LILI

5.4K 445 259
                                    

—Sí, unos ojos como esos no se me iban a olvidar en la vida... —comentó Brett, mirando fijamente aquellos ojos de gato asustadizo. 

—¿Sabes algo, Jessica? —intervino Kanda.

—Dime —respondió esta, actuando de la mejor manera posible, sin embargo, la mano de Lisa sobre su muslo, no la dejaba pasar desapercibida ante sus escalofriantes nervios. 

—En tantos años, eres la segunda persona que hemos visto con esos ojos —confesó sorprendida, la mujer.

—¿Cuál fue la primera? —curioseó Lisa interesada, pues a ella también le parecieron conocidos en cuanto los vio por primera vez.

—¿Acaso no te acuerdas? —La menor negó—. Supongo que eras demasiado pequeña. A ver, hija, ¿tú recuerdas de dónde surgió tu tan mencionable apodo? —cuestionó la mujer con sarcasmo en su tono de voz socarrón.

—Ahora que lo dices... ¡Oh! Claro, de la muñeca que tuve cuando era más pequeña —respondió, rumiándolo.

—Bien... ¿Y recuerdas quién le puso el nombre a ese peluche?

—Creo que ya se llamaba así de fábrica... ¿No? 

La madre negó riendo—: ¿qué tonterías son esas? Deja que te haga memoria, cabeza de chorlito —Rio—. De fábrica dice... 



[Flashback]

—Lisa, ya te dije que se lo preguntes a tu padre.

La niña se dirigió al estudio de su padre, donde este se encontraba escribiendo unas ideas para una nueva receta. 

—Papi, ¿cuándo iremos a la feria? —preguntó, encaramándose en sus piernas.

—No lo sé, estoy algo ocupado. Creo que no podremos ir, pequeña —dijo este.

—Vale, pues como no me queréis llevar... Me iré sola —retó la pequeña castaña.

—Lisa, no... —advirtió, intentándose resistir a los chantajes de su hija.

—Pero, yo soy grande, ya puedo irme sola, así no los molesto.

Brett soltó el bolígrafo para mirarla con una sonrisa enternecida.

—Pequeña, una niña de cinco añitos no puede salir sola a la calle —comentó este, riendo. 

—Me da igual —soltó, bajándose de las piernas de su padre. 

Se posicionó en frente de este y comenzó a desvestirse.

—¿Qué haces?

—Cambiarme de ropa yo solita, porque soy grande. ¿Ves? 

Estaba por bajarse los calzoncillos cuando el padre le llamó la atención.

—¡Lalisa Manoban! ¿Qué te dije sobre andar con el Pepín al aire libre, en cueritos?

—Que no puedo... —respondió cabizbaja.

—Bien, pues hazme el favor y vuelve a vestirte, sin hacer movimientos bruscos. Te estoy vigilando... —ordenó, levantándose lentamente de su silla y acercándose a esta.

—¡No quiero! —contestó altanera.

—Lisa, no hagas lo que se te está pasando por tu cabecita traviesa.

—¡Quiero ir a la feria! —reclamó demandante.

—Te dije que no, soy tu padre y me tienes que obedecer.

Sólo TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora