Piloto.

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La paz nocturna del corredor en el tercer piso fue quebrada; un estallido de pisadas mal colocadas irrumpió el silencio de la medianoche. Nadie, excepto algún profesor de turno, debía estar de pie. Un rubio de traje negro corría a toda velocidad entre los pasillos, desesperado y con algo o alguien entre los brazos, hacía malabares y chocaba cada dos por tres. El joven se debatía internamente entre soltar su carga o la arrugada mano de la gloria, la cual momentos atrás le había servido de protección en asuntos privados que lo llevaron a esa inconveniente situación.

Draco Malfoy optó por no soltar ni una ni otra. Sin cabeza para pensar a dónde realmente se dirigía y cansado de huir sin saber de qué, se dejó caer contra un muro sólido de alguna pared en Hogwarts. Había perdido el norte y sus pulmones, poco preparados, no le ayudaban mucho. El bulto entre sus manos se removió incómodo; sin emitir quejido, supo que no estaba nada bien. Tal vez incluso necesitaría de un sanador. Desesperado y agitado, azotó la cabeza contra la pared, suplicando al ser superior que estuviera arriba de ellos que lo guiara a donde sea que tuvieran que llegar.

El silencio mortuorio en la Sala de los Menesteres fue dejado atrás; sus puertas se revelaron justo a espaldas de Draco y, para su sorpresa o más bien su alivio, dentro no había nada más que un sillón viejo en donde rápidamente recostó a Hermione Granger.

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Una sensación gélida nacía desde el vientre frío de la Gryffindor. Náuseas y un desconcertante mareo la asaltaron. Si la boca de Hermione hubiera estado menos lastimada, habría tenido la oportunidad de vomitar el jugo de zanahoria y el pedazo de pay de calabaza que había elegido para la cena, y que a partir de ese día le recordaría ese incidente por siempre. Sin pensarlo mucho y ya en tierra firme, se permitió escupir el charco de sangre que se le había formado en las mejillas al haber mordido su lengua. Desorientada, se abrazó a sí misma, demasiado temblorosa para controlarse, herida en lugares que no podía ubicar con exactitud.

—Granger... —su apellido fue lo único que apareció en la mente vacía de Malfoy; de momento no lograba pensar en nada coherente. Igual que un ciervo cegado por los faros de un auto, su expresión velada era algo nuevo para ver.

Hermione alzó la vista con miedo. Draco Malfoy ya no figuraba simplemente como un bravucón; el Slytherin había escalado rápidamente hasta convertirse en alguien a quien temer, alguien de quien cuidarse las espaldas. Cerrando los ojos, recordó las palabras de Harry días atrás: "Draco Malfoy puede ser mucho peor que su padre." Sin embargo, al observarlo, no encontró ese mismo rostro duro que había visto en el Gran Comedor esa mañana, no vio rastro de asco como lo había hecho en tercer año cuando tuvo que soltarle un puñetazo al rostro. En cambio, sus iris achocolatados observaron terror y culpa.

El polvo en las mejillas de Draco apenas era perceptible gracias a las velas en las paredes de la sala. La cabellera prolija del joven se encontraba revuelta y opaca, y sus ojos ojerosos parecían temblar tanto o más que el cuerpo de Hermione.

—No he sido yo, Granger —dijo con voz trémula y una pizca de súplica, inclinándose hasta llegar a la altura de su rostro.

Sentada y con los nervios a flor de piel, Hermione se arrinconó en el sillón lo más que pudo, lejos de cualquier cercanía con él.

—¡Granger, sabes que no he sido yo! —Draco la cogió con fuerza por los hombros, apretándola sin medir cuánto daño más podía ocasionarle.

Hermione quiso empujarlo y gritarle que le hacía daño, pero solo atinó a abrir un poco la boca. Sintió como su garganta seca no emitía nada, ni siquiera un quejido, nada absolutamente. Malfoy también lo notó; miró su esfuerzo por querer hablar y solo así la soltó. Más apabullado que antes, por la cabeza del rubio pasaron infinidad de escenarios, todos y cada uno peores que el anterior. Si la chica dorada no podía decir lo que le había ocurrido, lo culparían a él del atroz hecho. Todos lo culparían de la violación de Hermione Granger...

Mutismo [En Reedición] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora