Capitulo 12

3.8K 298 24
                                    

Naruto pasó la siguiente media hora  paseando nerviosamente por el saloncito de su habitación, sin poder decidir qué era lo que debía hacer.
     Aunque la idea de llamar a su tío le pareció razonable en un primer momento, después de pensarlo un poco más detenidamente ya no estaba tan seguro. Además, la implicación de Sasuke en todo aquello lo desconcertaba.
     ¡ Si al menos pudiera estar seguro de que Sasuke mentía cuando aseguraba poder demostrar que Emma era su hija.
     Naru no se explicaba cómo había averiguado la existencia de la niña, pero en lugar de discutir con él, debía haberse comportado como el periodista profesional que se preciaba  de ser y haberle preguntado al respecto.
    Quizá él no le hubiera respondió, por supuesto.
    Pero al menos el tendría la satisfacción de saber que lo había intentado. La situación había dado un giro de trescientos sesenta  grados desde la noche que llegó a Porto Verde . Entonces sólo tuvo que preocuparse de volver a encontrarse con Sasuke, pero ahora tenía mucho más que perder.
   Alguien llamó a la puerta de su habitación y se tensó. Pero no podía ser Sasuke, se dijo, impaciente con la ansiedad que le producía sólo pensar en él.
   Sin embargo, al abrir la puerta se encontró a Ricardo Vicente.
– Venga conmigo, señor– dijo Ricardo con su formalidad habitual–. La señora Silveira le espera.
–¿ Está seguro?– preguntó Naru.
– La señora desea comenzar la entrevista inmediatamente– dijo Ricardo con impaciencia–. Vamos ,le acompañaré a su habitación.
   Al cruzar de nuevo el vestíbulo, Naru vio que las mujeres continuaban sacando brillo al suelo y al mobiliario.
Qué discretas, pensó, con cierta amargura.¿O es que todo el personal bailaba al son de los deseos de Sasuke?
     Esta vez Ricardo lo llevó por las escaleras hasta una galería que dominaba el vestíbulo desde lo alto, profusamente decorada con gruesas alfombras,urnas de bronce y estatuas de mármol. Al final del pasillo, una enorme puerta doble marcaba su destino. Ricardo llamó una sola vez y, tras un momento, la Abrió con gesto dramático.
–El señor Uzumaki,señora– dijo casi como si Anita fuera un miembro de la realeza–. Adelante – Ricardo se volvió a mirar a Naru y le indicó con la cabeza que pasara.
     Naruto entró despacio. Aquello no era el despacho que había esperado. Los estores bajados de las ventanas revelaban un espacioso salón con amplios sofás y sillones alrededor de varias meses creando distintos ambientes.

Anita estaba sentada en una chaise longue junto a una de la ventanas, con lo que su cara quedaba parcialmente oscurecida al contraluz.
Pero cuando Naru entró. La mujer se levantó a saludarlo y el periodista se dio cuenta de que la escritora todavía llevaba las mismas prendas de dormir de antes.
– Señor Uzumaki– dijo la mujer con expresión enigmática–. Siéntese, por favor. Ricardo, dile a Sancha que nos traiga café.
– Sí, señora.
  Con una reverencia,Ricardo se retiró y Naru miró nervioso a su alrededor.
–¿Dónde quiere que me siente,señora?
preguntó consciente de que le sudaban las palmas de las manos.
   Anita se le quedó mirando durante un largo r inquietante momento, y después le indicó un sillón a la derecha de donde ella estaba.
–Aquí,creo– dijo con una sonrisa en los labios–. Hoy no necesitará eso– añadió refiriéndose al bolso de Naru donde llevaba la grabadora y el ordenador portátil–. Supongo que estará de acuerdo conmigo en que primero tenemos que conocernos ,¿no?
    Naruto titubeó.
–Oh,pero....
–¿Alguna objeción?– preguntó Anita Silveira arqueando las cejas en un tono que no admitía réplica.
   Naru se dió cuenta de que no le quedaba más remedio que hacerle caso.
–No,no– dijo dejando el maletín en la silla que Anita le había sugerido–. Pero mi vida no es muy interesante, señora Silveira. Preferiría que habláramos de usted.
     Anita volvió a sentarse en la  chaise longue. Estiró las piernas y se las cubrió ligeramente con la bata.
–Mi yerno me ha dicho que se conocieron en Londres hace tres años – empezó la escritora.
   A Naru le pilló totalmente desprevenido.¿ Qué le habría contado exactamente Sasuke?
–Sí– murmuró, tratando de concentrarse en la vista desde la ventana–. Tiene una vista maravillosa, señora. Supongo que esto es muy distinto a su casa de Río.
–¿Por qué no lo mencionó cuando les presenté?–Anita no se dió por aludida y mantuvo el rumbo de la conversación.
–Oh. Bueno, era difícil– dijo Naru por fin y, repentinamente inspirado, añadió–: No quería que pensara que mi presencia aquí se debía a que conocía al señor Uchiha.
–¿Y no es así?
–Por supuesto que no. Era ....– Naru se aclaró la garganta–. Era la última persona que esperaba ver.
– Ya.
   Era evidente que Anita estaba absorbiendo toda aquella información, y Naru supo que la conversación no había terminado ahí.
–¿Fue en alguna reunión de trabajo?– continuó Anita con su interrogatorio tras un momento–. Quizá la empresa de Sasuke quería poner anuncios en una  de las revistas de su tío.
   La tentación de responder afirmativamente era fuerte, pero Naru sospechó que la escritora le estaba tendiendo una trampa y decidió ser franco con ella.
– En realidad fue en una fiesta de cumpleaños– dijo tratando de quitarle importancia–. Una amiga mía, que trabaja en publicidad, invitó a su yerno y él aceptó.
–¿ Y esto fue cuándo?
–Oh....
  ¿ Cómo responder a aquello?
–Hace unos años – dijo Naru por fin–. No podría darle la fecha exacta.
   Aunque podría, el día y la hora exacta.
–¿Y desde entonces no había vuelto a verlo?
–No desde que se fue de Londres,no.
    Anita permaneció en silencio unos momentos y Naru esperó a que la escritora continuara indagando,pero no lo hizo.
    Cómo si hubiera decidido dejar las preguntas sobre Sasuke para otro momento, Anita alzó los brazos sobre la cabeza y se desperezó a placer.
   Y después, con la llegada de la doncella con el café que había pedido, concentró su atención en temas menos  personales. Preguntó a Naru sobre sus tíos,interesada por el hecho de que se dedicaran a la cría de caballos. Por un momento Naru estuvo convencido de que volvería a mencionar a Sasuke.
    Pero se equivocó. La escritora mostró interés por su trabajo y su experiencia profesional, pero cuando terminó el café, claramente aburrida, se levantó y dijo:
– Estoy cansada. Continuaremos con esta conversación mañana por la tarde. A usted también le sentará bien descansar. Quizá se lo haya dicho  Ricardo, normalmente trabajo por las noches. Por eso no estoy disponible por la mañana– torció el labio–. Estoy segura de que podrá encontrar solo el camino de vuelta a su habitación.

cicatrices de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora