muy fuertes, y tenía miedo, no sabía porque, y me encontraba solo, durmiendo, esperando a que el siguiente día fuera normal, aunque en mi cabeza, yo sabía de que no lo iba a ser.

Ya era de día, más de 800 chicos reunidos en un gigantesco patio dirigidos por un grupo llamado Tangram. Un grupo que había engañado a muchas personas, y un grupo en donde Riuk, era el típico idiota que mandaba a los demás.

Todos preguntaban donde se encontraba la directora, los recepcionistas y los profesores.

- Oigan – gritó Riuk – tranquilos, estamos aquí para que estén más calmados – dijo luego con una voz más mansa.

¿Qué iba a hacer? Ya nada me sorprendería, pues, en realidad, él podía hacer todo lo que soñara, todo lo que pensara, todo lo que quisiera...

Hubo un momento en el que comencé a mirar a todos mis costados y logré darme cuenta de la gravedad de la situación. Estaban todos armando diferentes puzles, sí, siete piezas, pero, yo creo que no existía ningún sentido de armar ese puzle, no había nada interesante, nada importante; por lo menos eso pensaba yo en ese momento, hasta que días más tarde empecé a darme cuenta de que todo lo que había investigado era tan solo el comienzo, el comienzo de algo indestructible e inevitable de que ocurriese.

Todos los chicos tenían su propio Tangram (incluyéndome; me había obligado la patrulla), y esto, ya era toda una expansión, algo que, aunque yo no quería, pasaba, y por eso, iba a terminar todo de una vez por todas, porque si no acababa, todo se iría al carajo, y, de hecho, todo se fue al carajo.

Todos jugando al Tangram. Todos jugando a una adicción que había surgido hacía muy poco tiempo. Obviamente todo era una estrategia, una estrategia para hacer algo. Una vez que todos colocamos las siete piezas en cada puzle, nos pudimos ir a nuestras casas, pero no sin antes, una charla de Riuk.

- Recuerden chicos – y nos miró a todos – no les digan nada a sus padres, no le digan nada a nadie – y todos asentimos.

Sin embargo, mi mirada no era igual a la de los demás. No estaba de ánimo. Ya me estaba cansando del Tangram. Sabía que estaban tramando algo, algo que iba a traspasar los límites.

Tangram: "El Juego de las Siete Piezas"Where stories live. Discover now