Durante el trayecto no paré de darle vueltas a mil cosas. ¿Qué iba a ser de mí allí? ¿Realmente merecía ir a la cárcel? Además, no me había dado tiempo a asimilar que había matado a mi marido, cuando ya iba de camino a prisión.
Miguel me dió algo de comer, pero no comí absolutamente nada.
Cuando el camión entró por la puerta principal de la gran cárcel, las piernas me temblaban aún más.
-El gran patio exterior está vacío porque las presas ya están en sus celdas. -explicó Miguel mientras lo señalaba. -Cuando llegues te harán un cacheo, te darán el uniforme y me encargaré de llevarte a tu celda.
-Pero, ¿no eras funcionario de esta prisión? -por más que lo intentara, la voz me quebraba al hablar.
-Sí, pero no del módulo al que irás tú. Aunque bueno, me pasaré más a menudo para verte. -dijo.
-Gracias. -asentí con un hilito de voz.
-No hay de qué. -sonrió. -Pero, por tu bien, evita que las presas te vean hablando conmigo; y tranquila, no será tan malo como lo pintan. -se dio cuenta de que mis nervios aumentaban por segundo, e intentó convencerme de que la cosa no iría tan mal (aunque no le creí).
-Eso espero, Miguel; eso espero. -aguanté mis lágrimas de nuevo. No debía llorar más.
Bajamos del camión y mientras andábamos me temblaba el cuerpo entero. Era la hora de entrar.
***
-¿Hola, estás ahí? -dijo la señora.-Sí, disculpe. -volví de mis pensamientos.
Me acababan de hacer un cacheo bastante desgradable. Obviamente no me sacaron nada ya que era inocente.
-Toma, cámbiate. -la señora me dio el uniforme de la cárcel y se fue hacia otra salita. Miguel salió también y empecé a cambiarme.
El uniforme constaba de unos pantalones rojos, una camiseta de tirantes ajustada gris y una chaqueta roja también. Hasta la ropa interior era roja en esta prisión.
Me terminé de cambiar y ambos volvieron. Le entregué mi ropa a la señora que la almacenó junto a mis pertenencias en un cajón que ahora llevaría mi nombre.
-Miguel, llévala al módulo 2 celda 27. -ordenó.
-¿Al módulo 2? ¿No cree que podría estar mejor en el 3? -preguntó Miguel con preocupación.
-Miguel, las normas son así. Las nuevas van automáticamente al 2, y si su comportamiento es bueno, irán cambiando. Llévala y asegúrate de que todo esté en orden.
-Está bien. Vamos. -me indicó Miguel.
El pasillo por el que entramos estaba oscuro y silencioso.
-El módulo 2 es el peor, ¿verdad? -pregunté.
-El peor es el 1, pero tranquila, si no te metes en líos te cambiarán en cosa de un mes.
-¿¡Un mes!? -no pude evitar elevar la voz. -Espero estar fuera de esta prisión antes de que pase un mes.
-Y lo intentaremos, pero no te puedo asegurar nada, Vicky. -suspiró. -Solo te prometo que no pararé hasta verte fuera y feliz.
-Es-está bien. -era mejor callarse ya. -Gracias.
Ya estábamos en el módulo 2. Subimos unas escaleras para llegar a la que sería mi celda, y sentía miradas y cuchicheos, aunque gran parte de las presas dormían.
-¡A callar! -gritó Miguel.
Nos detuvimos en una celda y Miguel abrió con un código.
-Esta es tu celda, entra. -ordenó más seco que antes. Recordé que teníamos que parecer totalmente desconocidos para evitar abucheos o amenazas por parte de las presas.
Cerró y se fue.
Observé con detenimiento la celda.
Cuatro paredes húmedas, con dos literas a cada lado y una pequeña mesita. También había un retrete en la esquina.Oí un movimiento y me giré asustada. Una presa bajaba de la litera de arriba.
Entonces me di cuenta de que habían dos más durmiendo en la otra cama de arriba. Éramos 4.-Ho-hola... -le temía a cualquier persona de aquí.
-Tranquila hermosura, no te voy a hacer daño. -su acento no era español y cuando se acercó me di cuenta de que era negra. Tendría que tener unos sesenta años.
-Siento si te he despertado. -no sabía qué decir.
-No lo hiciste, nunca suelo dormir a esta hora. -se sentó a mi lado en la cama de abajo. -¿Cuál es tu nombre, reina?
-Vicky. -mi voz era tan débil que apenas se oía.
-Vicky, yo soy Edna; es un placer conocerte. -la verdad que parecía bastante agradable, pero no debía fiarme de nadie aquí.
-¿Y ellas dos? -pregunté señalando hacia arriba.
-Ellas. -soltó una pequeña carcajada. -La morena es Ainhoa de la Cruz, la colombiana más peligrosa de esta prisión. La rubita que está lamiéndole el culo cada día es Abigail; es buena chica.
-Son... ¿pareja? -pregunté.
-Algo así. -alzó las cejas. -La prisión está llena de tortilleras, al no haber hombres, una se tiene que apañar con lo que hay. Dicen que de aquí se sale de dos maneras: o muerta, o bollera.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y creo que ella se dio cuenta.
-¿Y qué hiciste para acabar aquí? -pregunté de forma inconsciente.
-Maté a mi jefe, un racista hijo de puta. Aunque vaya a tirarme aquí hasta el resto de mi vida, lo volvería a matar sin dudarlo. -me estremecí.
-¡Son las una de la madrugada, como sigan hablando pasan la noche en aislamiento! -gritó un funcionario.
-Será mejor que pases tu primera noche aquí, así que mejor hablamos mañana. Buenas noches, Vicky. -aunque la mujer pesase unos 100 kilos aproximadamente, subió de un salto a la otra litera y se acostó.
-Buenas noches. murmuré.
Pese a que lo intenté, no pude pegar ojo ni dejar de sollozar en toda la noche. No estaba preparada para todo lo que me esperaba.
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Víctima entre Rejas
Romans{Acabada} Después del trágico final de "Víctima Silenciosa", ¿qué ocurrirá con Vicky? ¿Cómo actuará Liam al ver que el amor de su vida va a acabar así? ¿Aparecerán nuevas personas en la vida de los dos? ¿Podrán todos estos obstáculos con el amor ent...