Capítulo VI -Arrepentimiento

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Al entrar al salón vi a casi todos mis compañeros, menos Esther, era raro que no viniera, no había faltado y llegaba muy temprano siempre.

-Igual le marco el fin de semana para ver si todo está bien- pensé.

Terminando las clases dieron el toque del receso, todos mis compañeros se levantaron excepto yo, yo no le hablaba a nadie de aquí, solo a Esther, nunca se me ocurrió intentar hacer más amigos después de todo lo sucedido y con Esther para mí era suficiente pero ahora que ella no está me siento solo.

Minutos después escuché a dos muchachos ordenándole a uno que les comprara el almuerzo con su dinero, ese chico era Isaac, el que intento hablarme el día que hicimos examen de admisión, desde que entramos a clases ya no intente hablarle, ni el a mí, pero se había vuelto muy tímido desde que lo molestaban y había faltado ocasionalmente a la escuela.

Él aparentaba una estatura de 1.75, ojos azules, piel blanca y cabello teñido de verde, usaba anteojos muy grandes, y una vestimenta muy anticuada, pero a decir verdad era muy atractivo, tenía rasgos faciales casi perfectos, nariz perfilada, su mandíbula cuadrada y ojos grandes, con pecas desde las mejillas hasta la nariz.
Los chicos lo tiraron de una patada para presionarlo, tenía que traer sus alimentos así que Isaac se levantó y caminó lentamente a la puerta del salón.

-¡Qué horror! ¿Acaso en esta escuela solo hay personas así?, tendré que entrometerme nuevamente- murmuré asqueado.

Decidí pararme en la entrada y detener a Isaac con mi mano poniéndola en su pecho, él no parece estar muy dañado, parecía mas de esas personas sumisas que hacen lo que sea por tener amigos.

-¡Oye! No te hagas esto, no te dejes humillar por personas como ellos- le dije molesto.

-Por favor quítate, tengo que traerles su almuerzo si no se enojaran- respondió fríamente, intimidado por aquellas malas personas.

-He quítate, ¿acaso no vez que le estorbas?- me dijo uno de los chicos que lo molestaban.

-Aish… ustedes sí que me sacaran de un tornillo- musité.

El chico que respondió era chaparro y robusto, de piel morena, cabello oscuro y quebradizo, con una voz chillona, el otro era albino, delgado y de estatura media, su cabello lo tenía teñido de azul y con un percing en la nariz.

Ambos parecían drogadictos y no por todo lo anterior, si no que sus rostros los delataban, sus ojos rojos, su olor.

-¡Escuchen ambos! Ustedes no son nadie para ordenarle a traerles su almuerzo, si tanto tienen hambre vayan ustedes por el y cómprenlo con su dinero- les dije con una mirada asesina.

Isaac comenzó a asustarse e intentó taparme la boca para callarme, es raro que yo haga esto, Esther es la que suele enfrentarse a esta clase de problemas, pero ahora no estaba ella y también era mi deber.

-Vaya… vaya Eliot, ¿escuchaste bien?- le dijo el chico robusto con una risa burlona.

Aparté a Isaac a mis espaldas y los otros dos chicos se levantaron de su asiento acercándose lo suficiente para querer intimidarme, después se retiraron al ver que no lo lograban.

-No valen la pena- le dijo el chico robusto a su amigo. -ya buscaremos a alguien más del cual aprovecharnos.

-Si me entero que se intentan aprovechar de alguien juro que los haré pagar- les dije en tono amenazante al acercarme a ellos.

Ambos retrocedieron más hasta arrinconarse en sus butacas.

-No son más que unos sínicos y unos cobardes- les dije con repugnancia. -Isaac ya estas libre, debes darte a respetar y no dejar que te humillen ese par, ni nadie, ellos jamás te habrían tratado así si te hubieras defendido desde un inició, como dice aquel dicho “perro que ladra no muerde”.

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