Capitulo 5- Nico

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— Hey, ¿qué haces aquí?

Nico se giró ante el saludo, encontrándose en un efímero estado de pánico cuando atisbó la presencia de una cabellera dorada, tan solo para calmarse al llegar a la conclusión de que se trataba de Jason.

No pudo evitar alzar una ceja al escudriñar el rostro del mayor. A simple vista lucía normal con una sonrisa encantadora en sus labios y una vestimenta impecable. Sin embargo, no tomó mucho para que Nico notara que el semidiós estaba cansado. Profundas orejeras yacían por debajo de sus ojos azules, los cuales destellaban de una manera casi incriminatoria.

Nico se preguntó sí el estado de Jason era un resultado de su reencuentro con Emma.

— Invocando muertos —respondió, mirándolo por debajo de sus lentes de sol—. ¿Y tú? Espera —hizo una pausa—. Ya lo tengo: eres voluntario. ¿O me equivoco?

No le sorprendería si la respuesta de Jasón era un sí. La fiesta que tomaba lugar en la playa durante el atardecer era organizada por la cabaña de Afrodita, en conmemoración de la diosa del amor y la belleza, quien casualmente era la madre de la novia de Jason. Además, era públicamente conocido que el semidiós era extremadamente generoso y un secreto amante a las obras comunitarios.

— La verdad es que no — Jason rascó su nuca, un tanto avergonzado—. Tara me pidió que traiga vientos más frescos a la playa. Hace un calor insoportable. No entiendo cómo nadie puede estar trabajando a estas temperaturas.

— Te acostumbras después de un rato.

— No pareces muy acostumbrado.

— Estoy siendo sarcástico.

— Deberías trabajar en tu tono. Suena demasiado natural.

— Así es que me gusta.

Las altas temperaturas habían hecho de toda la experiencia en la playa un infierno. Desde el momento en que Nico había llegado allí, el sudor se había acumulado sobre su piel tentándolo a deshacerse de la camiseta oscura que siempre cargaba y quedarse tan solo con la franela blanca que Tara le había estado ofreciendo. De no ser por su orgullo, y la sencillez del trabajo que le permitía largarse del lugar rápidamente, hubiera accedido a la oferta.

—Sospecho que debió utilizar embruja-habla para lograr arrastrarte a la playa —bromeó Jason, alzando su ceja.

— No —negó—. Le debía una a Tara por lo que pasó anoche.

— Sí, lo siento por eso. Leo tiende a ser un poco despistado, pero no tiene malas intenciones. —Nico asintió, aunque no significaba que estaba menos molesto —. ¿Tan horrible fue el viaje?

Nico ladeo la cabeza hacia un lado. La verdad es que lo había intentado. Durante todo el viaje intentó conectar con alguien, cualquier persona que lo ayudara a olvidar el terrible dolor en su pecho. Sin embargo, cada vez que iba en una cita se sentía disgustado consigo mismo por sus mezquinos deseos. Pensaba en que estaba utilizando a esa persona egoístamente, y rebuscaba en su memoria alguna excusa para salir de aquel lugar lo más antes posibles.

— No lo fue. Disfrute del tiempo con mi familia, son personas interesantes. Deberías venir conmigo una vez, te amarían. Solo que no fue lo que esperaba en otros sentidos.

— Lo siento.

—No es tu culpa, no deberías estar disculpándote — Nico se encogió de hombros, resignado a su realidad —. Intenté salir con algunas personas cuando estuve en el pueblo, pero no salió bien. No creo que sea suficiente para denominar mi viaje como terrible.

— ¿Por qué no quisiste decir nada en tus cartas?

— Creí que no entenderían. Percy tiene a Annabeth, Hazel a Frank y tú tienes a Piper —respondió Nico mirando a la distancia como Leo tomaba la mano de Tara distraídamente. No fue un movimiento planeado, más involuntario, y una silenciosa demostración de su relación—. No creí que entenderían por lo que estaba pasando.

Las dos caras del amor® Nico di AngeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora