VIEJAS COSTUMBRES

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—Jendeukie, ya hemos llegado —avisó el tailandés, despertándola al ver que los pasillos del avión se estaban quedando desiertos.

Sus ojos hinchados se abrieron, anhelando que la rubia estuviera en su campo de visión, tal y como lo estuvo hacía ya cuatro días. Noventa y seis horas en las que, al cerrar los ojos y conciliar escasamente el sueño, repetía los buenos momentos del último día que pasó junto a ella, deseando que no hubiera terminado de tal forma.

Mientras esperaba en el asiento trasero a que el tailandés y Wonho cargaran el equipaje, se mentalizaba en volver a ser esa Jennie a la que no le importaba nada, quien se jugaba el pellejo porque no tenía ningún familiar que la llorara si sus días terminaban. Habían pasado muchos años desde que guardó esa faceta en lo más profundo de su ser, y aun si no le gustaba comportarse de esa manera, sabía que sería la única forma de llegar a su objetivo... Lisa. Se juraba constantemente que la recuperaría con vida, siendo la suya propia la que pasaría automáticamente a estar en peligro, no le importaba arriesgarla con tal de salvarla a ella porque perderla no era una opción. Sin embargo, para Jennie, dejar al amor de su vida sin su mini gatito, como su amada lo llamaba, tampoco era una respuesta posible en aquella ecuación que jugaba con distintas variables, la más contundente y la que iba a descartar de una vez por todas, a sangre fría... Daesung.

Necesitaba coger energía, después de varias noches sin pegar ojo, el cansancio le estaba pasando factura. Los dos portazos delanteros la sacaron parcialmente de sus pensamientos, escuchando por partes la conversación que estaban teniendo los de delante y que, dentro de lo que cabe, la incluía también a ella.

—¿Te parece bien, Jen? —Escuchó al que estaba al volante.

—Perdón, Bam, no estaba prestando atención.

—Decíamos de ir a descansar por hoy al hotel y mañana ir a la reunión... Sé que el tiempo no está de nuestro lado y entiendo que no podemos perder ni un minuto, pero, también te conozco y supongo que no has dormido nada, así que, creo que te vendrá bien, ¿qué me dices? —propuso, gentilmente.

—Está bien, Bam, gracias —Este asintió a través del retrovisor, devolviendo la atención a la carretera.

Finalmente llegaron al hotel, descargaron el equipaje, adentrándose al lugar.

—Jendeukie, ¿estás segura de que no quieres compartir una habitación conmigo? —preguntó el tailandés entrando al vestíbulo.

—No, quiero estar sola —respondió con firmeza.

Este asintió, notando algo extraño en ella, no, más bien era algo que hacía tiempo no veía en ella... Insensibilidad. Terminaron pidiendo una cada uno. La castaña quedó esperando en uno de los sofás hasta que volvieron los otros dos con las llaves electrónicas de sus respectivas habitaciones.

—Jennie, nuestras habitaciones son consecutivas, la tuya queda justo en la planta de arriba —explicó Wonho. Jennie asintió, cogiendo rumbo al ascensor. En cuanto se cerraron las puertas, rompió con el angustioso silencio que los envolvía.

—Chicos... —Carraspeó. Los dos se giraron, mirándola—. Escuchadme con atención porque no pienso repetir lo que os voy a decir —Ambos se miraron de reojo, tragando en seco, no entendían de donde había salido esa frialdad que, de repente, adquirieron su voz y expresión—. He estado pensando un método para salvaguardarnos entre nosotros...

—No comprendo lo que quieres decir, Jen —soltó Bambam. El otro hizo una mueca, reafirmando.

—Tranquilo, no hace falta que lo entendáis, solo haced lo que os diré y estaremos seguros durante nuestra fabulosa estancia... —Comenzó a sacar de su equipaje de mano, dos cajas, entregándole una a cada uno. La cara de estos era cada vez más confusa.

Sólo TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora