Violeta

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DISCLAIMER: Nada me pertenece, solo mi corazón Sherlolly shipper.


Violeta Holmes se encontraba en el centro de Londres, paseando con sus doncellas y comprando cuanta cosa se le pusiera en frente, había mandado a sus guardias a tomar algo, ella nunca había estado cómoda con llevarlos puesto que llamaban mucho la atención pero su hijo Mycroft insistía.

De pronto unos hombres empezaron a rodearla y ella sintió miedo, en verdad y maldijo su falta de prudencia, los maleantes quería robarla por supuesto y ella no dudaba que hasta la golpearían con tal de sacarle todo el dinero. Uno de ellos estaba a punto de pegarle cuando una mano lo detuvo.

- Deje a la señora- dijo pegándole a uno de ellos. Después siguió con los demás hasta que fue abatiendo uno a uno. El hombre era un increíble peleador- pensó Lady Holmes. Éste extraño había salvado su vida.

- Señora se encuentra bien- decía el hombre misterioso.

- Si, gracias a ti querido- hizo un gesto para agarrarle la cara, pero el hombre la esquivó.

De pronto un carruaje negro se detuvo en frente de ellos y salió Lady Morstan.

-Oh Señora Holmes, ¿está usted bien? Vamos, su hijo ha pedido su revisión en el hospital.

- Oh dile a Mycroft que se calle y que estoy bien. Que me voy a mi casa, éste joven me ha salvado la vida- dijo señalando al hombre. Gracias, puedo saber tu nombre- preguntó.

- Tom.

Violeta asintió. Soy Violeta Holmes, después deberías visitarme- sonrió cálidamente.

- Vamos señora, vamos a su casa, su hijo nos encontrara ahí.

Mary volteó a ver al desconocido. El parecido era sorprendente. Ella supo quién había salvado a Violeta Holmes.

- Gracias por ayudar a la Señora. Estoy segura que Lord Mycroft Holmes también dice gracias.

- No hay de qué Srita Morstan.

- Hasta luego Sherlock Holmes.

Sherlock se quedó en la calle viendo cómo el carruaje que llevaba a su madre se alejaba. Fue una casualidad encontrarla aquí, iba a pasar de largo hasta que se dio cuenta de que esos hijos de puta querían hacerle daño. De pronto se encontró deseando aceptar su invitación y visitarla.

Unos minutos más tarde en la residencia Holmes.

- ¡Madre! ¿En qué estabas pensando al quedarte sin escolta? Pensé que eras inteligente. Te pudieron haber matado- decía furioso.

- ¡Arthur Mycroft Sigmund Holmes! Me bajas ése tono de voz pero ya- exigió.

- Querida, cálmate por favor. Te puede hacer mal- dijo su esposo.

- Madre, no vuelvas a salir sin escolta, por favor.

- Así me gusta Mickey, respetuoso como siempre. Estoy bien queridos míos, gracias al joven que me ayudó, su nombre era Tom.

Mycroft se quedó pensativo, es que su hermano había ayudado a su madre. No, eso sería mucha coincidencia.

- Madre, y ahora no vas a poder acompañarme a la fiesta que dará el Rey mañana en la noche.

- Oh cállate Mycroft, a tu edad ya deberías haberte casado y darme nietos- le dijo acusándolo.

- Madre, ya te he dicho, con mi trabajo no tengo tiempo para buscar una esposa y francamente no me interesa.

- Si no te apuras, la buscaré yo- dijo tajante.

Mycroft rodó los ojos.



Si de casualidad alguien está leyendo esto, me gustaría me lo dijeran en un comentario. 

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