—Vale, sé que no es un coche de último modelo, pero no lo mires de ese modo.
Nico di Angelo se preguntó de qué manera debería mirar a aquella bestia que Leo llamó "coche." Había vivido un año entero hablando mayormente en italiano, por lo que quizás algunas palabras del inglés se le habían escapado, pero tenía la certeza de conocer la definición de la palabra "coche". Y ese conjunto de ruedas, colores pastel, puertas, ventanas... No se podía considerar uno.
—Es un jodido carrito de helados.
— Gracias, Nico. Créeme, me alegra ver tu viaje de autodescubrimiento te ha vuelto tan observador.
— Creo recordar decirte que no llamarás la atención.
— Y te escuche. La ciudad está llena de este tipo de cosas — Leo le dio un golpe a la puerta del conductor, regalándole una sonrisa de oreja a oreja que no hacía más que resaltar sus características de élficas —. Vamos, deja de hacerte el listillo y entra al camión.
—Es un carrito de helados —lo corrigió Nico.
Leo lo guió hasta la parte de atrás del "coche." Sacó sus llaves y empezó a revisarlas una tras una para ver cuál era la que abría la parte trasera.
Nico dejó su mochila en el piso, junto a la maleta. Sin pensárselo mucho, estiro las piernas y la espalda, dejando que cada hueso de su cuerpo se desprendiera de su antigua posición. El vuelo de regreso le pareció más largo ligero de lo que había esperado. Se pasó la mayoría del tiempo durmiendo y haciendo viajes espontáneos hacia el baño. Nada interesante.
—¿Y Jason? —preguntó, curioso. Miro varias veces a su alrededor por sí lograba atisbar la cabellera rubia de su amigo. Lo que era una pérdida de tiempo. Tenía los lentes de sol oscuros y todo a su alrededor parecía sacado de una película antigua de los años treinta.
—Fue al baño. Cuando llegamos dijo algo sobre no volver a comer comida mexicana nunca jamás en su vida y salió disparado. Intenté no tomarlo como una ofensa personal.
Leo abrió la puerta, dejando al aire la parte trasera de la camioneta.
Nico no podía negar que el latino se había esforzado con el exterior del vehículo; los colores chillones, el gran helado gigante que yacía sobre el techo y el menú extravagante que mencionaba sabores de helado que él jamás había escuchado en su vida. Sin embargo, mientras que la parte de afuera parecía un carrito de helados común, el interior lucía como el sótano genial de ese amigo que siempre se las arregla para conseguir hierba. El piso estaba forrado con varias alfombras árabes y las paredes con algunos mapas, carteles de bandas y fanart de distintos videojuegos. El espacio era pequeño, especialmente con la heladera (a Nico no le sorprendió) en la que encima descansaba la computadora y un par de viejos CD, pero Leo se las había arreglado para crear un lugar acogedor.
—Antes de que digas algo, Tara se encargó de todo —comentó agrandando su sonrisa. Cada vez que hablaba de ella la voz siempre se le inflaba con orgullo. A Nico le agradaba ver que eso no había cambiado.
—Ya me imaginé. A veces me pregunto cómo una chica como ella sale con un chico como tú.
—Buen Nico, el secreto está en tener una vida de mierda, casi morir, y esperar algún día a que la balanza del karma, o lo que sea, se ponga a tu favor.
Leo le dio un golpe en el hombro para después ayudarlo a subir todo en la parte de atrás. No fue hasta que entró en el camión que pudo dar con el hedor.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó, un tanto perturbado por el terrible aroma que provenía de alguna parte en aquellas cuatro paredes.
— ¿Qué?
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Las dos caras del amor® Nico di Angelo
FanfictionDespués de ausentarse del campamento durante tres años, Emanuela Mejía vuelve arrastrada por las tragedias de su vida mortal. Ahora, se ve obligada a enfrentar a Jason Grace, su antiguo mejor amigo, y a la realidad, de que se ha perdido a sí misma...