¡QUÉ VIVAN LAS FIESTAS!

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—Buenos días, chicas —saludó Lisa, entrando a la cocina donde se encontraban sus dos amigas desayunando.

—Buenos días, señora, ¡no enseño más porque no puedo! —murmulló la pelirosa, mirándola con reproche.

—¿Y esa cara? —preguntó Lisa, confusa.

—Encima se hace la que no sabe, de verdad que tengo ganas de cortarte la...

—Ardillita cálmate, estaba tomada —intervino Jisoo, quitándole el cuchillo de untar mantequilla, de las manos.

Lisa retrocedió unos pasos cubriéndose a Jr.

«—Por favor, no dejes que esta psicópata me haga nada —pidió Jr., atemorizado».

«—No temas, yo te defiendo con mi vida si hace falta —se envalentonó, con firmeza».

«—Gracias —agradeció, más aliviado».

—Tranquila Lis, es que ayer por la noche cuando llegamos, estabas un poco insoportable, además, te la sacaste frente a nosotras sin ningún tipo de respeto. Por eso está así —explicó Jisoo.

—Ya veo, discúlpame, Rosie —se disculpó, haciendo morritos.

—No lo sé, lo pensaré —Lisa giró los ojos.

—Veamos, ¿qué quieres que te cocine?

De repente se le iluminaron los ojos—: quiero... Pad Thai, y estás más que perdonada.

—¡Hecho! Por cierto, ¿ya difundieron la fiesta de hoy? —preguntó, sirviéndose un vaso de zumo.

—No tuvimos que hacerlo nosotras, Irene se encargó de eso tan solo llegar a su casa —comentó Jisoo.

—De acuerdo. En cuanto terminemos aquí, iremos a comprar —añadió Lisa, y las otras asintieron.

—Chichu, ¿ya fuiste a hablar con los de al lado? —preguntó la menor, terminando de ordenar la compra.

—Sí, tuve que negociar con ellos, ya sabes...

—Perfecto, pues ya está todo. Ahora solo falta la gente y que sea de noche —concluyó Rosé, entrando a la cocina con una bolsa de patatas.

—Perfecto, esta noche lo vamos a pasar genial —Sonrió, la rubia.

—Lisa, me parece genial todo esto, pero no tienes que aparentar en frente de nosotras. Ayer nos hiciste saber que no estás bien, realmente —explicó Rosé.

—Me dijeron que estaba ebria, seguro que dije muchas tonterías —excusó, mostrando desinterés.

—Puede, pero se dice que los niños y los borrachos no mienten —añadió la pelinegra.

—Tienen razón, pero necesito salir adelante, no puedo quedarme estancada... Y, creo que lo mejor es retomar las viejas costumbres.

—Me gusta ver que te esfuerzas por ser la Lisa que conocemos y no la que, hace nada, no quería casi salir de casa... Pero nunca te olvides de que puedes confiar en nosotras, Lis —reconfortó Rosé envolviéndola en un abrazo, la menor asintió.

—Y yo, ¿me quedo fuera? —soltó Jisoo, fingiendo indignarse.

—Claro que no, ven aquí, tonta— Rosé le guiñó un ojo y esta se acercó, tímida.

—No sé qué haría sin vosotras, chicas —dijo Lisa.

—Seguramente aún serías virgen, para empezar —comentó la pelinegra, que se llevó un buen golpe en el brazo por su comentario. Una notificación del móvil de Lisa las hizo separarse del abrazo grupal.

Sólo TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora