10.- Tú

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En Italia ya todo estaba casi listo, eran pocos los detalles que faltaban para finiquitar la obra en el complejo hotelero. Así que Williams preparó sus maletas para regresar a su país, moría por ver a su hijo, moría por ver a su hermosa criatura, hacía meses que no la veía, tal vez ella lo siguiera rechazando pero igual la deseaba tanto que sus recuerdos dolían. Esa tarde abordó su avión privado en compañía de su mejor amigo, socio y abogado. Después de un largo viaje por fin después de tanto tiempo estaba en su apartamento, Martha lo mantenía impecable, notó que había unas rosas blancas en la mesita de la sala, pero no le dio importancia ya eran cerca de las 5 de la madrugada y estaba muy cansado, sólo pensaba en dormir para luego ir a ver a su hijo.

Cuando despertó ya eran más de las dos de la tarde, había dormido demasiado, se ducho, se afeito la barba que estaba bastante abundante, se vistió con un suéter gris manga larga, un pantalón de vestir negro de corte casual y unos mocasines de gamuza negros. Bajo hasta la cocina y se encontró con Martha su ama de llaves.

— Hola Martha buenas tardes, la saludo mientras se sentaba en uno de los bancos alrededor de la gran isla de mármol que estaba en la cocina.

— Buenas tardes Sr. Williams, ¡bienvenido!, ya su comida ésta lista ¿quiere qué le sirva?

— Si Martha gracias, la verdad tengo mucha hambre, cuéntame cómo ha estado todo.

— Todo bajo control señor, ya le sirvo— tendió delante de él un plato con carne asada y puré de papas, almorzaba tranquilo

—Señor Williams, hay algo que quiero comentarle— él la miro con atención alentándola a continuar.

— Esas rosas blancas han estado llegando desde hace un mes— él volteó a verlas.

— ¿Y traen alguna tarjeta? — le preguntó con curiosidad, la vio caminar a un lado de la cocina abrió una de las puertas de la alacena y saco algo, camino hasta él y se lo tendió, las tomó cautelos.

—Llegan dos veces por semana, siempre las dejan en recepción—

Comenzó a leer lo que decían las tarjetas " No te recuerdo, pero sé que te amo", "No te recuerdo, pero soy tu esposa", "No te recuerdo, pero tenemos un hijo", "No te recuerdo, pero me gustan tus besos", "No te recuerdo, pero me gusta tu dulzura", "No te recuerdo, pero sé que te extraño", "No te recuerdo, pero te estoy esperando", Williams dejó caer lágrimas, sabía que su hermosa lo seguía amando a pesar de no recordarlo, aquellas palabras le dolían en lo más profundo de su ser, él venía dispuesto a dejarla ir, no la mantendría atada a él.

Se despidió de su ama de llaves y salió rumbo a ver a su hijo, lo había extrañado tanto.

Veinte minutos después ya estaba en casa de los Rossi, estaciono su carro, bajó de él y cuando cerró la puerta, escucho un pequeño grito — ¡paaapi! ¡papi!, lo vio correr torpemente hacia él con sus bracitos abiertos, era su pequeño campeón, Williams se acuclillo para esperarlo, cuando lo tuvo al fin en sus brazos, lo abrazo fuerte no paraba de besar su pequeña cabecita y dejo salir las lágrimas contenidas por la emoción de ver a su pequeño, sintió como una parte de su alma resucitaba, sintió al fin que sus pulmones respiraban aire puro, su hijo hacia milagros en él, quien se sentía sin vida desde que Mely tuvo aquel accidente hacía ya casi dos años.

— Hola Will—

Aquella tierna voz lo hizo estremecer, llevaba meses sin escucharla, sintió como su desesperado corazón se desbocaba al sentirla cerca. Él giró a un lado y ahí estaba ella tan hermosa y perfecta como siempre, su cabello rubio oscuro que estaba más largo, tenía unos shorts de mezclilla que le daban un excelente vista de sus cremosas y largas piernas, una blusa de tiros que resaltaba sus pechos un poco más llenos, estaba delgada pero completamente bellísima.

Mely, Siempre Te Amaré (COMPLETA y EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora