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  –¿Qué pretendes?–preguntó el pelinegro, en cuanto el castaño ingresó al interior de las cafetería, llamando la atención de todos los presentes en la mesa.

–¿Disculpa?–JiMin respondió con otra pregunta al no saber a quién se refería.

–¿Por qué preguntas?–esta vez el pelirrojo preguntó, dirigiendo su mirada al pelinegro e ignorando la presencia del rubio.

No te hagas el santo, HoSeok–le miró con desdén mientras recargaba sus codos sobre la mesa y entrelazaba sus propias manos–. Sabes que tienes prohibido acercarte a él.

–¿Tengo que recordarte que tú igual lo tienes prohibido?–el pelirrojo sonrió burlón, pues había notado cómo los ojos del pelinegro se iluminaban con un ligero brillo rojo; cosa que no pasó desapercibida por el rubio.

Tenía–corrigió el pelinegro al instante–. Estoy seguro de que ya han pasado milenios desde que estaba esa prohibición.

Escucha lagartija–habló HoSeok entre dientes–, lo que yo haga no tiene por qué importarte–el veneno era palpable en su tono de voz–. No tiene nada que ver contigo–aseguró.

–¡Estas manipulando el destino para tu propio bien!–gritó exaltando a los presentes en la mesa y ganando la mirada de varios clientes más– Él me pertenece y no podrás alejarlo de mi tan fácilmente–con un movimiento rápido tomó al pelirrojo del cuello y lo acercó a él–; no lo permitiré.

JiMin buscó con la mirada algo de ayuda por parte del peliceleste, quien se mantenía taciturno ante la situación; el rubio podía asegurar que su corazón se podía salir de su pecho en cualquier momento.

JungKook–murmuró el rubio, tratando de hacer que el de pelo azabache soltara al pelirrojo–. JungKook...–elevó un poco más su tono de voz mientras pasaba su mirada por el pelinegro en busca por algún indicio de que el pelinegro se rindiera hasta que llegó a sus ojos– tus... Tus ojos–dijo mientras un sentimiento de miedo se instalaba en su cuerpo y captaba la atención de los otros tres presentes.

[...]

Ambos reinos del bosque se encontraban en el claro más grande que había en toda aquella arboleda, con sus príncipes en la cabecilla de todo aquél séquito de seres.
En cuanto ambos príncipes estuvieron suficientemente cerca uno del otro detuvieron su andar, dejando que un metro de distancia los separara de tocarse.

–Hacía tanto que no te veía–sonrió socarron el príncipe de ropas negras–. ¿Cuánto has crecido desde que nos alejamos? ¿Cinco centímetros? ¿Diez?–la burla bañaba la voz del pelinegro; había cambiado demasiado en tan solo tres años.

–Veo que los estudios y valores inculcados por mi padre se han perdido en cuanto cruzaste la frontera–el príncipe de vestimenta blanca se cruzó de brazos y retó con la mirada al príncipe frente a él–; lo haz deshonrado.

–¡¿Tú qué sabes de deshonrar a alguien?!–el pelinegro alzó la voz, causando que el armamento del reino de la luz lo apuntara–¡¿Dónde estabas tú el día que mataron a tu padre?!–el de pelo cobrizo hizo una seña para que sus seguidores bajaran las armas–¿Dónde estabas el día en que me inculparon de algo que jamás sucedió?

Al príncipe de cabellos de cobre se le cristalizaron los ojos.

–Tienes razón, todo esto ha sido mi culpa–el príncipe de ropaje blanco dió un paso hacia adelante–, es por eso que hoy, frente a tu pueblo y frente al mío yo...

–No te atrevas–murmuró el príncipe de las sombras, interrumpiendo al príncipe de la luz–. No lo digas–pero sus advertencias fueron ignoradas por el de ropa blanca, logrando que él simplemente alzara más la voz.

–¡Frente a nuestros pueblos yo te pido perdón!–exclamó logrando que un ruidoso silencio se adueñara del lugar–¡Te pido me perdones, a mí, a mis palabras y a mis acciones!–el sepulcral silencio por fin tomó lugar en todo el claro del bosque. El príncipe del reino de luz agachó su cabeza, volviendo a hablar–Te lo pido, por favor, hermano.

–Sus disculpas no son aceptadas–por fin habló el príncipe del reino de las sombras; comenzó a alejarse–. Y, por favor, deje de llamarme "hermano", pues le recuerdo que si alguna vez lo fui ha sido en el pasado, hoy... Hoy lucharé para destruir la luz que tú albergas del otro lado del bosque–comenzó a caminar hacia la parte trasera de su ejército, dándole la espalda a un jóven destrozado–; hoy lucharé para destruirte a ti.

–Ambos podemos jugar lo mismo, JungKook–y el príncipe de ropas negras se detuvo, pues el único que lo llegó a llamar así fue el rey Kim. El príncipe de ropas blancas dió la señal de que podían proceder a atacar si era necesario.

El príncipe JungKook ordenó lo mismo pero con una astilla en su pecho.

–Veremos quién resiste más, príncipe Kim–y con eso dicho una sonrisa sádica apareció en los labios del príncipe de las sombras, la cual desapareció en cuanto las escamas y el gran cuerpo negro tomaron forma y, junto a él, otros dos dragones, se alzaron en vuelo, observando desde las alturas cómo la mayoría de seres blancos iba cayendo al suelo, muertos.

«Ruego me perdones, rey mío.»


[19-Mar-2019]

Entre luz y sombras... (Kookv) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora