4-Un despertar un poco complicado

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El primer día de clase, Lily se despertó bastante contenta. No recordaba con qué había soñado, pero sabía que la había puesto de buen humor.

Patty aún no estaba despierta del todo; se frotaba los ojos, cansada, y de vez en cuando abría la boca en un enorme bostezo. Gabriela sonreía en sueños. Lily intentó despertarla.

-Gabriela-dijo en susurros.

-Mmmm...

-Gabriela.

-Ven aquí, mi amor...-dijo Gabriela en sueños.

Patty abrió los ojos, totalmente despierta.

-¡Síguele la corriente!-ordenó a Lily en un susurro, con una sonrisa traviesa.

Lily se acercó a la chica dormida, que la abrazó.

-Dame un besito...Sirius, te quiero mucho...

Patty se tapó la boca con una mano, aguantando una carcajada, y Lily se separó bruscamente.   -¡No...no!¡Sirius, Sirius, no te vayas!¡Sirius...ven aquí!Por favor, vuelve...vuelve...yo te amo...Sirius, ¡Sirius!-despertó gritando.

Patty y Lily reían a carcajadas, sin ningún disimulo.

-¿De qué os reís?-preguntó confundida Gabriela.

-¡Sirius, Sirius, no te vayas!¡Por favor, vuelve, vuelve!-exclamó con voz dramática Patty.

-¡Yo te amo!-imitó Lily. Gabriela puso mala cara.

-Estaba ensayando-se defendió-era...esto...un plan, para...

Lily siguió riendo mientras Patty se vestía, y Gabriela, con una mueca de enfado y totalmente ruborizada, agarró su toalla y se metió en la ducha.

En el cuarto de los merodeadores, Remus Lupin fue el primero en despertarse. Una cruel luna llena había atormentado sus sueños. Lo que más miedo daba a Remus era la luna llena, porque esa fatídica noche de cada mes se convertía en un hombre lobo, sin amigos, sin razón, sólo con instinto. O, al menos, así había sido toda su vida...hasta el año anterior. Cuando había llegado a Hogwarts había conocido a James Potter, a Sirius Black y a Peter Pettigrew. Sus amigos. No les había contado nada de su problema, temiendo que lo abandonaran, y todos los meses les decía que debía ir a visitar a su madre enferma. Hasta que, en segundo, habían descubierto su "pequeño problemilla peludo", como solía llamarlo James. Y, tres años después, en quinto, habían logrado convertirse en animagos. Una rata, un lobo, un perro grande y negro y un ciervo paseaban las noches de luna llena por Hosmeade. Y Remus se sentía más humano.   De todas formas, Remus se sentía culpable. Por su culpa, tres chicos inocentes habían quebrantado la ley, convirtiéndose en animagos no registrados. Era egoísta, lo sabía; pero no podía evitar alegrarse por ser un merodeador.

Un ruido de mantas lo sacó de su ensimismamiento.

-¿Remus?

-Buenos días, Peter.

-¿Ya...ya estás despierto?Es muy temprano...-dijo Peter con un bostezo.

-Me he desvelado, no pasa nada.

-Bueno, creo que me voy a bañ...ar-murmuró Peter bostezando de nuevo. Agarró una toalla de un cajón de su armario de madera y caminó hacia el baño, arrastrando los pies y frotándose los ojos.

Una almohada impactó en la cabeza de Remus, que estaba de nuevo sumido en sus pensamientos. Sin levantar la mirada de sus manos alargadas, el chico dijo:

-Sirius, si vuelves a lanzarme una almohada me aseguraré de que un licántropo te muerda.   Otra almohada le pasó rozando, despeinándole el cabello-James...la amenaza se puede ampliar.

Los dos amigos se lanzaron de rodillas sobre la cama de Remus y le tiraron hacia atrás.

-¡Hey, Lunático, ¿qué humos son esos?-preguntó James, negando con la cabeza.

-Parece que el lobito se nos despertó con mala leche-suspiró Sirius.

-O tal vez un ciervo cornudo y un chucho negro y peludo me han atacado con almohadas.

-¿A quién llamas chucho negro y peludo?-preguntó el más alto haciéndose el ofendido.

-A ti-replicó Remus.

James, que entretanto se había puesto el uniforme, entreabrió la puerta.

-¡Chicos, os veo en el Gran Comedor!   -¡James!-protestaron los dos merodeadores.

Pero James ya no les escuchaba. Sus ojos estaban fijos en una resplandeciente cabellera roja, y su mente maquinaba a toda prisa un reluciente plan de seducción.  

Las más extrañas de las relacionesWhere stories live. Discover now