Capitulo 8

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Después de que Rachel y Trudy se fueran, Reid permaneció en la puerta con la mirada perdida. Charlotte lo miró atentamente, esperando que dijera algo, como no lo hizo, continuó mecanografiando. El sonido de las teclas pareció poner a Reid de nuevo en funcionamiento.

—Charlotte, vuelve a llamar a Mazelli.

La visita de Rachel al médico le confirmó lo que ya sabía. Pasó la primera semana de agosto pensando en las posibles opciones que tenía y llegando a la conclusión de que no eran tantas como pretendía cuando había hablado con Reid. Tenía treinta años. No era mayor, pero tampoco era una jovencita. Era la edad perfecta para asumir la responsabilidad de la maternidad. Si se hubiera casado con Tom, sería en ese momento cuando habrían empezado a tener familia. Pero no estaba casada con nadie, y no veía ningún romance en el horizonte.

Cruzó por su cabeza una imagen de Reid y la desechó rápidamente. Reid no creía en ella y ella no tenía ganas ni fuerzas para intentar convencerlo. Y aunque las tuviera, Reid James sería el último candidato. Todavía recordaba letra por letra el artículo que Trudy le había dado, en el que hablaban de él como del soltero más codiciado de Nueva York. ¡Y aquel hombre pensaba que ella quería sacarle dinero! ¡Ja! Si hubiera sido de ese tipo de personas, una sola llamada a la prensa le habría servido para ganar miles de dólares. Pero esa clase de fama era lo último que quería y necesitaba.

No, no tenía a nadie a su lado, y quisiera o no Reid James participara en la toma

de decisión, era ella la que tenía la última palabra.Y la última palabra era que quería tener el bebé.

Pero las consecuencias que de ello se derivaban iban a complicarle un poco la vida. Rachel todavía tenía la mayor parte del dinero que había heredado de su madre, pero no le duraría mucho si no conseguía un trabajo. Por mucho que le gustara Nueva York, era una ciudad muy cara para vivir, incluso aunque se acercara a Reid para conseguir su ayuda.Y eso era lo último que pretendía. Algo le decía que si se lo permitía había bastantes posibilidades de que Reid no sólo intentara hacerse cargo de su vida, sino también de la del niño. Rachel amaba demasiado su independencia para resignarse a vivir bajo la fama de Reid James, y tampoco quería eso para el bebé, de modo que lo mejor que podía hacer era volver a Ohio con su padre. El estómago se le tensó al pensarlo. Su padre había vuelto a casarse sólo dos meses después de la muerte de su madre y aquella boda había abierto una brecha entre ellos. Aunque se habían reconciliado y habían quedado en buenos términos, todavía había cierta tensión entre ellos que hacía que le resultara difícil plantearse

volver a casa.

Se sentó en el borde de la cama y enterró la cabeza en las manos, intentando olvidar las duras palabras que había cruzado con su padre el día de su segundo matrimonio. Aquel día había soltado todo el resentimiento que albergaba por la que a ella le parecía insensible conducta de su padre. No había podido contenerse. Para su madre, los dos años que habían antecedido a su muerte habían sido dos años de sufrimiento, y Rachel había sido su voluntariosa enfermera. Siempre había sabido que el matrimonio de sus padres no era el paraíso, pero la enfermedad de su madre había sacado a relucir los peores

aspectos de su progenitor.

Rachel había adorado a su madre y guardado hacia ella una lealtad total hasta el último momento, incluso seguía adorándola después de su muerte. Pero había

pagado un alto precio por aquella lealtad. La muerte de su madre y el abandono de Tom eran los dos golpes más fuertes que había recibido en su vida. La gota que había

colmado el vaso había sido que su padre le había presentado a una mujer y le había dicho que iba a casarse con ella y llevarla a vivir a su casa. A la casa de su madre.

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