Doyoung está enamorado de su mejor amigo, Yedam, y fantasea con besar sus labios con sabor a chocolate, como él los describe, pese a que no los ha probado. ¿Podrá lograr hacer de su fantasía algo real un día?
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㊣ Histor...
—Mamá, ¿Por qué los invitaste? —Doyoung frunció el ceño evidentemente fastidiado, su madre le había organizado una pequeña fiesta a la cual invitó a Yedam además de su novio.
—Cariño, ¿Son tus amigos, no? —respondió la mujer alzando sus hombros, sin tener la menor idea de los líos que tenían los presentes entre ellos.
—Diles que se canceló y que por favor se vayan —tras decir aquello el menor subió escaleras arriba y Eun lo siguió.
—¿Por qué? No eres así Donnie, ¿Qué pasa contigo?
—Vámonos, el de los brackets no va a bajar —dijo Keita taconeando con el pie derecho una y otra vez mientras Yedam mordía sus labios, ansioso por entregarle el regalo que había comprado para él.
—Tiene nombre —acotó el menor disgustado con la actitud infantil de que su novio usará un apodo sabiendo el nombre del chico.
—¿Y te molesta que no lo use? —el japonés tenía pinta de querer empezar una pelea, restándole importancia al lugar donde se encontraban— Vamos a tomar algo y te llevo a casa, andando.
En ese momento hizo aparición el chico del cumpleaños, quien tenía cara de pocos amigos.
—Buenas noches —saludo, arrepintiendose un poco de haber accedido a bajar por orden de su madre.
—¡Feliz cumpleaños! —exclamó Yedam lanzándose hacia el menor para abrazarlo, haciéndole entrega de su presente posteriormente.
—Gracias, no tenías que molestarte.
—No es ninguna molestia y tú lo sabes, voy al baño un momento, ya vuelvo — Bang corrió hacia los servicios y Keita suspiró frustrado al haberse quedado a solas con aquel chico que le parecía tan antipático.
Entre tanto Doyoung abrió su regalo y reparó en una hermosa caja de chocolates blancos, sus favoritos. Con solo contemplarlos ya podía imaginar su dulce sabor, sintiendo la alegría llenar cada rincón de su ser.
—No te emociones, estaban en oferta —mintió el trigueño con tal de borrarle la estúpida sonrisa que había aparecido el rostro del menor.
Doyoung confirmó sus sospechas, y es que ni siquiera podía ser feliz en su día especial.
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