Conversación

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Era casi media mañana cuando los rayos del sol, que entraban por la ventana, alcanzaron el rostro de Draco Malfoy despertándolo de su placentero sueño. Si es que se le podía llamar placentero al hecho de dormir en un minúsculo sofá de dos plazas, duro como una piedra e incómodo como él solo.

Se quitó el ridículo pijama que llevaba puesto, para ponerse los todavía más ridículos pantalones que le había comprado la Gryffindor, sin olvidar, por supuesto, el jersey y los zapatos de paleto muggle que completaban el conjunto.

- Maldita ropa.- Murmuró asqueado, dirigiéndose a la habitación de la leona.- ¡Eh, Granger!- La llamó sin tacto alguno, dispuesto a quejarse de nuevo.- ¿Dónde demonios se ha metido?- Se preguntó al comprobar que la estancia estaba vacía.

Salió a buscarla por el resto de la vivienda, lo cual no suponía mucho ya que solo le quedaba por mirar en el cuarto de baño y en la cocina.

- ¿Granger?- La llamó tocando la puerta del baño con los nudillos.

No recibió respuesta, de modo que abrió, comprobando que estaba vacío.

Después se adentró en la cocina. Lo único que encontró fue una bandeja con lo que parecía su desayuno. Un zumo de naranja con un trozo de bizcocho que tenía una pinta deliciosa y...

- ¿Una nota?- Se preguntó en voz alta desdoblándola.

"Buenos días, Malfoy.

Mientras te escribo esta nota tú estás durmiendo y roncando como un trol en el sofá. Te he dejado preparado el desayuno y en el frigorífico tienes comida para mediodía. Solo tendrás que calentarla. Te he dejado mi barita para que lo hagas porque no creo que sea recomendable que utilices la tuya. Tal vez la estén rastreando desde el Ministerio. Hasta ahora no hemos tenido tiempo, pero en cuanto me sea posible te enseñaré a usar la cocina muggle para que puedas cocinarte lo que te apetezca. Nos vemos esta noche. Que pases un buen día.

Hermione Granger"

- Qué tonta.- Sonrió el chico tras leer la nota.- No hacía falta que la firmara. ¿Quién más me iba a escribir, si vivimos los dos solos?

Se guardó la nota en el bolsillo del pantalón y se llevó la bandeja al salón donde desayunó mientras observaba la televisión apagada.

¿Qué diantres será ese artilugio muggle?- Pensó mirándolo con curiosidad.- Tengo que preguntarle a Granger para qué sirve.

Cuando terminó dejó la bandeja en la cocina y se fue al baño a asearse. Al salir se topó con la puerta cerrada de la habitación de la Gryffindor. Es cierto que ya había entrado en más de una ocasión para buscar a la chica, pero nunca se había parado a observarla con detenimiento. De repente la curiosidad se apoderó de él. ¿Qué tendría la leona en sus cajones? ¿Qué secretos escondería?

Sabía que ella no volvería a casa hasta la noche, de modo que tenía tiempo de sobra para indagar entre sus cosas.

La habitación -tan recogida que parecía no haber sido utilizada nunca-, al igual que el resto de la casa, era sencilla. Estaba compuesta por una cama de tamaño aceptable (aunque naturalmente a Malfoy le parecía enana, sobretodo comparada con el enorme lecho que poseía en la mansión de sus padres), una pequeña mesita de noche y un armario de dos puertas. En una de las paredes había colgada una bufanda de Gryffindor- ¿Cómo no? –rodeada de banderines de quiddich de la misma casa de Hogwarts; recortes de artículos del diario El Profeta en los que se podía observar desde el cartel de búsqueda y captura de Sirius Black, hasta la noticia del fin de la Segunda Guerra Mágica con el Trío de Oro coronando la portada, pasando por un artículo sobre el Torneo de los Tres Magos donde se podía observar a Potter cuando consiguió el huevo de dragón. También había fotografías de los años que pasó la chica en la escuela de magia y hechicería junto a sus amigos.

Amor SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora