02- Tiene otro dueño

15.7K 1.6K 432
                                    

Emily me espera en la entrada del campus, debe notar mi evidente mal humor cuando me acerco porque solo esboza una sonrisa y caminamos dentro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Emily me espera en la entrada del campus, debe notar mi evidente mal humor cuando me acerco porque solo esboza una sonrisa y caminamos dentro.

Ella es mi mejor amiga desde hace unos años, antes de conocerla no concebía mucho la idea de amistad entre hombre y mujer, porque solo había tenido una amiga y me había enamorado de ella; pero Emily ha sido mi familia, nunca falla, nunca duda, nunca juzga. Todo entre nosotros siempre ha sido muy recíproco y sano, de hecho lo que no concibo ahora es mi vida sin ella.

—¿Mal día? —pregunta luego de unos minutos.

—Algo así, mi padre trajo a una chica a vivir a mi casa —confieso, y suelto un suspiro resignado.

—¿Una novia?

—No, es su ahijada. Tiene dieciocho años y es... insoportable.

Y hermosa.

Basta de pensar en ella de esa forma, concéntrate Noah.

Emily bufa con molestia, mi padre no le agrada mucho.

—Tu padre es un imbécil. Si sigues así vas a morir de envejecimiento prematuro.

Bueno, a veces es un poco sobreprotectora conmigo, ella cree que me preocupo demasiado por todo, y tiene razones así que le doy una sonrisa.

—No seas dramática, Em, ella no es mi responsabilidad, solo va a vivir en mi casa.

—Ni tú te crees eso, sabemos que te harás responsable de ella, no puedes dejar de comportarte como una madre.

Tal vez tiene razón, y el sobreprotector soy yo.

—¿Cómo es ella? La chica...

Muerdo mi labio inferior molesto de solo recordarla.

—Es absolutamente descarada, la llevé al colegio antes de venir y me hizo un enorme cuestionario sobre mi vida sexual.

Un encogimiento de hombros es su respuesta, ella nunca piensa mal de las mujeres por ser abiertas sexualmente o por no comportarse como está socialmente estipulado. A veces hablamos de eso, suelo preguntarle cosas al respecto, pero hoy no es uno de esos días porque estoy de mal humor.

—Ya la conocía de todas formas, digo, es Emma. Nos criamos juntos.

Arruga su nariz y me mira dudando.

—¿Cómo?

—Sí, ella vivió conmigo hasta que tuve dieciséis —confieso, y su mirada cambia por una llena de reproches.

—¿Y cómo es que nunca la mencionaste?

—Ella desapareció cuando mi madre murió, nunca hablamos de ella, es como un tabú.

Debo admitir, al menos a mí mismo, que estoy feliz de que esté en la casa.

Voy tan ensimismado en la conversación que tropiezo con una chica y casi la hago caer al suelo.

Tontas promesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora