Capitulo 16

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Pasaron dos días antes de que Sasuke pudiera regresar a Villa Mimosa.
Al día siguiente de su visita a Naru tuvo que volar a Río para asistir a una reunión de accionistas, y después se vio obligado a asistir a una cena familiar. Por eso no estuvo de vuelta en Montevista hasta el día siguiente por la tarde.
    Aunque pensó en acercarse a Porto Verde a ver a Naru aquella misma tarde, al recordar la tensión de la despedida decidió esperar al día siguiente y verlo a plena luz del día.
     No había dejado de pensar en el,y quizá incluso acarició la idea de que el no le odiara como él creía.
   En cualquier caso, todavía podían mantener una relación civilizada, aunque sólo fuera por el bien de su hija. Porque, aunque no era su intención presentarse ante la niña cómo su padre hasta que fuera más mayor y capaz de entenderlo , sí quería estar en contacto con ella.
    Al atravesar la verja de Villa Mimosa dio mentalmente las gracias a Internet por haberle posibilitado ver de nuevo a Naru, y saber que el tenía una hija que podía ser suya.
   Recordó la tarde que, aburrido en su despacho, tecleó su nombre en el buscador y encontró que existía un tal Naruto Uzumaki que trabajaba como periodista para la revista londinense Lifestyles.
     La página web de la revista tenía publicadas fotos tamaño carné de sus colaboradores, e inmediatamente reconoció la cara de Naru. Además, la breve biografía sobre el hablaba de que era Papi de una niña,  Emma, nacida nueve meses después de su breve pero inolvidable relación.
    Por eso urdió el plan de la entrevista sin decir nada a Anita. Desde la muerta de Ino, Anita dependía cada vez más de él y Sasuke sabía que , si le contaba la verdad, nunca aceptaría sus planes. Además, Anita había olvidado muchas cosas sobre su hija, como su adicción a las drogas y su muerte por sobredosis.
    Sasuke detuvo el vehículo delante de la puerta, preguntándose si Naru y Anita habrían logrado superar la antipatía que sentían el un por la otra.
     No tardaría en enterarse. Anita no era de las personas que ocultaba lo que pensaba

–¿Y qué vas a hacer?
La tía de Naru lo miraba expectante en el cuarto de los arreos de su finca en Villiers,dónde Olivia y Emma estaban engrasando las sillas de montar.
    Naru se agachó a limpiar los dedos de su hija,llenos de aceite,y después miró a su  tía con un suspiro.
– No lo sé. Por eso te lo pregunto.¿ Crees que debería ponerme en contacto con él?
–¿Qué quieres hacer tú? ¿ Quieres volver a verlo?
–Claro que sí– Naru estaba impaciente _.  Pero,no sé, es complicado.
     Olivia se encogió de hombros.
–¿ Te acostaste con él?
–¡Tía Olivia!
–Hijo, a mí es la única complicación que se me ocurre.
– Pues no lo es– protestó Naru, que se había ruborizado como un adolescente–. Creo que sólo planeó lo de la entrevista por Emma.
–Creo que deberías haber insistido en verle antes de irte.
–¿Cómo?–Naru estaba indignado–. No tenía manera de ir a Montevista, y tampoco su número de teléfono. Además, Anita me ordenó salir de su casa inmediatamente.
–No me extraña–. comentó Olivia. Después le quitó la botella de aceite a Emma– . Ven, cielo,vamos a lavar esas manos  y después a comer.
– No, Papi me lava– protestó la niña, sujetándose al abrigo de su Papi y dejando un par de marcas de aceite en el tejido.
    Naruto hizo una mueca al ver las marcas. La culpa era suya, por ponerse un abrigo beis para ir a los establos.
–Vale ,cielo– dijo sujetando las manos de su hija antes de que lo pusiera perdida–. Vamos a casa.

Los tres regresaron  a la casa principal caminando por encima de la  nieve que había caído la noche anterior. Aunque estaban a mediados de febrero, el invierno continuaba  en todo su apogeo,y Naru se cerró bien el abrigo. Desde su regreso de Brasil, notaba más el frío que antes, pensó mientras rodeaba la casa al jardín. Entonces vio el todoterreno negro aparcado junto a su coche con el que había viajado desde Londres el día anterior.
–¿Quién será?– preguntó su tía con impaciencia entrando en la casa y quitándose el anorak–. Si Sam esperaba invitados, tenía que habérmelo dicho. No creo que la señora Collins haya preparado comida de sobra. Ni siquiera sé si tengo nada decente que ofrecerles.
–Tú siempre sabes encontrar algo, tía– sonrió Naru entrando detrás de ella con Emma de la mano–. Además, la señora Collins– añadió refiriéndose a su ama de llaves y cocinera–. Siempre dice que compras demasiada comida.
–Ya sé quién puede ser– continuó Olivia con entusiasmo–. Tony Aitken . Tengo entendido que ya ha vuelto de la nieve, y le dije a Nora que estarías encantado de verlo.
–¡Cómo pudiste!– gimió Naru mientras ayudaba a Emma a quitarse el anorak.
–Porque desde que volviste de Brasil pareces un alma en pena– declaró Olivia sin morderse la lengua–. Y me parece que te vendría muy bien relacionarte con otro hombre que no tenga una vida tan complicada como Sasuke.
    Naruto suspiró.
– No lo entiendes.
–O sea,que te acostaste con él– concluyó Olivia, y frunció el ceño–. Espero que esta vez tomarás precauciones.

En la cocina la señora Collins acababa de hacer café y estaba preparando una bandeja con tazas, platos, azúcar y una jarrita de leche.
–El señor tiene un invitado . Les he preparado café.
–Gracias, Hilda– dijo Olivia–. Si quieres, yo lo llevo. Pero antes hay que lavarle las manos a esta niña, que se las ha puesto perdidas de aceite.
–Yo lo haré– dijo la mujer abriendo los brazos a Emma–. Ven , cielo, y después te daré una chocolatina.  
    La niña se soltó de la mano de su Papi y corrió a los brazos de la mujer, que la abrazó riendo y la alzó en el aire.
  En el salón, su tío y su invitado estaban sentados en sendos sillones delante de la chimenea encendida. Olivia dejó la bandeja en la mesa auxiliar que había entre ellos, y los dos hombres se levantaron educadamente. Entonces Naru,que se  había dirigido directamente hacía la chimenea sin prestar demasiada atención al invitado, oyó la exclamación de su tía y se volvió.
–¡Dios bendito!¡ Casi me ha asustado!
– Desafortunadamente, tengo ese efecto en mucha gente– dijo el hombre con  una voz que era inconfundible.
–Oh,no,es que....es muy alto– estaba disculpándose su tía con una nerviosa risita de adolescente que Naru no había escuchado nunca en ella–. La verdad es que esperaba ver a Tony, Tony Aitken, un amigo de Naru, pero desde luego no es tan alto como usted.

Sasuke apretó los labios a oír el nombre de otro hombre,pero logró esbozar una sonrisa.
–Usted debe de ser la tía de Naruto, Olivia.¿ Cómo está,señora? Es un placer conocerle.
–Lo mismo dijo, Sasuke,¿no?– Olivia estaba entusiasmada–. Creo que nadie llama a mi sobrino Naruto.
– Digamos que es una de mis debilidades, señora.
   Naru lo miraba sin dar crédito a sus ojos. Con unos vaqueros negros, una chaqueta gris oscura de cachemira y una camisa de seda negra,estaba magnífico.
    En ese momento se abrió la puerta de par en par y una niña entró corriendo en el salón. Sasuke, que hasta entonces había estado mirando a Naru, ahora contemplaba a la niña fascinado.
«Emma», pensó. Su hija. Suya y de Naruto.«Es preciosa»,pensó emocionado. La niña tenía el pelo moreno como él, pero la piel  claro morena como el Papi,y en cuanto lo vio se dirigió hacia él sin mostrar ningún miedo ni timidez.
–¿ Quién eres?– le preguntó con los ojos muy abiertos.
– Me llamo Sasuke– dijo él con un nudo en el estómago. Se puso en cuclillas para ponerse a su altura–. ¿Y tú, quién eres?
–Yo me llamo Emma– dijo la niña ,y le señaló la cicatriz de la cara–. ¿ Qué te ha pasado?¿ Te has caído?
–Más o menos– dijo él.
–¿ Te duele?
–¡Emma!– exclamaron al unísono Naru y su tía,pero Sasuke les indicó con un gesto que no interfirieran.
– No, cielo, no me duele– hizo una pausa–. Pasó hace mucho tiempo.
   Emma frunció el celo y estiró una manita hacia la mejilla del hombre.
–¡Emma!
Está vez Naru tuvo que intervenir, pero Sasuke ya había acercado la cara a la mano de la niña,que recorrió la cicatriz con la puntas de sus deditos.
–¡ Está dura!– exclamó la niña sorprendida–.¡ Tócala, Papi! Está muy dura.
   Sasuke, consciente de la palidez de Naru, se puso de pie y lo miró.
–Perdóname– dijo–. No he venido a hacerte pasar un mal rato.
–Te dije que Emma no se asustaba fácilmente– susurró el, sin saber qué más decir.
–Y tenías razón– murmuró él–. Quizá algún día quieras decirle quién soy.


cicatrices de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora