{Capítulo 20}

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-No me lo puedo creer aún. -dijo Liam mientras acariciaba mi cabeza con suavidad. -Cuando Miguel me llamó y me lo contó, no me lo terminaba de tragar... He pasado mucho miedo.

-Ya... -admití. -La verdad es que yo apenas recuerdo nada, perdí el conocimiento, pero sé perfectamente lo más que lo has pasado.

-Pero bueno, hemos salido de esta, como de todas. -respondió.

-Sí, pero aún queda algo más para poder decir que hemos salido de todas...

-Lo sé, Vicky. -me miró a los ojos cambiando de expresión. -Llevo meses sin dormir, pensando y haciendo todos los trámites posibles para sacar de aquí cuanto antes, créeme.

-Liam, claro que soy consciente de todo lo que estás haciendo, y no tengo palabras para agradecértelo. -confesé. -Pero es que... No me hago a la idea de que tenga que tener a mi primer hijo en una prisión. Quiero que ese bebé sea el bebé más feliz del mundo y si sigo aquí no va a ser así, lo cual me consume por dentro.

Él se incorporó de mi lado para ponerse frente a mí, cogiendo mi mano y mirándome fijamente:

-Escúchame, Vicky. -hizo una pausa y le miré a los ojos. -A ese bebé no le va a faltar de nada y mucho menos amor, porque nos va a tener a los dos siempre. Aunque la situación sea complicada ese bebé va a ser el más feliz del mundo.

Yo estaba cabizbaja y él lo notó con facilidad. Besó mi frente con delicadeza y cerré los ojos para sentir mejor su aroma.

 Besó mi frente con delicadeza y cerré los ojos para sentir mejor su aroma

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Sonreí por primera vez en mucho tiempo. Mi vida estaba patas arriba, las cosas no iban bien y todo parecía no tener solución, pero en ese mismo instante, junto a él y al bebé, no podía estar más feliz. Lo único que necesitaba era eso, tener a Liam y a nuestro hijo (porque, sí, pese a que ese hijo no fuera de Liam, para nosotros lo era) cerca.
No podía tener más suerte de haberle conocido. Si tuviese que pasar por todo lo que estaba pasando sola, habría sido horrible. Bueno, quizá ni siquiera habría ocurrido, porque quizá estaría muerta.
Mi vida era una locura y sabía que, saliera o no de la cárcel, todo dejaría secuelas en mi interior. Todo lo que me había pasado y estaba pasando era horrible, pero debía aprender a vivir con ello y, junto a Liam, sabía que al menos sería más fácil.

Apenas había pasado un año desde que nos conocimos, pero en ese pequeño periodo de tiempo había conocido a un Liam increíble, respetuoso, cariñoso, sensible y encantador, y me atrevería a decir que quería pasar el resto de mi vida a su lado. Le amaba, le amaba tanto como él me amaba a mí, y encontrar un sentimiento tan recíproco en la vida era ago muy complejo y perfecto a la vez.

-¿En qué piensas? -me preguntó minutos después.

-Estaba haciendo cuentas; el juicio final de mi caso será cuando esté a escasas semanas de parir. Si no ganamos el juicio, yo... No voy a poder separarme del bebé, sería como si me quitaran una parte de mí y...

-Hey, calma. -me interrumpió. -Nada de eso va a ocurrir.

-¿Y cómo estás tan seguro? -pregunté. Cada vez era más negativa a raíz de todo lo que me había pasado.

-No lo sé, pero lo presiento. Estoy seguro de que, después de todo, ésto saldrá bien. Te lo mereces.

-Nos lo merecemos. -le corregí y me sonrió con ternura, dejando ver sus adorables hoyuelos.

Unimos nuestros labios de nuevo en un bonito beso y sonreí. No podía estar mejor acompañada.

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Víctima entre RejasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora