La primera vez que Emma vio a Jason, algo se rompió en su interior. Es difícil explicar lo que era porque ella no supo de su existencia hasta que lo que era, dejó de ser. Y, a diferencia de todo lo que para de ser, esta repentina ausencia no causó una catástrofe. No hubo gritos ni llantos. No hubo dolor ni tristeza. No hubo ninguna señal que marcará la inexistencia de aquel invisible, pero, repentinamente, indispensable ser.
Aun así, Emma supo que ya no estaba ahí y sonrió, porque sentía que lo que era había nacido para dejar de ser.
Ver a Jason después de tanto tiempo, le trajo a la memoria aquel específico instante. No porque él seguía viéndose igual que antes con el pelo dorado cayendo en su frente de manera despreocupada, los labios levemente curvados, atrayentes gracias a la cicatriz en forma de medialuna que descansaba en la parte inferior de estos, y sus ojos azules, que tan solo demostraban su naturaleza tormentosa bajo la ferviente presencia de la luz que emergía de la fogata.
No, esa no era la razón por el cual aquel decisivo momento había pasado por su cabeza.
La verdad detrás del peculiar comportamiento yace en el hecho que esta vez, cada pedazo restante de Emma, vuelve a reunirse tan solo para apreciar la belleza de Jason, los recuerdos que su silueta guardaba y los secretos que descansaban al borde de su boca, antes de volver a ser despiadadamente aplastados por la realidad.
La sonrisa de Jason murió tan pronto se posó en ella.
Muchas veces Emma se había imaginado volviendo a hablar con Jason. En la mayoría de las posibilidades, ella se disculpaba por dejarlo sin explicación, y Jasón aceptaba su disculpa porque eso es lo que hace Jason. Muchas veces se había quedado en noches de vela imaginando el gran «y sí...» que siempre parecía estar cargado de tanto dolor y remordimiento.
Emma se sentía ignorante. Incluso cuando la posibilidad de ver a Jason nuevamente había cruzado por su cabeza más de una vez con el curso de los años, durante las últimas semanas ella había estado tan enfocada pensando en Oscar y las consecuencias que trajo consigo el ataque de la arpía que por un tiempo se dio el placer de alejar al semidiós de su cabeza. La posibilidad de un reencuentro nunca paso por su cabeza. Especialmente cuando Tara se había encargado de asegurarle que Jason estaba en el Campamento Júpiter con Piper. No había manera de que se encontraran.
Ambos intercambiaron miradas, asegurándose de que su presencia no era más que una ilusión causada por los juegos de la vida. Para Emma, los ojos de Jasón estaban ausentes de todos los sentimientos cálidos que los acompañaron en un pasado y cargados de un desconocido resentimiento que la invitaban a desaparecer.
Ella anhelaba desaparecer.
De pronto la culpa la golpeó tan fuerte que se tuvo que obligar a sí misma a no apartar la mirada. No había manera de esconderse. Él estaba ahí, respirando y odiándole. Quizás ellos sí tenían algo en común.
Jason se acercó en lo que a Emma le pareció una eternidad. De pronto, le dio la sensación que todo el grupo de héroes, inclusive Tara, habían detenido sus ojos en ella, curiosos de ver cómo la situación avanzaba. Emma no los culpo, ella también deseaba saber dónde las decisiones del pasado la llevarían.
Aunque el alivio también era parte del remolino de emociones que la azotaba, nada era más fuerte que el miedo a aquella figura que antes le regaló paz.
— ¿Te importaría ir a un lugar más tranquilo a hablar?
No "hola" o "¿cómo te ha ido?". Directo al punto. Siempre Jason. Ella levantó la bolsa de golosinas.
— También es bueno verte —murmuró, lo que él pareció tomar como un "sí" porque se apresuró a caminar lejos de la fogata, con la certeza de que Emma lo seguía.
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Las dos caras del amor® Nico di Angelo
FanfictionDespués de ausentarse del campamento durante tres años, Emanuela Mejía vuelve arrastrada por las tragedias de su vida mortal. Ahora, se ve obligada a enfrentar a Jason Grace, su antiguo mejor amigo, y a la realidad, de que se ha perdido a sí misma...