Capitulo 8- Un cuento corto de medianoche

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"Había una vez un cadáver que anhelo la belleza..."

Nico permaneció absorto en el ligero movimiento de su figura, pequeñas alteraciones en la fina línea de su silueta, a penas perceptibles para el ojo humano. Desesperadamente necesitaba aquellos minúsculos terremotos para recordarse a sí mismo del realismo que yacía en ellos. Era de vital importancia aminorar los temores, aquellos pensamientos que se arrastraban a su campo mental y le gritaban que ella no era más que una ilusión, el resultado de tantos años de abstinencia y cobardía, una simple broma de su cerebro que se burlaba de su obstinada esperanza.

Temía sucumbir al sueño y dejarse llevar por la inútil necesidad de dormir. Quería atesorar aquellos minutos de fantasía, donde Emma aceptaba su presencia y él podía dejar de sentirse como un bicho raro intentando alcanzar lo imposible.

Pensó en sus palabras, en la vaga e indirecta confesión que había brotado de sus labios minutos atrás. Nunca en su vida había estado tan cerca de revelar su secreto. Y esto sería lo más lejos que se atrevería a aventurarse. No existía ninguna necesidad de hacerlo, de dejarla saber de aquellos pensamientos y emociones que no harían nada más que destruir su débil amistad. ¿Se le podía decir amistad? Por algún motivo sonaba incorrecto llamarlo de ese modo, pero no podía evitar disfrutar la connotación de la palabra, llena de algo similar a la confianza.

Aunque es inútil, pensó, llenarse de esperanza cuando la chica que yace en su cama es una total desconocida. Aquella noche había caído en la conclusión que la Emma de años atrás, la Emma de su adolescencia, la Emma de la que se había enamorado... No existía. Al igual que el Nico de años atrás era una persona lejana, alguien que había vivido una vida ajena a la suya, alguien lleno de un sufrimiento y dolor que él no quería cargar consigo. Era aquel chico, asustadizo y quebradizo, que había posado sus ojos en Emma y se había perdido en la dulzura de su sonrisa.

Ambos eran fantasmas, personas que se habían desvanecido con el pasar del tiempo, y siluetas que observaban aquella escena confundidos, presenciando como la obstinada muerte desafiaba la realidad, y torpemente intentaba repetirse a sí mismo que no existía nada en su interior que lo ligara a ella.

Recordó a Will, por algún motivo, y no pudo evitar sonreír. Si él estuviera ahí... Se reiría de él, de eso estaba seguro. Miraría a Nico directo a los ojos, y cómo sabía lo que estaba pensando (Will siempre lo sabía) se burlaría de él. Pero no maliciosamente, porque Will no es malicioso, si no con dulzura y amor. Le diría algo como "te lo dije" o "siempre intentas ocultar lo obvio, di Angelo." Y le desearía suerte, lo animaría a decirle algo, a intentarlo. Pero, de nuevo, el Nico al que le estaría hablando estaba ausente.

Volvió a enfocar sus ojos en Emma, intentando capturar trazos del pasado. Sin embargo, tristemente comprende que no existe nada, que Jason se dio cuenta de eso, y que por eso ambos se han roto mutuamente.

Nico ya no quiere estar roto, así que le da la espalda y cierra los ojos, sin notar como la cabellera de Emma se tornaba azulada.

Las dos caras del amor® Nico di AngeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora