Capítulo 8

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A la mañana siguiente estaba todo hecho un asco. Fui en busca de Violeta para que cumpliera su promesa, entré en su habitación y me tiré encima de la montaña que tenia en su cama. Al segundo me arrepentí. Apareció Ariel en boxers encima de Violeta.

Me levanté y salí de la habitación roja como un tomate. Me quedé en el pasillo esperando a que Violeta saliera.

-¿Sabes lo que es llamar?- dijo riéndose. Levante ambas cejas ya que ella nunca llamaba a mi habitación.

-¡Limpia!- dije casi gritando y me metí en mi cuarto. Un día me da un ataque al corazón.

Para despejarme saque mi libreta y empecé a dibujar con los cascos puestos. Solo se me venia a la cabeza los ojos casi negros de Axel.

Después de intentarlo varias veces, me di cuenta que no podía representarlos con su verdadera belleza.

Dejé el cuaderno y me quite los cascos en la cama para coger una goma de borrar cuando me encontré a Axel en la puerta de mi cuarto

-AAAAAA- grité del susto.

-¿Qué haces aquí?-dije histérica.

-Observarte- me sonroje involuntariamente.

-¿Cuando llevas ahí?- dije recuperándome del susto.

-Lo suficiente para ver como me dibujabas- dijo sonriendo.

-No seas egocéntrico, no te estaba dibujando a ti- dije.

-No sabia que conocieras muchas motos como la mía - dijo cogiendo el dibujo de su moto, mierda se me había olvidado que estaba ahí.

Entre abrió los ojos esperando a que le diera una excusa absurda.

-¿Nos vamos?- dijo Ariel entrando. Salvada. O eso creía.

-Sí- dije esperando que se marcharan.

Axel soltó una risa corta pero lo suficiente para ponerme de los nervios.

-Claro- dijo llevándose el dibujo de la moto.

-He, Eso es mío- dije saliendo por el pasillo para que me lo devolviera.

Retrocedió y se me acerco tanto que podía notar su calor corporal. Acercó su rostro a mi oreja.

-Ya no- dijo y se fue.

-Violeta- grité.

-¿Qué pasa?- vino corriendo.

-¿Qué hacia Axel aquí?- dije.

-A venido a buscar a Ariel- dijo poniéndose los guantes de fregar para ponerse a limpiar. La verdad tenía sentido pero no me gustaba que esos dos estuvieran en nuestro piso.

Mitades imperfectasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora