Capítulo 14

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—Tú no lo entiendes. Mi padre y yo no tenemos una relación demasiado buena.

—Ya lo sé.

Rachel alzó la barbilla.

—Claro, me había olvidado de tu detective. Por supuesto. Entonces ahórrame unas cuantas palabras. ¿Qué más sabes de mí?

—Conozco algunos hechos, no los detalles de tu vida.

—¿Como cuáles?

—Como que los últimos años de tu vida no han sido nada fáciles. Tu madre enfermó y tú te ocupaste de atenderla durante todo el tiempo que estuvo enferma. Y tu padre se casó poco después de que ella muriera.

Rachel sintió un nudo en la garganta.

—Si sabes eso, también lo sabrás todo sobre Tom.

—¿El vendedor de seguros? Sí. El muy estúpido te abandonó.

Rachel descartó su análisis con un movimiento de mano.

—No me abandonó. Nos fuimos distanciando. No pasó nada más. Tom conoció a otra persona e hizo bien en acabar con nuestra relación.

—Pero…

—Pero mi padre no fue de la misma opinión. Se enfadó mucho cuando rompimos el compromiso. Contaba con que me casara y me fuera de casa para así poder quedarse él sólo con Sally. Mi cambio de planes acababa con los suyos.

Rachel cerró los ojos y suspiró. El ardor de su beso la había dejado agotada.

Tenía la cabeza hecha un auténtico lío, pero su espíritu parecía haberse elevado a un lugar fuera del mundo que no podía describir ni se atrevía a nombrar. Nadie la había hecho sentirse nunca de aquella manera. Reid era tan letalmente embriagador como podía serlo la mezcla de las drogas y el alcohol. Rachel sentía descender sobre ella una tranquilidad total, y era consciente de que era un sentimiento totalmente incongruente en las circunstancias en las que se encontraba.

Sabía que debería moverse, hacer algo para poner fin a aquella situación.

Cerró los ojos, mientras intentaba aclarar sus pensamientos. Pero no era fácil pensar en esa posición. Reid era todo lo que la rodeaba. Sentía su olor, su contacto, los latidos de su corazón contra su oído.

Reid advirtió que se debilitaba en sus brazos y comprendió que estaba dormida.

Deslizó suavemente la mano desde su cintura hacia su vientre y susurró mientras la acariciaba con inmenso cariño:

—Hola, bebé.

Apoyó la cabeza en la almohada. Estaba cansado y tenía los sentimientos en carne viva. Cerró los ojos un momento e intentó pensar en el próximo movimiento que tendría que hacer si Rachel continuaba negándose a irse con él. Sabía que estaba llegando al final. No tenía nada más que ofrecerle desde un punto de vista material, y tampoco mucho más que pudiera resultarte atrayente desde una perspectiva moral.

Reid notaba cómo se resistía Rachel a él. Pero le resultaba inconcebible perder esa batalla que había llegado a convertirse en una cuestión vital, más importante incluso que la que había sostenido con sus padres.

Tenía que haber algo que pudiera hacer para impulsarla a cambiar de opinión.

Algo que le hiciera darse cuenta de que él tenía razón, de que sería lo mejor para el bebé y para ella, para los tres. Se aferró con fuerza a la falda de Rachel y después, poco a poco, él también fue quedándose dormido.

Cuando Rachel se despertó estaba oscuro, la única luz que había era la de la lámpara de noche. Levantó la cabeza desorientada y se humedeció con la lengua los labios resecos. Intentó levantarse, pero tenía algo en la espalda que se lo impedía. La mano de Reid.

Inclinó lentamente la cabeza para mirarlo. Reid tenía la cabeza apoyada haciendo un ángulo extraño, y los ojos cerrados con fuerza, como si tuviera una intensa necesidad de dormir. Rachel fue separándose poco a poco de él para no despertarlo y se levantó.

Se dirigió hacia la puerta y giró lentamente el pomo. El aire de la noche la recibió al salir. Volvió la puerta tras ella, sin cerrarla del todo, y tomó aire. Era tarde y tenía que volver a casa de su padre. Este estaría preocupado, o quizá enfadado, y Rachel no tenía ninguna gana de pasarse el resto de la noche pidiendo excusas.

Reid se había ganado un tanto cuando le había repetido sus propias palabras. Y tenía razón; nunca sería feliz viviendo con su padre. Y no por culpa de la antigua animosidad que había albergado hacia él tras la muerte de su madre. Rachel había llegado a aceptar que Sally y su padre vivieran juntos en la casa familiar. El problema era que había encontrado una nueva vida en Nueva York, una vida que le gustaba y que siempre echaría de menos.

La puerta de la habitación se abrió tras ella.

—Oh —exclamó Reid, pasándose la mano por la incipiente barba—. Pensaba que te habías ido… —consiguió detener a tiempo las palabras «otra vez», pero quedaron flotando entre ellos.

—No —repuso Rachel, entrando de nuevo en la habitación—. Sólo he salido a tomar un poco el aire, y a pensar.

—¿A pensar?

—Sí.

—¿En qué?

—En mi padre y en lo que me has dicho.

Reid iba a volverse loco. No tenía ni idea de a dónde iba a conducirlo aquello, pero sentía la adrenalina corriendo por sus venas. Se dirigió a la mesilla, agarró una cajetilla de cigarrillos, sacó uno y lo encendió.

—¿Y? —como Rachel no le contestó inmediatamente, alzó la mirada—. ¿Rachel? Te he preguntado…

—Deberías dejar de fumar —le dijo Rachel.

Reid entrecerró los ojos y la estudió en silencio antes de contestar.

—Lo haré.

—¿Cuándo?

—Uno de estos días.

—¿Qué día será ése?

—¿A ti qué más te da?

Rachel se encogió de hombros.

—Es malo para la salud.

—Eso es problema mío.

—Y de todos los que están a tu alrededor.

Reid sostuvo el cigarrillo frente a él y lo examinó de cabo a rabo. Después miró a Rachel y sonrió.

—Si te casas conmigo, dejaré de fumar.

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Como soy malota *JAJAJA* les dejaré con este suspenso JAJAJAJAJAJA no me odien plz Besos oxox

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⏰ Última actualización: Jan 10, 2015 ⏰

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