Capitulo 7- Emma

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Emma miró a su alrededor buscando alguna excusa para largarse, pero no tardó mucho en darse cuenta que no existia nadie capaz de sacarla de esa situación. Tara se encontraba en el otro lado de la playa, verificando que todo estuviera funcionando acorde al plan, y lo que menos debía hacer era estorbarle con sus problemas mundanos. Su otra opción era Nico di Angelo, pero el chico ya se había largado, y ella tenía la corazonada de que no iba a regresar. 

Podría decir que tenía que usar el baño y esconderse ahí hasta que la feria acabara, pero la sola idea de fingir le causa nauseas. 

— Es una bonita pintura —remarca Jason, posiblemente buscando en su mente algún modo de mantener la conversación viva—. Al igual que todo. Honestamente estoy impresionado, Tara hizo un buen trabajo. 

— Sí —concordó—. Ella se esforzó mucho con todo esto. 

Jason hizo un sonido de afirmación, pero no hubo mucho que decir. Ambos miraron a su alrededor, secretamente orando para que Nico hiciera su aparición.

— Hace un buen tiempo, ¿no crees? 

— Ajá. El viento es muy agradable. 

— Tara me hizo traerlo. 

¡A la verga! El baño seria. No puede soportar el silencio que guarda todos los sentimientos reprimidos, no ahora, no tan pronto, no cuando los recuerdos de la noche anterior permanecen nítidos en su mente. Prefiere que un grupo de cuervos le extraigan los ojos lentamente, que observar cómo Jason se esfuerza en llenar el vacío. 

— Oye, creo que ahora tengo que ir...

— ¿Quieres ir a buscar algo de comer? 

Lo mira sorprendida, pensando que quizá Jason no está al tanto de que ella le está ofreciendo un salvavidas para abandonar aquella patética conversación. 

— Oh, lo siento —se reitera él, rascando su nuca—. No pretendía interrumpirte. ¿Qué decías? 

Emma titubea. No debería aceptar, no debería dejarse llevar por la manera en que esos ojos azules destellan en la noche, o por la forma en que cuando sus labios se curvan diminutos hoyuelos aparecen en sus mejillas. "¡Es una trampa!" quiere gritar con todas sus fuerzas. ¡Ojalá tuviera una doble! Una entidad que se acercara a ella y la zarandeara cada vez que estuviera a punto de realizar una estupidez. Debería contratar a alguien para ese trabajo. 

Aun así, no puede evitar pensar que las cosas serán diferentes esta vez, que el caótico encuentro de la noche anterior había sido un resultado de la inesperada reunión, que ella es capaz de lidiar con Jason, que quizás puede salvar su relación, que pueden volver a ser amigos, y que sentimientos inútiles del pasado permanecen enterrados en el ayer. Se envuelve a sí misma en una esperanza ingenua, que no toma en cambio lo poco fiable que es la vida, especialmente cuando promiscuas entidades cósmicas juegan a ser los gobernantes de su destino. 

— Sí —responde, encogiéndose de hombros—. Me vendría bien una hamburguesa. 

— Imitar a Nico te afecto. 

Jason río, ella se limitó a sonreír. Era un principio. 

— Hablando de Nico, ¿no crees que él vaya a volver? —dice mirando a los lados, esperando por el semidiós. 

— Seamos sinceros, dudo que Nico vuelva —Jason la imita, pero la figura del italiano no aparece por ningún lado. Ambos han estado pensando lo mismo, y a lo mejor el hijo de Hades se encuentra en su cabaña, viviendo lo mejor de su vida—. No sabía que tú y él fueran amigos. 

— No lo llamaría ser amigos. —Empiezan a caminar por la playa, hacia el área del bufete.

— Para cómo se solían tratar antes es una mejora increíble —dice Jason—. Recuerdo que cuando se encontraban en una habitación juntos, se insultaban mutuamente hasta que uno debía abandonar el lugar. 

Las dos caras del amor® Nico di AngeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora