Tom

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DISCLAIMER: Nada me pertenece, solo mi corazón Sherlolly shipper.

Mientras tanto en un pequeño pueblo cerca de Londres se encontraba acostada una señora muy enferma, su nombre era Mikaela y junto a ella su hija Nina la atendía. La señora Mikaela era una costurera, su pequeña casa era de tres cuartos muy rústicos y en la que vivían ella, su hija y su hijo Tom. Ella sentía que la vida se le iba y que tenía que empezar a despedirse.

- Hija, nunca olvides que te amo y que siempre lo haré- dijo calmada.

- Madre por favor no hable. Se lo ruego, mi hermano no tardará y la vamos a poder llevar a un doctor a que la atiendan, usted va a curarse madre- decía llorando.

- No hija, eso es imposible. Tom no llegaría a tiempo como quiera. Pero no lo culpo, mi enfermedad está muy avanzada hija, es tiempo de irme. Me hubiera gustado despedirme de ése cabeza de chorlito, tan imprudente mi hijo, dile que lo amo por favor y le entregas ésta carta hija, pero después de que me hayan sepultado- ella dio un último suspiro y se entregó al creador.

Ésa tarde Nina, sus vecinos y su hermano estaban sepultando a su madre. Todo había pasado tan rápido. Ella había querido velarla toda la noche y rezar unas plegarias como sus costumbres pero su hermano se negó, dijo que eso no servía para traerla de regreso y que era importante terminar con esto.

Ella quería gritarle, decirle que era un insensible, culparlo porque no había estado aquí para despedirse de ella, pero sabía que no debía hacerlo, su hermano siempre fue diferente a ellos, no solo en la forma de ser, pero físicamente eran distintos, él era blanco, con unos ojos que a veces parecían claramente azules y otras verdes, su cabello era castaño oscuro y rizado, además de su complexión delgada y el hecho de que era mucho más alto que cualquiera de ellos. No obstante, su hermano siempre había sido muy inteligente para su propio bien, ellos habían vivido toda su vida viajando, nunca se quedaban por mucho tiempo en un mismo lugar, su última parada antes de regresar a Inglaterra había sido España, donde su padre había muerto y le habían diagnosticado a su madre cáncer. Después de eso ella había insistido en volver al lugar en donde nació, y aquí estaban después de 5 meses que habían llegado al pueblo, ella se había ido.

- Creo que deberíamos hablar hermano- dijo tranquila.

-¿De qué Nina?- dijo frustrado. De tu inestabilidad emocional o del hecho de que buscas un consuelo de mi parte ¿Quieres que te diga que ella está con el creador para que tú te sientas menos culpable de que se fue? No, no lo haré. Madre se fue y es todo.

- ¿Cómo puedes ser así de frío? – dijo que echaba humo de coraje. No los merecías, a ninguno de ellos-soltó con rabia.

- ¿Terminaste?- Bien porque ahora quiero que me des la carta que ella dejó para mi y la quiero ahora- dijo molesto.

Nina se sorprendió. Nunca había entendido como su hermano podía ser tan inteligente, adivinaba todo muy fácilmente. Ella sacó el sobre y se lo entregó.

- Vete a dormir Nina- dijo cortante.

- Pero-

- Vete. Voy a leer y quiero estar solo. En ésta carta no hay nada de tu incumbencia.

Ella se enojó pero se dispuso a ir a su cuarto ya pasaban de la 1 de la mañana. Dejándolo solo.

Tom salió de la casa, estar ahí solo lo abrumaba, por eso siempre se iba a los bares a jugar cartas y sacaba su dinero de ahí. Deducir a ésos idiotas, como él los llamaba, era lo más fácil del mundo. Sonrió al recordar como hace unas horas en el centro de Londres le había quitado todo su dinero a un Lord en un partido de póker. Por supuesto que lo habían perseguido para tratar de que devolviera la fortuna pero él era mucho más veloz y logró perderlos. Aunque casi lo habían agarrado cuando tropezó con el carruaje que llevaba al futuro coronel Watson. Nunca había sabido de él, pero con solo verlo lo dejó intrigado, ése hombre tenía una historia tras él. Ojalá algún día pudieran cruzar caminos de nuevo- se dijo.

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