Capítulo 5

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—¿¡Podrías calmarte!?— Kim se acercó apresuradamente para tomar a Nathaniel de los hombros para que así se apartase del saco de box.

—Déjame—dijo zafándose del agarre de la morena.

—¡No! ¡Ya me cansé, Nath!— gritó sin importarle que estuvieran en medio del gimnasio.—Estas así desde que llegó Amber, ¿Qué diablos te pasa?, ¿Es por Castiel, que viene en dos días?

—Piensa lo que quieras—se sacó los guantes rojos de box que cubrían sus manos, los tiró por alguna parte del gimnasio y salió puesto una simple chamarra. No quería escuchar nada de nadie, porque sí, Kim tenía razón, era por Castiel.

Dos días.

Dos jodidos días, para verlo de nuevo, tenía que tranquilizarse, pero el dolor en su pecho era demasiado doloroso. No había parado de llorar desde que Amber llegó, y es que las preguntas acerca de Castiel por parte de la rubia eran diarias, todos los malditos días, de que si seguían juntos, o que porque Castiel lo había dejado. No tenía respuestas, cuando se trataba de Castiel jamás las tenía.

Llegó arrastrando los pies a su departamento. Los músculos le dolían por el excesivo ejercicio, la competencia era en dos meses, el concierto de Castiel en dos días. Dos jodidos problemas.

—Nath—su hermana estaba en la cocina haciendo la cena. Ya era muy tarde, había estado con Dake en la mañana haciendo las cuentas de la droga que les encargó Dimitry, no habían tardado tanto como creyeron en acabarla. Y desde la tarde se había encerrado en el gimnasio para entrenar o eso decía, cuando de verdad era para olvidarse de todos, y de todo.


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—¡Tienes que dejar de tomar!— Lysandro arranchó los vasos que estaban al frente de Castiel. Había estado todo el día buscando a Nathaniel por la universidad, como un maldito loco. Pero ¿Qué más podía hacer?, si no podía dejar de extrañarlo en cada minuto que pasaba se consumía en dolor. No podía hacer más que ahogarse en alcohol, escuchando las canciones que le había dedicado, y sentir que ese día en que el rubio dijo que debían alejarse, que no lo amaba, que nunca lo había amado y tenía que alejarse de él, cumplir sus sueños y olvidarse de un chico que nunca sintió nada por él. Dolor, demasiado dolor. Lloraba sin poder controlarse, y los brazos de su amigo lo envolvian siempre cuando estaba en ese estado.— Debes calmarte, en dos días es el concierto—recordó el victoriano acariciando la cabellera pelirroja de Castiel.

¿Para qué?, si Nathaniel no iba a ir.

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Los nervios los estaban consumiendo por completo, había estado toda la tarde ensayando, y el esfuerzo de sus compañeros en dar todo en esa noche, estaban presionándolo. Él estaba con un poco de reseca y el dolor en el pecho no desaparecía; quería dar lo mejor, por ellos, por él, por Nathaniel.

Cada nota, cada palabra, se oía y se sentía en la sala. Las lágrimas lo consumían por completo mientras cantaba... ya no le importaba si alguno lo miraba, simplemente ya no podía controlarlas.

Déjame enterrar el corazón
que mataste ayer.

Es tan duro recordar...

Empezó a cantar aquella canción que lo recordaba, que recordaba todo de Nathaniel.

"—¿Cómo no puedes resolver ese simple ejercicio?—reclamó el rubio golpeando con su regla la cabeza de Castiel.

Por siempre「casthaniel」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora