CAPITULO 11

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YA hacía bastante calor, pero en el interior de la mansión la temperatura era más agradable. Allí, dos doncellas se afanaban en pulir el suelo de mosaico. Naru estaba a punto de preguntarles dónde estaba la señora Silveira cuando un hombre apareció bajo uno de los arcos.
      Alto y moreno, con el rostro en la sombra, su figura era inconfundible. Era Sasuke.
      Por un momento Naru sintió que le temblaban las piernas,pero,resuelto a no dejarse intimidar por él, continuó caminando hacia él.
–Señor– dijo, tratándolo de usted delante de las criadas–. No esperaba encontrarle aquí.
– Le creo– dijo él con sequedad, apoyándose en una columna de mármol–.¿ Cómo está, señor Uzumaki?
      Naruto tuvo que aclararse la garganta antes de responder.
– Muy .....muy bien, gracias, señor– dijo deteniéndose un par de metros delante de él–. Con ganas de empezar la entrevista.¿ Sabe si se ha levantado la señora Silveira?
–¿Cómo iba a saberlo?– preguntó Sasuke ladeando la boca en una cínica sonrisa–. No soy el guardián de mi suegra. Pero si quiere saber por qué no la llamó ayer, puedo decirle que estaba indispuesta.
       Naru tenía dificultades para concentrarse. Lo tenía demasiado cerca. A pesar de que la cicatriz de la mejilla era ahora mucho más visible, el era muy consciente de él. El poder de su sexualidad lo abrumaba,y le impidía mantenerse emocionalmente distante de él.
–¿ Indispuesta?
– Dolor de cabeza– respondió él–. Los dolores de cabeza de Anita son legendarios. Siempre aparecen en los momentos más oportunos.
–Querrá decir inoportunos– dijo Naru.
–No,oportunos– recalcó él–. Cómo estoy seguro de que no tardará en darse cuenta,querido.
        Naru se estremeció.
Sasuke llevaba una camisa  negra que se le pegaba al torso y con alguna que otra mancha de sudor,como si hubiera estado trabajando bajo el calor del sol. Llevaba los pantalones, también negros, metidos por dentro de las botas de ante que le llegaban hasta el tobillo.
–¿Cree que estará bien para recibirme está mañana?– logró preguntar el por fin.
–A mí me pareció que estaba bien ayer– le aseguró Sasuke–, pero dudo que quiera verlo antes del mediodía.
     Las doncellas se habían retirado discretamente sin hacer ruido,  y Naru entrecerró los ojos y lo miró con curiosidad.
–¿Estuviste aquí ayer por la tarde?– le preguntó tuteándolo,dejando a un lado las formalidades.
–No– respondió él–. Hablé con ella por teléfono.
      Se hizo un momento de silencio, y después él añadió en voz baja:
–Te he estado esperando, pequeño. Sabía que tarde o temprano aparecerías.
      Naruto soltó un largo suspiro.
–Creía que ayer por la mañana nos dijimos todo lo que nos teníamos que decir– miró a su alrededor –. A pesar de la ausencia de la señora, quizá podrías decirme si se va a realizar la entrevista o no.
      Sasuke se irguió cuan alto era.
– No va a resultar – dijo él enigmáticamente,y Naru se sintió preso del pánico ,como la primera vez que lo vio allí–. Pero,por favor, tómate  tu tiempo para considerar la situación. Sugiero que pasemos algo de tiempo juntos. Quizá pueda convencerte de que soy un hombre razonable.
    Involuntariamente Naru dió un paso atrás.
–No he venido a pasar tiempo contigo–protestó el.
–Eso lo sé– dijo él torciendo los labios en un gesto cargado de desdén y sarcasmo –. Pero no tienes que tenerme miedo. Aunque parezca un monstruo,te aseguro que sigo siendo penosamente humano.
      Naruto abrió desmesuradamente los ojos al darse cuenta de que él había confundido su pánico por otra cosa.
–No lo entiendes – dijo el–. Sólo me refería a que me encargaron una entrevista con Anita Silveira y .....
–Te entiendo perfectamente, Naruto– respondió él con sequedad–. Y también sé por qué fuiste invitado a venir. Aunque supongo que no es mucho pedir,bajo las circunstancias, que seas un poco comprensivo.
      A Naru le temblaban las rodillas, pero no quería perder los estribos.
–¿Me estás diciendo que no habrá entrevista?– preguntó–. Porque sí ese es el caso....
–¡Escúchame!– le interrumpió él–. Aquí lo importante no es la entrevista, ¿lo entiendes? Tú relación con Anita es cosa tuya, no mía. Lo que yo quiero es tener una conversación seria contigo sobre nuestra hija. Pensaba enseñarte mi rancho está mañana,pero....
–¿Tú rancho?
–Sí. Además de trabajar en la empresa familiar crío caballos para polo.
–¿Caballos para polo?
      Una burlona sonrisa se dibujó en los labios masculinos.
–Sí, caballos para polo. Mi mánager hace todo el trabajo,la verdad. Es mi escape de la ciudad. Te gustará, estoy seguro. Pero está a unos kilómetros de aquí, y puesto que Anita ayer estaba indispuesta...

cicatrices de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora