Capitulo 1

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El punto era azul. Rachel Morgan lo levantó frente a la luz para comprobarlo

por segunda vez. Quizá se hubiera confundido.

Pero no. No había duda. Era azul.

Se sentó lentamente en el inodoro del baño de su minúsculo estudio y suspiró.

No tenía sentido volver a repetir la prueba. El resultado sería el mismo.

Estaba embarazada.

Y la pregunta era, ¿cómo podía haberse quedado embarazada?

Empezaron a temblarle las manos. Aquello no podía estar sucediendo, no podía

ser real. Rachel no había tenido ninguna relación afectiva desde que se había ido a

vivir a Nueva York tras la muerte de su madre y la ruptura de su compromiso con

Tom. Ya habían pasado dos años desde entonces, y no había absolutamente nadie en

su vida, si se le podía llamar vida al lío en el que andaba metida, pensó conteniendo

las lágrimas.

Estaba sin trabajo, y para colmo embarazada.

No podía dejara de preguntarse cómo había llegado a esa situación. Rachel era

una persona racional, no podía creer en los embarazos milagrosos, por lo menos en el

caso de una persona tan imperfecta como ella. Pero no tenía otra explicación. El

estómago se le revolvió al pensarlo.

Aquello sólo podía significar que su sueño había sido real.

Sonó el teléfono y se obligó a levantarse para dirigirse a la habitación que servía

de dormitorio, cuarto de estar y cocina. Se sentó en el borde de la cama y levantó el

auricular.

—¿Diga?

—¿Rachel? Soy Trudy. Me alegro de que hayas contestado. Es posible que tenga

un trabajo para ti. Una de nuestras suministradoras está...

—Estoy embarazada.

—¿Qué?

—Ya me has oído.

—¿Y cómo has podido quedarte embarazada?

—Daría cualquier cosa por saberlo.

—No te muevas —le dijo Trudy—. Ahora mismo voy para allá.

Media hora después, sonó el telefonillo de Rachel. La joven presionó el botón de

apertura y esperó en la puerta la llegada de su mejor amiga.

Trudy Levin era una mujer alta, delgada, atractiva y ambiciosa, que había

conseguido alcanzar el éxito en el difícil mundo de la industria de cosméticos.

Cuando Rachel había llegado a la ciudad, era una joven sin ninguna

experiencia. Ella y Trudy se habían encontrado en el metro, en un momento en el que

Rachel acababa de perder todas sus esperanzas de atravesar la ciudad. Trudy la

había rescatado y desde entonces habían llegado a ser amigas íntimas.

—No puedo creerlo —dijo Trudy, pasando por delante de Rachel para entrar en

el apartamento.

Rachel se volvió y cerró la puerta. En cuanto las dos estuvieron sentadas, Trudy

le pidió que le contara lo sucedido.

Rachel levantó del mostrador la prueba del embarazo con más aplomo del que

sentía, y la sostuvo en aquella posición para que pudiera verla Trudy.

—¿Ves? Es azul —murmuró la joven.

—No puedo creerlo —repitió Trudy.

—¿Y qué crees que siento yo?

Para disimular su nerviosismo, se volvió hacia el fregadero, llenó la tetera de

agua y la puso al fuego.

—Me siento herida. ¿No te conté yo todo sobre Jake cuando lo conocí? ¿No te

conté hasta el último detalle de cada una de nuestras citas? ¿Por qué entonces no me

has dicho que estabas saliendo con alguien? —le preguntó Trudy.

—Porque no lo estoy haciendo.

—Entonces, ¿quién...?

Rachel sacudió la cabeza.

—No lo sé.

—Pero eso es imposible.

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