Capítulo 5

22 6 0
                                    

El hombre me observa. Coloco mi silla bien, todo con normalidad, como si no me sintiera amenazada con una pistola a menos de tres metros. Cojo mi móvil y mientras me lo guardo lo desbloqueo.

¿Para que?. Ahora verás.

Una vez lo pongo en el bolsillo de atrás, sin mirar busco la grabadora de voz y la pongo, hundo bien el móvil. Me había fijado en la hora.

00:36

Me planteo la idea de irme. De huir.

¿Vosotros soléis huir? De las situaciones digo.
Por que yo si. Además, se me da genial hacerlo. Yo huyo como si nada, sin importar lo que dejo atrás. Supongo que eso es malo, pero según lo mires. Para mi, que no tengo nada que perder, es una buena solución.

Vuelvo a mirar al hombre, este hace de nuevo un gesto para hacerme entrar en los baños. Miro a los demás, ninguno se percata de nada, siguen en sus conversaciones y a sus cosas.

Es la misma sensación de cuando vas por la calle con auriculares; solo tú escuchas las cosas, sientes la música. Miras a los demás, ajenos al ritmo, a la voz, a la letra que tú escuchas. Nadie sabe lo que está pasando por tu cabeza y no pueden hacer nada por ti. En ese momento te paras un segundo y piensas: Lo que se están perdiendo.

Camino hasta el hombre y paso de largo para pasar por la puerta que está a su lado. Una vez entro, veo un pasillo relativamente largo y al fondo dos puertas, baño de mujeres derecha, hombres izquierda.

-Camina-. Se pone detrás mía y noto algo en mi espalda.

La pistola. ¿no me digas?

Sin ningún ápice de duda, camino por ese pasillo con aquel hombre detrás mía con su pistola en mi espalda, apretándola contra mi cuando bajaba el ritmo al andar, lo cual hacía para probar su paciencia.

Conclusión; no tiene.

Me hace entrar al baño de chicos y cierra la puerta detrás de él. Esto solo lo escucho, aún estoy de espaldas.

-Mírame-. Ordena agarrándome del hombro y girándome bruscamente.

Quito de un empujón su mano de mi hombro y esto le sorprende. Vuelve a apuntarme con la pistola.

-¿Qué es lo que quieres?-. Miro fijamente sus ojos escondidos entre sus pelos. Por su voz, manos, y parte de la cara que se le veía, diría que tenía entre 24-30 años.

-Los dos hemos escuchado cosas esta noche-. Se apoya en la puerta y se quita la bufanda, dejándome ver su rostro. Tiene una cicatriz cerca de la comisura derecha del labio.

-¿Y bien?-. Pregunto directa. No quería que me hicieran perder el tiempo.

-Uno de los dos, va a salir de aquí recordando esas cosas y el otro, con los pies por delante-. Responde frío.

Sonrio negando. Una sonrisa cínica, llena de rabia. No sabe con quién está hablando.

Me acerco lentamente a él hasta tener la pistola rozando mi cabeza.

-Bonita cicatriz-. Mis claros ojos de meten por completo en los suyos. Vuelvo a mirar su marca de la boca, me resultaba familiar.

-Dime todo lo que sabes, todo lo que has escuchado, y si sabes algo más-. Agarra mejor la pistola y me la apoya del todo en mi cabeza, en la frente.

-Mírame bien a los ojos-. Me relamo los labios. - fíjate bien-.

Lo veo desconcertado, sin saber que hacer.

-¿qué...?-. Comienza.

-¿Ves que me importe una mierda tus amenazas?-. No le dejo hablar. -Enserio, fíjate bien. ¿Acaso ves que vaya a decirte algo?¿Acaso crees que siento miedo?-. Niego.

-A mi no...-. Empieza.

-Miedo es estar sola en la puta calle. Eso es miedo. No que un payaso te apunte con una pistola.-. Miro su vestimenta.

Veo como pone el dedo en el gatillo.

-No siento miedo ante un inútil, que se ve de lejos que es la primera vez que hace esto-. Rio amargamente.

-¿Cómo lo sabes? -. Pregunta con rabia. Le había calado.

¿Recuerdas? Ese mi trabajo, analizar a las personas. Juego con sus mentes.Y como antes dije, incluso el mínimo detalle cuenta. Es joven, es la primera vez que hace esto y tiene miedo.

-Por que no tienes las balas puestas-. Alzo una ceja mirándole.

El muy tonto, me cree. Cree por un momento que se le ha olvidado poner las balas. Por que con mi tono de voz, mi seguridad, mi sarcasmo y mi poco miedo ante él, ha hecho que dude hasta de su nombre.

Se toca los bolsillos y aprovecho su momento de despiste, para simplemente levantar la mano con rapidez y arrebatarle la pistola.

-¿Últimas palabras?-. Nada más cogerla y por el peso sabía que si que tenía balas.

-¿Las tuyas cuáles serían?-. Veo que rápidamente saca otra arma. Me apunta con ella.

El tiempo se detiene.

Estábamos los dos, solos en el baño de un local de lujo, en pleno centro de New York, apuntándonos el uno al otro.

Y teníamos claro, que solo uno de nosotros saldría vivo de aquí....

A PRUEBA DE MI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora